Gattaca: Y nadar mar adentro... Y no querer salir

Hoy he vuelto a ver Gattaca (Andrew Niccol, 1997) posiblemente una de las mejores películas de ciencia ficción seria de finales de los noventa, si por serio entendemos su plausibilidad y madurez, pues no estamos aquí hablando de Space Opera o desenfrenada acción (ya hablaremos algún día del Quinto Elemento…), pero sí de plácidas y cultas aunque inquietantes revelaciones. Hacía años que no me reencontraba con Gattaca, y hoy lo hecho. Sigue siendo tan emocionante a la par que emotiva como esa primera vez de la que debe hacer más de veinte años.



El pensamiento recurrente que me viene a la cabeza cuando la he acabado de ver, es que ya no se hacen películas como esta (lo cual seguramente demuestra que me estoy haciendo viejo), pero es que en la tan comercial e híper acelerada vorágine actual en la que se ha convertido el cine difícil sería encontrar una película tan intimista que trata con tanta naturalidad temas tan profundos como el espíritu de superación, el amor, la amistad o la necesidad de alcanzar los sueños personales a toda costa como necesidad vital.

La pulcritud y frialdad de ese (no tan distópico últimamente...) cercano futuro sirve como marco para desarrollar una por momentos emotiva, en otros momentos conmovedora, y en otros orgullosa historia de superación personal en la que algo tan simple como una improvisada carrera de natación puede demostrase como una de las más emocionantes escenas épicas jamás rodadas con el permiso del escape de Shawshank de Andy Dufresne.


"Solían decir que un niño concebido por amor tenía una mayor probabilidad de ser feliz. Ahora ya nadie lo dice."

Vincent Freeman


Uma, Jude y Ethan pueden estar orgullosos, posiblemente confluyeron en la película de Andrew Niccol en uno de los mejores momentos de sus carreras, y es que simplemente brillan en pantalla. Nunca volverán (ni volveremos) a ser tan bellos como entonces, ni nunca volverán (volveremos) a estar allí... ni recuerdo que Uma y Jude (con permiso de Jennifer 8 e Inteligencia Artificial respectivamente) hubieran estado nunca tan atractivos en pantalla.



Si a esto le añadimos la inspirada (e inspiradora) música de Michael Nyman, compositor consagrado ya anteriormente por la rotundidad de su genial banda sonora de El Piano (Jane Campion, 1993), lo que tenemos es un regalo atemporal, una obra maestra de culto imperecedera que hace de Gattaca por sobradas razones una de las mejores películas de ciencia ficción de la historia del cine.

Ríos de tinta se han vertido ya de películas tan célebres como Gattaca, por lo que poco más puedo añadir a lo que ya se ha dicho por todos lados, aunque cual soldado media-vida quería dejar en La Retrovisión mi testimonio... ¡sed testigos! Y redescubrid esta gran obra maestra imperecedera.