The Stand, de Stephen King: 1994 vs 2020
Como seguro que muchos de vosotros ya sabréis, al principio de este año se materializaba por fin el proyecto que venía tiempo anunciándose sobre la nueva adaptación de la que quizás sea una de las obras más importantes de Stephen King, su extensa novela río Apocalipsis (The Stand, 1990).
En principio, el formato para esta nueva adaptación se
proponía a modo de proyecto cinematográfico que, a buen juicio dada la
complejidad y longitud de la novela original, ha acabado convirtiéndose, como
aquella, en una revisión de la antigua ya existente adaptación de 1994 para la
pequeña pantalla, no solo con el objetivo de actualizar la obra a los tiempos
presentes, si no para darle de paso un enfoque más novedoso.
“¿Y qué escabrosa bestia, llegada al fin su hora, se arrastra hasta Belén para nacer?”
William B. Yates – El segundo advenimiento
Como gran seguidor y entusiasta del trabajo que ya durante casi
cinco décadas lleva desarrollando Stephen King, la de Apocalipsis era una
adaptación que estaba esperando con especial interés, al tratarse además de una
de mis novelas favoritas del escritor de Nueva Inglaterra. Mi devoción es tan
absoluta por el escritor de Maine, que creo fervientemente que algunas de sus
inspiradas obras han trascendido hasta el punto de ser una pieza clave de
nuestra percepción de la cultura popular de los ochenta hasta nuestros días.
Sin duda, es por esa forma suya de escribir popular y cercana que ha enganchado
generación tras generación de lectores constantes, como él gusta de llamar a
sus seguidores.
Más aún, soy del parecer, aunque quizás pueda resultar hasta
exagerado (aunque me consta que no soy el único que lo piensa), que por sus
logros narrativos debería algún día recibir el premio Nobel de literatura del
que sin duda es merecedor por su contribución a las letras (americanas en
particular, pero universales en general), y es que lo comercial, y en su caso
lo cuantioso por lo pródigo (rumores nunca demostrados de negros aparte…), no tiene
por qué estar reñido con la calidad, pues legiones de lectores no pueden estar
tan equivocados.
Cierto es que no todo son elogios y muchos son los críticos
que pese a que están de acuerdo en que Stephen King es un maestro desarrollando
tramas y personajes (sin duda es uno de sus fuertes), argumentan que no son
pocas también las ocasiones en las que pincha con finales decepcionantes tras
cientos de páginas de expectativas creadas y subtramas no siempre concluidas de
una forma satisfactoria. La verdad es que algo de razón hay en eso, y en
algunas ocasiones encontramos en efecto ejemplos como el de la conclusión de su
saga de la Torre Oscura, en la que quizás no vamos a disfrutar del final
imaginado tras siete libros acompañando a Roland Deschain (por no decir que nos
vamos a quedar con el culo torcido), pero es innegable que el puntual encuentro
de algún final mejorable no tiene por qué estropear el viaje, que al fin y al
cabo es lo que importa… ¿verdad, Lector Constante?
Volviendo a The Stand, que es de la obra sobre la que
pretendo escribir en detalle en este artículo, se llamó aquí en España La Danza
de la Muerte (The Stand, Stephen King, 1978), y podría decirse que su temática está por desgracia de rabiosa
actualidad, y es que no en vano el propio Stephen King tuvo que salir al paso
de las especulaciones que comparaban el dichoso Sars-Cov2 con el Capitán
Trotamundos al inicio de la pandemia.
Y es que el protagonista que da pie precisamente a una de
las más famosas novelas de King es un virus de la gripe potenciado (llamado
Capitán Trotamundos o supergripe), que creado en un laboratorio escapa por un
accidente en la seguridad, acabando en segundos con todos los científicos del
complejo secreto en el que se estaba desarrollando y en pocas semanas con el
99,9% de la población mundial.
De forma muy resumida, y para dar una pincelada sobre la
trama a quien se acerque por primera vez a esta obra de Stephen King, en eso
consiste precisamente el argumento de la novela: el virus desarrollado en esas
instalaciones militares secretas del gobierno de los Estados Unidos, escapa
tras un accidente, con la mala suerte de que Charles D. Campion, guarda de
seguridad de las instalaciones, presencia como todo el personal de los
laboratorios subterráneos perece en apenas segundos, dándole tiempo sin embargo
a este a escapar del complejo sin saber que está ya infectado… y esparciendo de
esta forma el virus letal con él conforme cruza medio país en su huida, parando
toda posibilidad de contención literalmente desde que paró por primera vez a
comer una hamburguesa.
“Los síntomas son muy comunes –dijo, y comenzó a enumerarlos con los dedos, que fue extendiendo delante de él como un abanico hasta llegar a diez – Escalofríos. Fiebre. Dolor de cabeza. Debilidad y cansancio general. Pérdida del apetito. Micción dolorosa. Inflamación progresiva de los ganglios. Hinchazones en los sobacos y la ingle. Respiración fatigosa... –Se quedó mirando a Nick – Son los síntomas del resfriado común, de la gripe, de la neumonía. Nosotros podemos curar todas esas cosas, Nick. A menos que el paciente sea muy joven o muy viejo, o se halle debilitado por una enfermedad anterior, los antibióticos consiguen curarlo. Pero con esto no. Acomete al paciente de una forma rápida o lenta, eso no parece importar. Nada sirve de ayuda. La cosa progresa, sube, desciende de nuevo, aumenta el debilitamiento, las inflaciones van a más. Y al final la muerte. Alguien ha cometido un error. Y están tratando de ocultarlo.”
The Stand - Stephen King
El virus, con una contagiosidad y letalidad extremas, se
manifiesta en las víctimas como una gripe que ocasiona que el paciente, pese a aparentes
mejorías, empeore una y otra vez, hasta acabar muriendo de agotamiento. En
medio de toda esa masacre vírica, algunas personas resultan ser inmunes, y se
alinearan junto a la Madre Abigail (Buby Dee – Whoopi Goldberg) o Randall Flagg
(Jamey Sheridan – Alexander Skarsgard) en la lucha definitiva entre el bien y
el mal… en algo así como una partida de ajedrez disputada entre Dios y el
Diablo, siendo este por otra parte otro de los temas recurrentes del novelista
de Maine.
Por su calidad, complejidad, extensión… Apocalipsis es
considerada por muchos de sus fans (entre los que me incluyo) no solo como una
de las obras más importantes de Stephen King, sino que también en cuanto a su
calidad, una de las mejores que ha escrito. De hecho ha sido una obra revisada
y multiversionada, pues existen dos versiones de la novela sobre la fuga del
virus del Proyecto Azul (que es como realmente se llama al proyecto militar
secreto del Capitán Trotamundos).
La primera versión de la novela, fue publicada originalmente
como la ya mencionada Danza de la Muerte, en 1978, como reelaboración y
ampliación de la idea original de una narración corta (Marejada Nocturna), incluida en El
umbral de la noche (Night Shift, 1978). Esta primera entrega, para hacer
más digerible la narración, dejó en el tintero gran parte del material de
soporte escrito, y no fue hasta 1990 cuando se recuperaría todo este material
extra reeditando la novela con el nombre de Apocalipsis (Stephen King, 1990).
Aparte de incluir todo este material existente que dan más contexto y
profundidad a muchos de los personajes, se actualizarían todas las referencias
culturales tan habituales en las novelas de King para trasladar la ambientación
a los años noventa desde los tardíos setenta de la original, esta vez sí, resultando
en un volumen de más de mil páginas de manuscrito.
En cuanto a lo que podríamos llamar como mi experiencia
personal, recuerdo que este fue uno de los primeros libros con el que sentí
pena al acabarlo. Leí esta novela por primera vez cuando debía tener unos
quince o dieciséis años, y volví a releerla justo hace un año cuando esta lacra
pandémica que tenemos encima empezó. Obviamente, pese a conocer la historia y
estar ya familiarizado con la obra de King, me sorprendió por no recordarlo de
esa forma, o no ser consciente por aquel entonces, lo bien escrita que está
Apocalipsis, y es que contiene párrafos enteros de prosa y diálogos que son
simple y llanamente magistrales, no ya solo por su perfecto estilo, si no por
su realismo y verosimilitud: la presentación descriptiva del hombre oscuro y su
conflictivo activismo, los pasajes sobre la propagación del virus a través de
un simple viajante que tras cruzarse con Campion va expandiendo la muerte a su
paso, la conversación entre Nick Andros y el médico de Shoyo sobre la
naturaleza de la enfermedad y la imposibilidad de vencerla… ejercicios de
estilo incontestables que prueban que no es ningún delirio que pueda pensarse
en King como un candidato serio a los más altos galardones de la prosa, y es
que no en vano obras de King como It
(Stephen King, 1986) han sido comparadas ya con las de escritores galardonados
con el Nobel como Gabriel García Márquez y sus Cien años de soledad o ya
puestos en el caso de Apocalipsis, con El Amor en los tiempos del cólera.
Ya fuera por oportunismo o morbo, lo cierto es que no parece
que fuera yo el único al que le parecieran estos extraños tiempos el momento
oportuno para revisitar la vieja historia de Stephen King, pues después de
tantos años de va y vienes mareando el proyecto sobre la nueva adaptación, de
la mano de la CBS a través de Starzplay llegaba este año el remake en forma de
serie episódica de esta historia que ya había sido versionada con gran calidad
y éxito en 1994. Y es aquí en donde siempre volvemos a la eterna discusión
sobre qué sentido tiene rehacer obras que sin lugar a dudas se sostienen aún
solas por sí mismas, y en ese sentido de nuevo el oportunismo y la falta de
nuevas ideas parece la razón evidente.
Una vez diferida la nueva versión, las comparaciones como
siempre son odiosas, pero es que tengo que decir que pese al interesante nuevo
enfoque y atractivo montaje y fotografía de la nueva adaptación de Josh Boone,
me quedo con la primera versión del veterano Mick Garris (The Stand, 1994), cuya
fidelidad a la obra y personajes en cuanto a carisma siguen estando a años luz
en comparación a esta reimaginación moderna.
Y es que precisamente, aunque el enfoque de saltos
temporales para explicar la plaga en la nueva versión puede resultar
interesante para el conocedor de la obra (pero muy difícil de seguir para quien
se acerque por primera vez), uno de los temas más controvertidos e hirientes
para los veteranos, será la caracterización de los personajes y la revisión que
se hace de algunos de los sucesos de la historia, que difieren totalmente de
versión a versión, y en muchas de las ocasiones para mal.
Sobre los personajes, las exigencias de las cuotas y de la
corrección política e inclusión, imponen que ciertos personajes cambien en esta
nueva versión su raza y género en favor de la diversidad mal entendida.
Sintiéndolo mucho, después de llevar casi treinta años imaginando a personajes
como Larry Underwood (Adam Storke en el original frente a Jovan Adepo), Nick
Andros (Rob Lowe en el original frente a Henry Zaga) o Ralph Brentner (Peter
van Norden frente a Irene Bedard) de cierta forma, e interiorizándolos como
eran mostrados en la versión de los noventa (tal y como eran descritos en la novela),
se me hace muy difícil de digerir que ahora sean retratados de forma tan
diferente a como fueron descritos en la obra original…
También el nuevo retrato hecho de los antagonistas (la madre
Abigail y Randall Flagg) y el cambio de tono de algunos personajes, como el de
Lloyd Henreid (Mel Ferrer en la primera adaptación, frente a Nat Wolff en la
nueva versión), que parece una caricatura de sí mismo, o Glen Bateman (Ray
Walston frente a Greg Kinnear), mucho más acorde al original en la primera
adaptación, se hacen difíciles de entender… al menos puedo decir que la nueva
interpretación de Tom Cullen (Brad Wiliam Henke en la nueva versión), es decir,
L-U-N-A, es de las pocas que me ha sorprendido gratamente.
Con algunos de los principales sucesos pasa otro tanto de lo
mismo. Por citar algún ejemplo ilustrativo, toda la situación alrededor del
forzado cautiverio de Stu Redman (Gary Sinise en el original frente a James
Marsden) es completamente diferente en una y otra versión siendo incomprensible
la relación tan amigablemente absurda desarrollada entre Stu y el jefe médico
del CDC en comparación a como se describe esa situación en la obra original. El
mismo Stu protagoniza otro innecesario encuentro con el general Starkey (Ed
Harris en la original frente a J.K. Simmons), en una forzada explicación sobre
el origen de la pandemia. Es particularmente bizarra otra situación un tanto
surreal que involucra la aparición de la nueva madre Abigail (Whoopi Goldberg),
en su hogar, Hemingford Home... quien haya visto la nueva versión y conozca la
novela original sabrá a qué me refiero.
Tampoco se trata de dar a entender que la nueva adaptación
de la obra de King es intolerable, y es que pese a todos los cambios de trama y
caracterización de personajes, encontramos aún por lo menos un par o tres de
cosas que hacen que aún valga la pena su visionado aunque sea por esta tan
odiosa actividad de comparar. La primera, es el obvio lavado de cara, y es que
más allá de la cuidada factura técnica y su fotografía, esta nueva versión hace
olvidar algunos vergonzantes efectos especiales de la versión original que ya
en su época no es que estuvieran muy logrados. La segunda cosa buena, y a mi
juicio el mayor acierto, es todo el último capítulo, del que no diré gran cosa
más que recupera un fragmento de la obra original de King que no había sido
plasmado en la versión de 1994 y que el hecho de encontrarlo incorporado en
esta nueva versión me alegró el día.
Si seguimos con las cosas buenas, la tercera es su banda
sonora, especialmente como acompañamiento a los títulos de crédito finales de
cada episodio, y recuperando en uno de esos cierres la canción que va como
anillo al dedo a esta obra de Stephen King: el Don’t Fear the Reaper, pieza de rock clásico de Blue Oyster Cult (Agents of Fortune, 1976),
que en la versión original acompaña todo el macabro travelling por el
laboratorio en esa escena introductoria segundos después de que el virus haya
escapado.
“Y más tarde, cuando detuvieron a los escasos supervivientes del grupo, lo único que éstos atinaron a decir fue que había habido alguien importante, quizá sólo un aliado ocasional: un hombre sin edad, un hombre a quien a veces llamaban el Dandy...”
The Stand - Stephen King
En cuanto a longitud de metraje, la diferencia acaba no siendo
tan notable. Si la versión de 1994 se dividía en cuatro partes de una hora y
media de duración aproximadamente cada una, esta nueva adaptación cuenta con
nueve episodios de unos cincuenta minutos, siendo el noveno realmente un extra
que supone ese sorprendente plus respecto a la primera adaptación para
televisión de la novela. Donde radica la diferencia notable es en el enfoque
que se le da a la narración. Como antes comentaba, esta nueva versión se apoya
en flashbacks que muestran los días de la plaga, por lo que un acercamiento en
este formato para un desconocedor de esta obra de King puede resultar bastante
confuso y difícil de seguir.
No es que reniegue por sistema de remakes cuando tienen
sentido y son claramente superiores a la obra original a la que readaptan. En
la historia del cine hay muchos ejemplos, como El cabo del miedo o La Cosa (que
es remake de El Enigma de otro mundo), pero la realidad suele demostrar que
abundan más los remakes totalmente innecesarios que los que mejoran la obra
original, y en esta nueva adaptación de The Stand, esa necesidad se me hace
difícilmente justificable.
Además, a los que la novela original de Stephen King y sus
dos adaptaciones televisivas les haya sabido a poco, existe también desde 2011
(originalmente creado por Marvel e importado por Panini Comics) otra adaptación
en cómic que reproduce de una forma totalmente fiel el libreto (o más bien
librazo…) original del escritor de Maine, con un dibujo de Mike Perkins
coloreado de forma realista por Laura Martín que plasma con devoción las
páginas de la novela.
Lo que está claro es que no descarto que con el panorama
vírico que estamos viviendo presenciaremos un resurgir del cine de género
pandémico, empezando con este claro remake oportunista ¿Y vosotros qué opináis
queridos retrovidentes? ¿Habéis visto la nueva adaptación de la obra de Stephen
King y conocíais la original? ¿Cuál os ha gustado más? Dejadnos vuestros
comentarios hasta más ver en el próximo artículo de La Retrovisión.
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