80s Apocalípticos: 5 películas sobre la Guerra Nuclear

Posted by Dani on jueves, abril 01, 2021 with No comments

A principios y mediados de los ochenta, durante lo más tenso de la Guerra Fría que enfrentaba a los Estados Unidos con la Unión Soviética, la amenaza de una guerra nuclear que supondría una destrucción mutua asegurada y de paso la extinción de la humanidad y todo tipo de vida no era solamente algo posible, sino algo sobre lo que se llegó a pensar que era realmente probable en algunos de los peores momentos, y que la única pregunta ante la certeza, era el cuando.

Ciertamente, no era un pánico infundado, y es que con el tiempo, se han conocido sucesos que estuvieron a punto de desencadenar una guerra nuclear, como los de Able Archer (1983), relatado de pe a pa en la primera temporada de la excelente Deutshcland 83 (Edward Berger, Samira Radsi, 2015) como unos ejercicios militares de la OTAN que fueron tomados por la inteligencia soviética como los primeros compases de un inminente ataque nuclear, o el llamado como incidente del equinoccio de otoño en el mismo año, en el que un fallo en los sistemas de detección temprana soviéticos informó dos veces del lanzamiento de un misil fantasma desde las bases americanas.

“If I could find a souvenir, Just to prove the world was here. And here is a red balloon, I think of you and let it go…”

99 Red Balloons - Nina

Viéndolo en perspectiva, parece un auténtico milagro que continuemos vivos, y aunque es una amenaza que con la desaparición de la Guerra Fría entre los bloques entonces dominantes ha disminuido, no es algo totalmente descartable a día de hoy y se refleja aún en la cuenta del Reloj del Apocalipsis (que marcaba a final de 2020 las 23:58:20, a 100 segundos de la medianoche que simboliza el fin del mundo), junto a la amenaza de otros problemas como el cambio climático y el calentamiento global.

A consecuencia de aquellos tiempos en los que la sociedad percibía como una amenaza real el holocausto atómico, se generó todo un género apocalíptico alrededor de este temor que trataba de concienciar (al tiempo que horrorizar) sobre las consecuencias de un intercambio nuclear a gran escala. Incluso prominentes científicos de la época, entre los que se contaba Carl Sagan, debatían de cuáles serían los irreversibles y fatales efectos de semejante desenlace, conferencias y estudios que dieron lugar a las hipótesis de, por ejemplo, el invierno nuclear.

Aunque no era algo nuevo, y ya durante los cincuenta, coincidiendo con otro periodo de gran tensión durante la Guerra Fría, hubo algunos precedentes tanto en la literatura como en el cine, por ejemplo con la novela de Nevil Shute, La hora final (On the beach, 1957), llevada al cine por Gregory Peck y Ava Gardner en película homónima (On the beach, Stanley Kramer, 1959) o la genial aunque bastante desconocida novela Cántico por Leibowitz (Walter M. Miller, 1960), las películas sobre el tema enlos ochenta adquieren una dimensión hasta entonces nunca vista de activismo y denuncia social, destacando especialmente por su crudeza y realismo.

De entre el amplío repertorio de películas apocalípticas de esta época, más concretamente centradas en el miedo a la amenaza nuclear que tanto obsesionó en la época, he escogido cinco títulos imprescindibles que reflejan muy bien ese género, producto de su tiempo:

El día después (Nicholas Meyer, The Day After, 1983): Posiblemente la película más conocida, y la que fomentó el fenómeno de películas apocalípticas basadas en el miedo al holocausto nuclear. Marcó un antes y un después en el género, y se erigió por si misma en el referente a imitar, siendo posiblemente Testamento Final (Testament, 1983), que también comentaré, la que más paralelismos establece con esta, aunque quizás con un enfoque más intimista.

Originalmente, fue planteada como una película de la ABC de los Estados Unidos para televisión, pero la gran acogida que tuvo en cuanto a público (con más de 100 millones de televidentes) y crítica, motivó su estreno en los cines de Europa con un gran éxito de taquilla. Es de hecho una película que creó mucha expectación en su época, e incluso una gran controversia en cuanto a su conveniencia en plena Guerra Fría… como hecho curioso, en la genial serie The Americans (Joseph Weisberg, 2013), ambientada en los Estados Unidos del mandato de Ronald Reagan, se dedica todo un episodio a la emisión de esta película, retratándose como un acontecimiento de la época.

En cuanto a medios, El día después es de largo en la que más se nota por su calidad que ha habido una gran inversión detrás, lo que le valió en 1984 la nominación a 10 premios Emmy, incluyendo los de mejor telefilme, dirección y guion, ganando finalmente dos solo en categorías menores.

En este caso la escalada, se narra mediante hechos presentados a través de los televisores de los diferentes personajes, y se produce cuando la Unión Soviética mediante la realización de lo que insiste en ser unos ejercicios militares, acaba estableciéndose tras las fronteras de Alemania del Este en un bloqueo con el objetivo de intimidar a las fuerzas del ejército norteamericano estacionadas en el lado occidental. Aunque en esta historia los soviéticos son los que establecen un bloqueo en Alemania Oriental, son los americanos los que acaban invadiendo este país, dando lugar a la escalada… esto si, lo que no se aclara en último término es quien fue el primero en ordenar un ataque nuclear total.

El drama humano se concentra en la población de los estados de Kansas y Missouri, Estados Unidos, más concretamente en el pequeño pueblo de Lawrence y la capital del estado, Kansas City. Si crudeza y realismo eran las banderas de esta producción, las escenas dantescas (aunque también melodramáticas) ni mucho menos escasean: escenas de pánico de la población de Kansas ante la caída de los misiles, un hospital colapsado de heridos que ríete del coronavirus, un niño ciego por mirar hacia la explosión de uno de los artefactos, una novia que tenía que celebrar su boda enloquecida y otras tantas escenas para no dormir. Si hay que ver alguna, es esta, es el referente.

"¿Hola? ¿Hay alguien ahí? alguien, vivo"

Dr Huxley - El día después

Testamento Final (Lynne Litman, Testament, 1983): Si quieres presenciar el infierno en la tierra, esta es tu película. En palabras del título de una crítica que leí, si querías realismo, toma cucharada y media. Partimos de la misma premisa, la malvada Unión Soviética sin mediación previa, decide darle un día al botón rojo a ver qué pasa. Desde ese momento veremos una normalidad más o menos intacta durante los primeros días en un barrio residencial de alguna típica ciudad dormitorio de la periferia de Los Ángeles, en donde se desarrolla la acción, hasta un nivel de degradación y desesperación insoportable tras meses después de las explosiones.

Aquí no encontraremos grandilocuentes estridencias más al estilo de El día después, ni explosiones, ni misiles volando. Sutilezas como la de algo tan aparentemente inocente como levantarse un día y que el televisor no funcione, serán los primeros indicios de que algo terrible ha sucedido, junto a otras metáforas más obvias como la del marido y padre que como cada día se ha ido a trabajar a la gran ciudad y ya no vuelve, simbolizando la pérdida.

La cinta sigue precisamente la interrumpida (en principio) cotidianeidad de una familia de clase media americana, y como debe organizarse con la ayuda de sus vecinos para hacer frente al cataclismo acaecido. Una vez más se demostrará que los vivos envidiarán a los muertos en una situación que sobrepasa a cualquier persona en sus cabales, conforme la situación de forma inevitable se degrada por momentos.

El resultado, un rosario de dolorosas escenas de atrocidad insoportable conforme los en principio bien organizados miembros de la comunidad empiezan a caer irremisiblemente uno a uno a causa de la contaminación radiactiva, eso sí, en silencio, con una aceptación encomiable de los muertos y un desespero cada vez mayor de los supervivientes que desearían haber muerto el primer día. A destacar la aparición de un totalmente desconocido Kevin Costner y la conmovedora escena entre el reverendo y la madre de familia. Otra cinta a evitar antes de ir a la cama.

Miracle Mile, 70 minutos para morir (Steve De Jarnatt, Miracle Mile, 1988): Dentro de la flagelación del género, es la que menos en serio se toma a sí misma y más se aproxima a una apocalíptica aventura ochentera que parte de una premisa bastante bizarra: a altas horas de la madrugada, un hombre que por casualidad pasaba por allí, coge una llamada telefónica que sonaba en una anónima cabina callejera, y su interlocutor resulta ser un soldado de un silo de misiles que alerta de que acaba de ponerse en marcha una guerra nuclear. En 70 minutos el mundo conocido dejará de existir para convertirse en un páramo radiactivo.

Así se da comienzo a la peor cita de la historia, y es que, para más inri, el protagonista de la cinta es un loser que ha perdido la cita que tenía con una camarera del café Miracle Mile (de ahí el título…) por quedarse dormido. Tras la llamada de que los rusos han iniciado un ataque nuclear, el pobre hombre intentará convencer a todo el que con quien se cruce que los chuzos de punta atómicos están a punto de caer, y evidentemente todo el mundo creerá que está loco, lo que se mostrará con todo un catálogo de aparatosas escenas de crueldad intolerable.

Por lo menos es una cinta de visión más llevadera ya que el desenlace inevitable ocurre al final, con una última y agónica escena de la pareja protagonista. El tono más ligero, aunque aún grave por la situación, se ameniza con música original de Tangerine Dream, siendo esta la más soportable de las propuestas de este artículo. Apta para sensibles.

Threads (Mick Jackson, Threads, 1984): Si Testamento Final ya era dura, este tocho en toda su grotesca perversidad es un puñetazo de realismo extremo en toda la boca. Tal es el mal cuerpo que produce su visionado, que esta producción de la BBC que se presenta en formato de falso documental, constituye muy posiblemente la película más perturbadoras jamás rodada.

Enfocada de una forma hiperrealista, el metraje plasma la escalada de un conflicto entre los Estados Unidos y la Unión Soviética con todo lujo de detalles, desde una escaramuza inicial convencional, a un intercambio nuclear controlado, que pronto da paso a una guerra nuclear abierta, siguiendo lo que pasa desde la ciudad de Sheffield.

Aquí si que nos vamos a cansar de ver explosiones nucleares desde todos los ángulos posibles con todo lujo de detalles y estadísticas sobreimpresas en pantalla. A partir de ese momento, el falso documental se convierte en una de las cosas más bestias que he visto jamás en una pantalla, narrando en toda su tremebunda magnitud todos los pormenores y consecuencias del día después. Aquí si que hay saqueos y una sociedad que acaba degenerando en una especie de Mad Max hasta sumirse en una nueva edad oscura.

Largometraje difícil de encontrar (casi hay que dar gracias por ello), por lo menos en español, solo apto para apocalípticos recalcitrantes y amantes del exceso. El mal cuerpo que deja hasta en los más curtidos el visionado de Threads, en sus casos más extremos, puede derivar en depresión crónica.

Cuando el viento sopla (Jimmy T. Murakami, When the wind blows, 1986): Una película de animación que hoy se consideraría dirigida no a niños precisamente pese a su valor pedagógico, cosa que me da que pensar que en algún lugar debe existir una legión de niños aproximadamente de mi edad traumatizados con esta cinta, muy posiblemente puesta sin conocimiento como inocentes dibujos animados por algún padre ochentero en el inmarcesible vídeo VHS familiar. Si bien quizás pueda catalogarse como la menos atroz de la colección de horrores aquí presentada, no por ello la conclusión de su visionado deja mejor cuerpo que el resto.

La acción se centra en una pareja de jubilados que viven apartados en algún lugar de la Inglaterra rural, cuando algún conflicto ajeno a su rutina escala de tal forma que acaba dando lugar a una guerra nuclear. Las personas no dejan de ser animales de costumbres, y confiados en sus vivencias de jóvenes durante la Segunda Guerra Mundial y una total confianza en el gobierno, no muestran ninguna preocupación y siguen como si nada con sus quehaceres cotidianos, sin comprender la dimensión trágica y diferencial de una guerra que pese a lo que creen por su experiencia no han conocido hasta ahora.

Cuando el anciano de la pareja parece ser el primero y único en comprender lo que está pasando, volcará todo su empeño en impedir que su aún más ingenua mujer se dé cuenta de la terrible realidad, y es que no hay nada peor que sobrevivir al primer minuto de una guerra nuclear por vivir en un sitio apartado que no ha sido directamente destruido, pero que será alcanzado por la contaminación provocando una muerte lenta y agónica.

Según avanza la cinta y como era de esperar debido a la lluvia radioactiva, el estado de los entrañables abuelos se degrada a ojos vista del cada vez más depresivo espectador, mostrando algunas de las consecuencias de la contaminación a la que son expuestos hasta agravarse y terminar en el inevitable desenlace, solos, en la oscuridad… pues no hay salvación posible. Recomendada para masoquistas de la animación a los que La tumba de las luciérnagas (Isao Takahata, 1988) les supo a poco.

Más allá de estas producciones que buscaban retratar de una forma realista las consecuencias de un plausible conflicto que podía escalar hasta un conflicto nuclear en el que la destrucción mutua estaba asegurada, no se puede negar que esa preocupación real era durante los años de la Guerra Fría una innegable fuente de inspiración y tema de moda del que beben obras icónicas como Mad Max (George Miller, 1979) o The Terminator (James Cameron, 1984), con una evidente influencia en la cultura popular de los tardíos setenta y de la década de los ochenta y su cine…

Pero no es que solo en el cine, pues encontramos así mismo ejemplos en la animación con obras como Conan, el niño del futuro (Hayao Miyazaki, Mirai Shonen Konan, 1978) o incluso en la música, con el 99 Red Balloons de Nina (y su estremecedora letra) por citar uno de los ejemplos más conocidos, sin entrar ya en autores como Iron Maiden o Megadeth (por otra parte con un nominativo claramente ligado a la jerga nuclear).

Para mí no deja de ser otra prueba más de que pese a esta macabra inspiración los ochenta fue una década irrepetible que nos dejó mediante una influencia de miedos colectivos en la cultura popular obras irrepetibles consideradas de culto hoy en día. ¿Viviste tu esos tiempos lejanos en primera persona, querido retrovidente? ¿Eres de los que aún se acuerda de ver a Reagan y Gorbachov en los telediarios hablando sobre desarme nuclear? Háblanos de tus recuerdos hasta la próxima entrega de La Retrovisión.

Categorías: , , ,