Noche silenciosa
Debida cuenta a que las Navidades (lo sé, ya voy tarde) no dejan de ser un periodo atemporal y dados los precedentes existentes de ese género a contracorriente del horror en Navidad, me voy a permitir hablar hoy de la sorpresa terrorífica de cierre de este 2021, que es que para colmo no podría encajar mejor en este panorama pandémico dantesco del que parece imposible librarse… y es que además esta Silent Night (La última noche, Camille Griffin, 2021) precisamente parece girar y reflexionar en parte ante la locura que supone creer a pies juntillas en cualquier cosa que nos lancen por esa caja tonta llamada televisión.
Antes de empezar, me siento obligado a decir que esta
crítica puede contener cierto destripe, ya que se me hace difícil hablar del
tan brutal mensaje que transmite sin citar algunas de las directrices bajo las
que se desarrolla la acción, así que avisados quedáis y si no queréis saber
nada antes de verla podéis dejar de leer aquí… de hecho yo intenté verla
sabiendo lo mínimo posible y la sorpresa ha sido máxima.
Si bien podría decirse que la película tiene una primera parte con un inicio confuso y un desarrollo irregular en el que parece que estamos viendo otra de esas estúpidas películas navideñas de reunión de amigos pijoproges, sí que nos damos cuenta que algo no parece encajar del todo en esa idílica postal navideña: extrañas conversaciones, indebidas licencias a los niños (como aquello de dejarte fumar en las comuniones de antaño…), una ominosa y opresiva atmósfera sobre la cual no se acaba de desvelar la causa… hasta que justamente se menta a los rusos, Greta y sus gretoides y todo empieza a tener sentido: el mundo tal y como lo conocemos se está yendo al guano y esta apresurada reunión navideña es su funesto funeral.
“I'm gonna live forever.”
Irene Cara - Fame
¿Y qué tiene de especial Silent Night si presenta este tan trillado argumento? Bien… aparte de convertirse en mi nueva película antinavideña favorita, y ya de por si nadar a contracorriente en un género denostado desde los setenta a base de películas inenarrables, da una nueva vuelta de tuerca al género apocalíptico al introducir en esta el componente de reflexión en torno a la más absoluta estupidez que supone para personas supuestamente adultas creer sin dudar, sin ningún sentido crítico, todo aquello que le impone Papá Estado por su bien… ¡hasta el punto de obedecer al suicidio sin rechistar!
Más divertido aún si cabe es que sea un niño y una mujer
joven los únicos que se cuestionen el sentido de la aplicación de unas medidas
tan radicales (e irreversibles) ante la falta de lógica, fe ciega a la solución
final y pánico al sufrimiento y dolor de los adultos (y supuestamente
responsables) a una amenaza incierta y/o en todo caso cuestionable. Vaya, vaya…
¿no nos recuerda esta situación a nada que esté pasando ahora mismo?
El estreno de Silent Night no podría ser más oportuno, y su
planteamiento, obviamente influenciado por la situación actual, llevado al
extremo su mensaje podría llegar a interpretarse como una apología de las tesis
negacionistas a las que estamos asistiendo en la presente pandemia, y es que,
¿qué pasaría si al fin y al cabo los magufos tuvieran razón? En realidad, no
creo que sea tanto eso como por lo menos empujar al espectador ante lo que
estamos viviendo a reflexionar hasta qué punto cualquier medida, supuestamente
propuesta por nuestro bien por las benignas instituciones (llámese Estado,
expertos de cualquier índole o tertuliano cuñado…) sea realmente promulgada en
nuestro interés.
Ese grupo de a priori estúpidos personajes, con su hipocresía, cinismo, mezquindad… recuerda a ratos con su triste celebración a la misma panda de nazis que celebraban su orgía final hasta el amanecer, en el que borrachos se suicidaban ante la caída de su mundo. En este caso, padres, amantes, hijos… ante tal conflicto, en el que se enfrenta la conformidad, la sumisión y la rendición ante la rebeldía, la duda y la esperanza, se plasma un aterrador retrato, metáfora y paralelismo de la actual pandemia y de algunas de las absurdas y arbitrarias medidas propuestas, contradictorias sin pudor según lo que haya convenido a cada momento. Al fin y al cabo, la muerte de la razón, el fin del pensamiento crítico, la inmolación ante el pánico.
Y es que aunque el horror sea tan sutil e intelectual, sobre
todo al principio, no es que Silent Night esté falta de escenas absolutamente
terroríficas, una de ellas ciertamente explícita (y cuando la veáis sabréis a
qué escena me refiero), pero el resto ciertamente truculentas por sus
implicaciones, y es que no hay terror más terrorífico que aquel basado en las
insinuaciones y el que da pie a imaginar terribles escenas, que el de hechos
consumados.
Ciertamente no deja de ser una proeza que Silent Night
consiga que se acabe sintiendo lástima por una caterva de personajes tan
ridículos, mezquinos y estúpidos, compuesta mayormente de pijos insoportables,
niños repelentes y acaso una o dos personas más o menos normales. El mérito de
las interpretaciones reside en este caso en conseguir ese sentimiento de
rechazo, y es que seguramente nunca pensé que Keira Knightley pudiera caerme
tan mal.
En definitiva, una inesperada joya recomendada por La Retrovisión para cerrar este aún pandémico año 2021, que pone de relieve el cansancio que ya arrastramos, y cuestiona, que al fin y al cabo quizás, y solo quizás, todas las posturas de los extremos más radicales, pueden llegar a tener razón en alguna cosa, o por lo menos no se debería perder el espíritu crítico a favor del pánico más irracional.
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