Atmósfera cero: Sean Connery también trabajó para la Weyland Yutani

Posted by Dani on sábado, abril 17, 2021 with No comments

Hoy revisamos en La Retrovisión Atmósfera Cero (Peter Hyams, Outland, 1981), otra de las películas de principios de los ochenta nacidas clarísimamente a la vera del fenómeno Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979), que tiene la peculiaridad además de ser un velado remake de otro clásico de los años 50, Solo ante el peligro (Fred Zinnemann, 1952), trasladando el género del western a las insondables fronteras de un oscuro, frío, descarnado y deshumanizado espacio exterior.

Y es que para entender Atmósfera Cero, hay que fijarse primero en lo que significó Alien para el género de la ciencia ficción de exploración espacial, pues sería esta primera que rompería con esa idílica y un tanto romántica e ingenua concepción de lo que sería el futuro de la humanidad entre las estrellas, para mostrar un retrato posiblemente más realista de lo que puede llegar a ser algún día esa hipotética realidad.

Ópera espacial aparte, si la visión de la exploración espacial que se mostraba en obras como 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) entre alegres bailes de pequeños satélites artificiales y estaciones espaciales era más bien en asépticas naves de blanco nuclear dignas de los visitantes portadores de lejía del futuro, Alien fue la primera en imaginar la explotación (que no exploración por amor al arte) del espacio y sus recursos de una forma mucho más realista como algo sucio, peligroso, interesado, inquietante, y sobre todo pesadamente industrial y corporativista.

Tras el éxito de Alien y la aceptación de su cosmovisión (nunca mejor dicho…) como el estándar a seguir que ha influenciado hasta el presente obras como The Expanse (Mark Fergus, 2015), ese mismo es el enfoque y la atmósfera adoptada en la puesta en escena de Atmósfera Cero, y es que más allá de que se trate de un western ambientado en el espacio (cosa de la que hablaremos a lo largo de este artículo), las semejanzas con la obra maestra de Ridley Scott saltan a la vista.

Ya su secuencia inicial con las letras de Outland sobreimpresionadas en pantalla sobre la vacía negrura del espacio, nos recordará a la aparición de las letras de Alien, pero es que a continuación la siguiente toma con el gigante gaseoso de Júpiter, por si no nos habíamos dado cuenta, lo acabará de corroborar… ese plano de Jupíter de fondo se parece incluso a la imagen del menú principal del videojuego basado en Alien, Alien Isolation (2014).

Dirigida por Peter Hyams, un entusiasta del cine espacial y la ciencia ficción que tiene curiosamente en su haber otro título como 2010: Odisea dos (1984), la trama nos transporta a la tercera luna por tamaño de Júpiter, Ío, en donde se asienta una colonia minera que explota los ricos yacimientos de titanio del satélite, tal y como la específica información sobreimpresa (tan parecida a la de los datos de la Nostromo en Alien) nos muestra. Las abundantes similitudes entre Alien y Atmósfera Cero son obvias, y es que como no, la explotación minera está bajo la tutela de la Con-Am, una corporación a lo Weyland-Yutani de Alien, y sus instalaciones son tan sucias, feas, deshumanizadas e industriales como la propia Nostromo.

Una y otra tienen en común también el retrato de las penosas condiciones y duro trabajo de la minería espacial, ya sea por el caso de los tripulantes de una nave refinería en el caso de Alien, o por el de los mineros de la explotación Con-Am 27 de Ío en Atmósfera Cero… los cuales por cierto lucen en gorras y chaquetas parches muy parecidos a los de la tripulación del Nostromo, tan similares como los trajes con escafandra de los mineros de la Con-Am y de los tripulantes del Nostromo… tantas similitudes que me hacen plantearme que gran película de xenomorfos en una luna de Júpiter nos hemos perdido.

“Incluso en el espacio, el principal enemigo es el hombre”

Atmósfera Cero

Pero la trama de esta, más que sobre una cacería de bichos, gira en torno al Marshall William T. O’Niel (Sean Connery) y su año obligatorio de servicio en las instalaciones de Con-Am 27, en donde pronto descubre que múltiples casos de suicidio atribuidos en principio a locura espacial debida a las duras condiciones de trabajo, esconden en realidad algo más detrás… algo no obstante en lo que quizás no sea demasiado prudente indagar en un lugar en el que lo que quiere todo el mundo es pasar desapercibido y cobrar a fin de mes.

Y es que como el director general Mark Sheppard (Peter Boyle) indica en su discurso, aludiendo a las bonificaciones adicionales de los mineros en otro guiño al comentario del tripulante Parker de la Nostromo sobre la “bonus situation”, tanto más contentos estarán tanto los mineros como la compañía cuanto más alta sea la producción, y es que tanto la Con-Am como la Weyland-Yutani parecen compartir la misma falta de escrúpulos respecto a sus asalariados mientras de sacar tajada se trate.

Si de hacer subir la producción se trata, nada mejor que introducir una droga (el polidicloro-eutinol) en la colonia que a la par que suaviza las duras condiciones de los mineros los hace trabajar como bestias sin enterarse, algo que sería fantástico si no tuviera el pequeño inconveniente que también o los convierte en psicópatas o les hace perder la cabeza, lo que explica la creciente oleada de suicidios y episodios escabrosos que se suceden en Con-Am 27.

Siendo esta una cinta en la que pese a la ambientación espacial se prima más la trama policial, se mostrará como O’Niel, íntegro y diligente en su trabajo al contrario que sus ineptos subordinados, será quien pese a todos los impedimentos, y con la ayuda de la cínica aunque pragmática directora médica Marian Lazarus (Frances Sternhagen)  haga ciertos descubrimientos que sacaran a la luz el lucrativo negocio de tráfico de drogas que involucra inequívocamente a la máxima autoridad del lugar, el director Sheppard.

Por seguir con las similitudes entre Alien y Atmósfera Cero, llama la atención como durante su investigación O’Niel también interroga a un computador al más puro estilo HAL9000 o Madre del Nostromo, a la par que se hace un involuntario guiño a su antiguo personaje de James Bond con el “solo para tus ojos” con el que la computadora le muestra los informes, y es que en 1981 también se estrenaba, pero con Roger Moore, James Bond: Solo para sus ojos (For your eyes only, John Glen, 1981). No deja de ser una expresión anglosajona común… pero ahí queda la duda de si algo tendrá que ver.

Retomando el hilo de la trama, y como no podría ser de otra forma, el descubrimiento de la implicación del director de la explotación minera en un sórdido negocio de tráfico de drogas, complicarán innecesariamente la vida del incorruptible O’Niel, y que si ya de por sí este se encontraba más solo que la una tras el abandono de su mujer desde el primer momento de metraje, lo acabará abandonando hasta el desodorante en una cruzada a la que nadie (incluso él en ocasiones) ni encontrará sentido ni prestará soporte, lo que nos lleva al comentado velado remake de Solo ante el peligro y su leitmotiv de anteposición del cumplimiento del deber a cualquier precio ante cualquier otra elección más racional.

Si Will Kane (Gary Cooper) esperaba un tren, William T. O’Niel esperará ansiosamente la llegada de la lanzadera de suministros con los esbirros contratados por Sheppard para encargarse de él, reproduciendo el mismo esquema del western original en el espacio, de una forma satisfactoria pero que conduce a la previsible conclusión de una trama por otro lado bastante simple y lineal durante todo el metraje.

Una pregunta recurrente cuando se compara Alien con Atmósfera Cero, es la de por qué si Alien fue un éxito, Atmósfera Cero es más recordada con pena que por gloria. La respuesta es que siendo honestos la historia de Atmósfera Cero no resulta de gran interés, y en realidad a nadie importa más que a su propio protagonista que como íntegro policía se toma el caso tan a pecho, cuando en realidad, para como le dice todo el mundo, al final no cambiar nada y largarse sin conseguir nada, si acaso sobrevivir en un lío que se ha metido él mismo sobre el que no consigue ni llevar ante la ley al responsable de tanta oleada de suicido y psicopatía que en realidad no parece importar demasiado a nadie. Semejante panorama no es que transmita pintado así nada demasiado épico o memorable.

Si bien la película obtuvo hasta una nominación al Óscar por el mejor sonido e introdujo algunas mejoras técnicas que serían utilizadas en otras películas de la década, su acogida fue posiblemente por estas razones más bien tibia y algunas críticas directamente la destrozaron sin piedad. Cierto es además que comparada con la glorificada Alien, evidentemente la de Ridley Scott fue la precursora en su opresiva e inquietante imagen de ese sucio e industrial futuro de explotación espacial, y en este sentido el mérito de Atmosfera Cero no es propio, sino que está en seguir el camino marcado.

De entre lo más destacable encontramos las interpretaciones de Sean Connery y Frances Sternhagen. Connery, que se encontraba en ese momento de dejar definitivamente el papel de James Bond, aunque lo interpretaría por última vez en Nunca digas nunca jamás (Irvin Kershner, 1983), fue nominado  al premio Saturn a mejor actor, aunque aún no había interpretado los papeles que lo llevarían a las mayores cotas de éxito en su madurez como El nombre de la rosa (Jean-Jacques Annaud, 1986), que le valdría el BAFTA a mejor actor o Los Intocables de Elliot Ness (Brian de Palma, 1987), en el que se llevaría el Óscar a mejor actor de reparto. Sternhagen si que ganaría el premio Saturn al que sería nominada como mejor actriz secundaria, y es que Lazarus como comparsa cínica de O’Niel destaca entre el resto de más bien soso reparto.

Para acabar, y siguiendo la tónica comparativa entre Alien y Atmósfera Cero, hay un último apartado en que de nuevo resulta más que obvia esta, por llamarla amablemente, inspiración en la película de Ridley Scott rodada solo dos años antes: la música de Jerry Goldsmith, presente en la banda sonora de ambos títulos, totalmente instrumental en ambos casos, y que en el caso de Atmósfera Cero recuerda en algunos cortes tanto a la de Alien, que juraría que Goldsmith se está autoplagiando.

No deja de ser curioso revisar una cinta tan descaradamente inspirada (por ser benevolente) en Alien, el octavo pasajero, y la estela del éxito que dejó tras de sí. Lástima que el interés por la trama no esté a la altura de ese sucio e industrial futuro, pues si como película policiaca y remake velado de Solo ante el peligro quizás no acabó de funcionar, otra historia de ciencia ficción más dura podría haber funcionado. ¿Y a vosotros que os pareció queridos retrovidentes?