80s Apocalípticos: 5 películas sobre la Guerra Nuclear
A principios y mediados de los ochenta, durante lo más tenso de la Guerra Fría que enfrentaba a los Estados Unidos con la Unión Soviética, la amenaza de una guerra nuclear que supondría una destrucción mutua asegurada y de paso la extinción de la humanidad y todo tipo de vida no era solamente algo posible, sino algo sobre lo que se llegó a pensar que era realmente probable en algunos de los peores momentos, y que la única pregunta ante la certeza, era el cuando.
Ciertamente, no era un pánico infundado, y es que con el tiempo, se han conocido sucesos que estuvieron a punto de desencadenar una guerra nuclear, como los de Able Archer (1983), relatado de pe a pa en la primera temporada de la excelente Deutshcland 83 (Edward Berger, Samira Radsi, 2015) como unos ejercicios militares de la OTAN que fueron tomados por la inteligencia soviética como los primeros compases de un inminente ataque nuclear, o el llamado como incidente del equinoccio de otoño en el mismo año, en el que un fallo en los sistemas de detección temprana soviéticos informó dos veces del lanzamiento de un misil fantasma desde las bases americanas.
“If I could find a souvenir, Just to prove the world was here. And here is a red balloon, I think of you and let it go…”
99 Red Balloons - Nina
Viéndolo en perspectiva, parece un auténtico milagro que
continuemos vivos, y aunque es una amenaza que con la desaparición de la Guerra
Fría entre los bloques entonces dominantes ha disminuido, no es algo totalmente
descartable a día de hoy y se refleja aún en la cuenta del Reloj del
Apocalipsis (que marcaba a final de 2020 las 23:58:20, a 100 segundos de la
medianoche que simboliza el fin del mundo), junto a la amenaza de otros problemas como el
cambio climático y el calentamiento global.
A consecuencia de aquellos tiempos en los que la sociedad
percibía como una amenaza real el holocausto atómico, se generó todo un género
apocalíptico alrededor de este temor que trataba de concienciar (al tiempo que
horrorizar) sobre las consecuencias de un intercambio nuclear a gran escala.
Incluso prominentes científicos de la época, entre los que se contaba Carl
Sagan, debatían de cuáles serían los irreversibles y fatales efectos de
semejante desenlace, conferencias y estudios que dieron lugar a las hipótesis
de, por ejemplo, el invierno nuclear.
Aunque no era algo nuevo, y ya durante los cincuenta,
coincidiendo con otro periodo de gran tensión durante la Guerra Fría, hubo algunos precedentes tanto en la
literatura como en el cine, por ejemplo con la novela de Nevil Shute, La hora
final (On the beach, 1957), llevada al cine por Gregory Peck y Ava Gardner en
película homónima (On the beach, Stanley Kramer, 1959) o la genial aunque
bastante desconocida novela Cántico por Leibowitz (Walter M. Miller, 1960), las
películas sobre el tema enlos ochenta adquieren una dimensión hasta entonces
nunca vista de activismo y denuncia social, destacando especialmente por su crudeza y
realismo.
El día después (Nicholas Meyer, The Day After, 1983):
Posiblemente la película más conocida, y la que fomentó el fenómeno de
películas apocalípticas basadas en el miedo al holocausto nuclear. Marcó un
antes y un después en el género, y se erigió por si misma en el referente a
imitar, siendo posiblemente Testamento Final (Testament, 1983), que también comentaré, la que más
paralelismos establece con esta, aunque quizás con un enfoque más intimista.
Originalmente, fue planteada como una película de la ABC de
los Estados Unidos para televisión, pero la gran acogida que tuvo en cuanto a
público (con más de 100 millones de televidentes) y crítica, motivó su estreno
en los cines de Europa con un gran éxito de taquilla. Es de hecho una película
que creó mucha expectación en su época, e incluso una gran controversia en
cuanto a su conveniencia en plena Guerra Fría… como hecho curioso, en la genial
serie The Americans (Joseph Weisberg, 2013), ambientada en los Estados Unidos
del mandato de Ronald Reagan, se dedica todo un episodio a la emisión de esta
película, retratándose como un acontecimiento de la época.
En cuanto a medios, El día después es de largo en la que más
se nota por su calidad que ha habido una gran inversión detrás, lo que le valió
en 1984 la nominación a 10 premios Emmy, incluyendo los de mejor telefilme,
dirección y guion, ganando finalmente dos solo en categorías menores.
En este caso la escalada, se narra mediante hechos
presentados a través de los televisores de los diferentes personajes, y se
produce cuando la Unión Soviética mediante la realización de lo que insiste en
ser unos ejercicios militares, acaba estableciéndose tras las fronteras de
Alemania del Este en un bloqueo con el objetivo de intimidar a las fuerzas del
ejército norteamericano estacionadas en el lado occidental. Aunque en esta historia
los soviéticos son los que establecen un bloqueo en Alemania Oriental, son los
americanos los que acaban invadiendo este país, dando lugar a la escalada… esto
si, lo que no se aclara en último término es quien fue el primero en ordenar un
ataque nuclear total.
El drama humano se concentra en la población de los estados
de Kansas y Missouri, Estados Unidos, más concretamente en el pequeño pueblo de
Lawrence y la capital del estado, Kansas City. Si crudeza y realismo eran las
banderas de esta producción, las escenas dantescas (aunque también melodramáticas) ni mucho menos escasean:
escenas de pánico de la población de Kansas ante la caída de los misiles, un hospital
colapsado de heridos que ríete del coronavirus, un niño ciego por mirar hacia
la explosión de uno de los artefactos, una novia que tenía que celebrar su boda
enloquecida y otras tantas escenas para no dormir. Si hay que ver alguna, es
esta, es el referente.
"¿Hola? ¿Hay alguien ahí? alguien, vivo"
Dr Huxley - El día después
Testamento Final (Lynne Litman, Testament, 1983): Si quieres presenciar
el infierno en la tierra, esta es tu película. En palabras del título de una
crítica que leí, si querías realismo, toma cucharada y media. Partimos de la
misma premisa, la malvada Unión Soviética sin mediación previa, decide darle un
día al botón rojo a ver qué pasa. Desde ese momento veremos una normalidad más
o menos intacta durante los primeros días en un barrio residencial de alguna
típica ciudad dormitorio de la periferia de Los Ángeles, en donde se desarrolla
la acción, hasta un nivel de degradación y desesperación insoportable tras
meses después de las explosiones.
Aquí no encontraremos grandilocuentes estridencias más al
estilo de El día después, ni explosiones, ni misiles volando. Sutilezas como la de algo tan
aparentemente inocente como levantarse un día y que el televisor no funcione, serán los primeros indicios de que algo terrible ha sucedido, junto a otras metáforas más obvias como la del marido y
padre que como cada día se ha ido a trabajar a la gran ciudad y ya no vuelve, simbolizando la pérdida.
La cinta sigue precisamente la interrumpida (en principio) cotidianeidad de
una familia de clase media americana, y como debe organizarse con la ayuda de sus vecinos
para hacer frente al cataclismo acaecido. Una vez más se demostrará que los
vivos envidiarán a los muertos en una situación que sobrepasa a cualquier
persona en sus cabales, conforme la situación de forma inevitable se degrada por momentos.
El resultado, un rosario de dolorosas escenas de atrocidad
insoportable conforme los en principio bien organizados miembros de la
comunidad empiezan a caer irremisiblemente uno a uno a causa de la
contaminación radiactiva, eso sí, en silencio, con una aceptación encomiable de
los muertos y un desespero cada vez mayor de los supervivientes que desearían
haber muerto el primer día. A destacar la aparición de un totalmente desconocido
Kevin Costner y la conmovedora escena entre el reverendo y la madre de familia.
Otra cinta a evitar antes de ir a la cama.
Miracle Mile, 70 minutos para morir (Steve De Jarnatt, Miracle Mile, 1988):
Dentro de la flagelación del género, es la que menos en serio se toma a sí misma y
más se aproxima a una apocalíptica aventura ochentera que parte de una premisa
bastante bizarra: a altas horas de la madrugada, un hombre que por casualidad
pasaba por allí, coge una llamada telefónica que sonaba en una anónima cabina
callejera, y su interlocutor resulta ser un soldado de un silo de misiles que
alerta de que acaba de ponerse en marcha una guerra nuclear. En 70 minutos el
mundo conocido dejará de existir para convertirse en un páramo radiactivo.
Así se da comienzo a la peor cita de la historia, y es que,
para más inri, el protagonista de la cinta es un loser que ha perdido la
cita que tenía con una camarera del café Miracle Mile (de ahí el título…)
por quedarse dormido. Tras la llamada de que los rusos han iniciado un ataque
nuclear, el pobre hombre intentará convencer a todo el que con quien se cruce
que los chuzos de punta atómicos están a punto de caer, y evidentemente todo el
mundo creerá que está loco, lo que se mostrará con todo un catálogo de aparatosas
escenas de crueldad intolerable.
Por lo menos es una cinta de visión más llevadera ya que el desenlace inevitable ocurre al final, con una última y agónica escena de la pareja protagonista. El tono más ligero, aunque aún grave por la situación, se ameniza con música original de Tangerine Dream, siendo esta la más soportable de las propuestas de este artículo. Apta para sensibles.
Threads (Mick Jackson, Threads, 1984): Si Testamento Final ya era
dura, este tocho en toda su grotesca perversidad es un puñetazo de realismo
extremo en toda la boca. Tal es el mal cuerpo que produce su visionado, que
esta producción de la BBC que se presenta en formato de falso documental,
constituye muy posiblemente la película más perturbadoras jamás rodada.
Enfocada de una forma hiperrealista, el metraje plasma la
escalada de un conflicto entre los Estados Unidos y la Unión Soviética con todo
lujo de detalles, desde una escaramuza inicial convencional, a un intercambio
nuclear controlado, que pronto da paso a una guerra nuclear abierta, siguiendo
lo que pasa desde la ciudad de Sheffield.
Aquí si que nos vamos a cansar de ver explosiones nucleares
desde todos los ángulos posibles con todo lujo de detalles y estadísticas sobreimpresas
en pantalla. A partir de ese momento, el falso documental se convierte en una
de las cosas más bestias que he visto jamás en una pantalla, narrando en toda
su tremebunda magnitud todos los pormenores y consecuencias del día después.
Aquí si que hay saqueos y una sociedad que acaba degenerando en una especie de
Mad Max hasta sumirse en una nueva edad oscura.
Largometraje difícil de encontrar (casi hay que dar gracias por ello), por lo menos en español, solo apto para apocalípticos recalcitrantes y amantes
del exceso. El mal cuerpo que deja hasta en los más curtidos el visionado de
Threads, en sus casos más extremos, puede derivar en depresión crónica.
Cuando el viento sopla (Jimmy T. Murakami, When the wind blows, 1986): Una película de animación que hoy se consideraría dirigida no a niños precisamente pese a su valor pedagógico, cosa que me da que pensar que en algún lugar debe existir una legión de niños aproximadamente de mi edad traumatizados con esta cinta, muy posiblemente puesta sin conocimiento como inocentes dibujos animados por algún padre ochentero en el inmarcesible vídeo VHS familiar. Si bien quizás pueda catalogarse como la menos atroz de la colección de horrores aquí presentada, no por ello la conclusión de su visionado deja mejor cuerpo que el resto.
La acción se centra en una pareja de jubilados que viven
apartados en algún lugar de la Inglaterra rural, cuando algún conflicto ajeno a
su rutina escala de tal forma que acaba dando lugar a una guerra nuclear. Las
personas no dejan de ser animales de costumbres, y confiados en sus vivencias
de jóvenes durante la Segunda Guerra Mundial y una total confianza en el gobierno,
no muestran ninguna preocupación y siguen como si nada con sus quehaceres
cotidianos, sin comprender la dimensión trágica y diferencial de una guerra que
pese a lo que creen por su experiencia no han conocido hasta ahora.
Cuando el anciano de la pareja parece ser el primero y único
en comprender lo que está pasando, volcará todo su empeño en impedir que su aún
más ingenua mujer se dé cuenta de la terrible realidad, y es que no hay nada
peor que sobrevivir al primer minuto de una guerra nuclear por vivir en un
sitio apartado que no ha sido directamente destruido, pero que será alcanzado
por la contaminación provocando una muerte lenta y agónica.
Según avanza la cinta y como era de esperar debido a la
lluvia radioactiva, el estado de los entrañables abuelos se degrada a ojos
vista del cada vez más depresivo espectador, mostrando algunas de las
consecuencias de la contaminación a la que son expuestos hasta agravarse y
terminar en el inevitable desenlace, solos, en la oscuridad… pues no hay
salvación posible. Recomendada para masoquistas de la animación a los que La
tumba de las luciérnagas (Isao Takahata, 1988) les supo a poco.
Más allá de estas producciones que buscaban retratar de una
forma realista las consecuencias de un plausible conflicto que podía escalar
hasta un conflicto nuclear en el que la destrucción mutua estaba asegurada, no
se puede negar que esa preocupación real era durante los años de la Guerra Fría
una innegable fuente de inspiración y tema de moda del que beben obras icónicas
como Mad Max (George Miller, 1979) o The Terminator (James Cameron, 1984), con una
evidente influencia en la cultura popular de los tardíos setenta y de la década
de los ochenta y su cine…
Pero no es que solo en el cine, pues encontramos así mismo ejemplos en la animación con obras como Conan, el niño del futuro (Hayao Miyazaki, Mirai Shonen Konan, 1978) o incluso en la música, con el 99 Red Balloons de Nina (y su estremecedora letra) por citar uno de los ejemplos más conocidos, sin entrar ya en autores como Iron Maiden o Megadeth (por otra parte con un nominativo claramente ligado a la jerga nuclear).
Para mí no deja de ser otra prueba más de que pese a esta
macabra inspiración los ochenta fue una década irrepetible que nos dejó
mediante una influencia de miedos colectivos en la cultura popular obras
irrepetibles consideradas de culto hoy en día. ¿Viviste tu esos tiempos lejanos
en primera persona, querido retrovidente? ¿Eres de los que aún se acuerda de
ver a Reagan y Gorbachov en los telediarios hablando sobre desarme nuclear?
Háblanos de tus recuerdos hasta la próxima entrega de La Retrovisión.
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