Retro, vicio y subcultura de los 70 a los 90s

domingo, 28 de marzo de 2021

Star Wars: Universo Expandido

Si has llegado hasta aquí, posiblemente seas un apasionado del universo creado allá a finales de los años setenta por George Lucas, y sepas ya en qué consiste eso a lo que se llamó Universo Expandido (Universo Expandido, Expanded Universe o EU por sus siglas en inglés) de La Guerra de las Galaxias más allá de la trilogía clásica original, y que empezó a desarrollarse principalmente durante los años ochenta al acabar El Retorno del Jedi (Richard Marquand, 1983), aunque su inicio puede fecharse incluso antes.

En cualquier caso, y por si acaso acabas de despertar de un coma o por alguna razón se ha apoderado de ti un inusitado interés por la saga galáctica que hasta ayer no tenías, para ser breve, simplemente apuntaré a que el Universo Expandido fue la forma de dar continuidad a la historia iniciada con la trilogía clásica de la guerra de las galaxias, con el objetivo de satisfacer a las hordas de fanáticos ansiosas por recibir más material de aquella galaxia muy, muy lejana, y que daría lugar al problema de cómo realizar esa expansión con una cierta coherencia ante la pronta avalancha de material que se iba a generar.

Y es que la producción de contenidos del Universo Expandido, acabó representando al poco tiempo tal volumen de material en forma de cómics, novelas, juegos de rol y videojuegos y fueron tantos los autores que querían aportar su contribución al universo de George Lucas, que pronto fue evidente que el caos que podía generarse iba a ser galáctico. Por ello, no solo acabó haciéndose necesario que hubiera un encargado (Leland Chee) en la antigua Lucasfilm con la misión de velar por la coherencia de las nuevas historias que iban surgiendo a la sombra de la trilogía original, si no que muchas de esas aportaciones pasarían a formar parte de un canon oficial de Star Wars en el que todas estas nuevas historias encajasen de una manera coherente…

Para ello, Leland Chee ascendió en Lucasarts de simple testeador de videojuegos a máxima autoridad de la continuidad y coherencia del universo de Star Wars, como amo y señor del Holocrón, la base de datos creada a tal efecto para catalogar y clasificar cada una de las aportaciones que aparecían en diferentes líneas de canon según su importancia, asegurándose de que ningún hecho se contradecía con los sucesos principales o las líneas temporales fijadas en la propia cronología del Universo Expandido.

El Holocrón representaba la herramienta definitiva para mantener la continuidad y coherencia entre todas las historias, era la evolución perfecta de las herramientas llamadas biblias que ya existían y se usaban en el mantenimiento de la coherencia de otros universos, y la existencia de este sistema de clasificación para el universo de Star Wars aseguraba que pese a lo complejo que pudiera resultar, se podría mantener una coherencia que asegurase la consistencia y continuidad de este universo de múltiples líneas temporales… por lo menos hasta que Disney adquirió la franquicia en 2012.

Una de las primeras acciones que emprendió Disney tras la adquisición de Star Wars, fue comunicada a través de un anuncio en 2014. En ese anuncio se manifestaba su intención de eliminar de un plumazo en su ratonil vileza más de treinta años de Universo Expandido. Lo que hasta el día anterior había sido el canon oficial de Star Wars fue desterrado como si nunca hubiera sucedido. De esa forma, los hechos narrados en docenas de novelas, cómics y videojuegos, eran relegados a una especie de cajón en forma de olvido al que se llamaría Star Wars Legends… o eso parecía.

La lógica de este hecho no deja de obedecer a la necesidad de desprenderse de todo el lastre de lo creado hasta entonces para tener una total libertad creativa para los futuros planes de producción de Disney. No estar sujetos a la tiranía de tener que respetar hechos que sucedían literalmente al día siguiente de la línea cronológica de El Retorno del Jedi hasta varias décadas después, y poder de esa forma hacer o deshacer con total libertad nuevas historias propias al antojo de los nuevos propietarios de la franquicia, librados de esa pesada carga de lustros de aportaciones, algunas excelentes, otras buenas, pero algunas otras mediocres cuando no malas.

Ante la estupefacción de legiones de fieles seguidores del universo de George Lucas desde sus inicios, personajes tan queridos e interiorizados como Kyle Katarn, Mara Jade, el Gran Almirante Thrawn, Gilad Pellaeon o la almirante Natasi Daala simplemente dejaban de existir por la tajante decisión de los nuevos amos de la franquicia, pero alabada sea la Fuerza, la postura de Disney respecto al Universo Expandido ha oscilado en los últimos tiempos desde ser enterrado para siempre a un quizás vale la pena traer de vuelta algunas cosas.

“La historia se mueve, capitán. Aquellos que no puedan mantener el ritmo se quedarán atrás, para ver desde la distancia. Y aquellos que estén en nuestro camino no podrán ver.”

Gran Almirante Thrawn a Gilad Pellaeon

El propio empeño de los fans y la aceptación del nuevo público, ha acabado demostrando que el material producido durante más de treinta años no era tan olvidable. Por un lado había dejado una marca indeleble en legiones de fans que sintieron morir algo en su interior cuando Disney decidió volar por los aires el Universo Expandido cual Estrella de la Muerte sobre el cielo de la luna de Endor, y por otro lado, en el canon olvidado de Star Wars Legends había suficientes personajes con un carisma incuestionable que bien merecían su rescate para ser reincorporados al canon oficial.

Es gracias a las propuestas de jóvenes y nuevos creadores, que se nota a la legua que durante los años oscuros chuparon suficiente Universo Expandido en todo su esplendor, que algunos de los personajes citados líneas más arriba (incluido el propio Thawn) han sido rescatados. En esta categoría de santos apóstoles que han traído de vuelta del olvido personajes, materiales e incluso historias enteras del Universo Expandido, destacan Jon Favreau y Dave Filoni, los cuales estoy convencido que pasaron gran parte de su adolescencia dándole al juego de rol de Star Wars editado por West End Games (del que algún día prometo que hablaremos…).

Así, ya en series de animación con su firma, como Star Wars Rebels, se devolvió al canon oficial al Gran Almirante Thrawn, posiblemente uno de los más carismáticos personajes del Universo Expandido, pero es que además como realizadores responsables de la más reciente y excelente The Mandalorian (2019), importantes sucesos completos del antiguo lore de Star Wars como las Guerras Mandalorianas, fueron traídas de vuelta, así como otros icónicos personajes como Ahsoka Tano (Rosario Dawson) o Bo Katan (kate Sackhoff) fueron llevados a la acción real.

Un giro tan pronunciado respecto a la política del Universo Expandido enardece las esperanzas de legiones de fans (entre las que me incluyo) que no renuncian a ver de vuelta a personajes tan añorados como Mara Jade, y los cada vez más crecientes rumores de que la última trilogía de J.J. Abrams podría desecharse como un despropósito que nunca debió ocurrir parecen apuntar firmemente en esa dirección. ¡Ojalá la Fuerza lo procure!

En todo caso, lo que hasta hace poco fue el Universo Expandido llamado ahora Legends, se dividía en varias etapas que cuentan el tiempo sobre un hecho que parte la cronología entera en eras anteriores (ABY) o posteriores (DBY) a la Batalla de Yavin. Resulta llamativo que en más de 25.000 años de historia galáctica ese sea el hecho diferencial que parte en dos la cronología entera de su universo… evidentemente en este caso referirse a un suceso de la trilogía clásica por todos conocido es más bien una cuestión práctica. Así, las principales eras en las que se divide el tiempo en el Universo Expandido son:

  • Era Pre-República (-- 25.053 ABY): Aparición de las razas más antiguas de la galaxia en los albores de la creación. Los sucesos más destacables de este periodo vienen dados de la mano de la invención del viaje hiperespacial y de la construcción de estructuras masivas que han perdurado hasta la edad estelar más reciente, como la estación Centralia o las Fauces de Kessel.

  • Era de la Antigua República (25.000 - 1.000 ABY): La fundación de la primera república galáctica, conocida como Antigua República, marca la fecha de inicio de esta era. Los orígenes de una Orden Jedi en un estadio muy primitivo se remontan a esta remota edad, con algunos de los primeros Jedi recordados como Ulic Qel Droma y Nomi Sunrider. Aparición de la Orden Sith y florecimiento de la Antigua República durante la gran expansión por miles de mundos.


  • Era del Alzamiento del Imperio (1.000 - 0 ABY): Hacia el año 23ABY, tras la llamada Paz de los mil años, la corrupta República galáctica se sume en la decadencia. Una complaciente Orden Jedi más rígida y burocrática olvida su principal motivo de existencia, velar por la paz de los mundos de la galaxia, y no ve alzarse la sombra que se cierne sobre ella. Durante este periodo tienen lugar los hechos principales de la trilogía de precuelas de George Lucas. La Orden Sith extinta resurge mientras la Orden Jedi es prácticamente exterminada. Se produce el Alzamiento del Imperio y exilio de importantes maestros Jedi como Yoda o Obi Wan Kenobi. Los hijos de Anakin Skywalker son separados y ocultados. El Imperio se descubre como un gobierno brutal y represor que despierta más y más descontento, surgiendo una rebelión como respuesta fundada por antiguos miembros del senado como Bail Organa y Mon Mothma. La llamada Batalla de Toprawa, poco antes de los hechos de Yavin, dan lugar al inicio de la Guerra Civil galáctica entre el nuevo Imperio y creciente Alianza Rebelde.


  • Era de la Rebelión (0 - 5 DBY): Este es el período por excelencia que describe los hechos ilustrados en la trilogía de películas clásica. Guerra abierta entre el Imperio y la llamada Alianza Rebelde, cuya causa se extiende con la victoria decisiva sobre el Imperio con la destrucción de la primera Estrella de la Muerte sobre la cuarta luna de Yavin por un joven desconocido de Tatooine llamado Luke Skywalker. Se encarga al lord Sith Darth Vader aplastar la Rebelión. El Imperio obtiene una importante victoria contra la Alianza Rebelde al desmantelar su cuartel general en el planeta helado de Hoth. Skywalker va en busca de Yoda, el maestro Jedi y se enfrenta en Bespín a Vader, afrontando su destino. El Emperador emprende la construcción de una segunda Estrella de la Muerte sobre la luna de Endor. En un ataque desesperado, la flota Rebelde planea un asalto contra la nueva estación de combate, encontrando una trampa que puede representar su destrucción: la estación de combate es plenamente operativa y un gran contingente de la flota Imperial aguarda el ataque. De forma milagrosa, cambian las tornas y la segunda Estrella de la Muerte es destruida por un grupo de pequeñas naves de caza que penetran en su núcleo y provocan una explosión en cadena que destruye la estación. Anakin Skywalker es redimido por la intercesión de su hijo Luke. El Emperador Palpatine fracasa de esta forma en atraer al hijo de Skywalker hacia el lado oscuro y el caos se apodera de la flota Imperial. Las unidades supervivientes de la diezmada flota se retiran hacia el Núcleo galáctico para reagruparse en el sistema Annaj. Cuando se propagan las noticias de la decisiva victoria rebelde, miles de mundos se levantan contra la ocupación imperial. Algunas novelas y/o videojuegos como Sombras del Imperio se ambientan en este periodo, encontrando carismáticos personajes como el Príncipe Xizor de la críptica organización criminal del Sol Negro, Kyle Katarn, uno de los más célebres comandos rebeldes y a la postre cabellero Jedi, o el contrabandista Dash Rendar.

  • “Todo aquello que ha sucedido ha sido de acuerdo con mis designios. Tus amigos allá en la luna santuario se dirigen hacia una trampa, lo mismo que tu flota rebelde. Fui yo quien permitió que la Alianza conociese la localización del generador de fuerza. Está muy a salvo de tu patética banda. Toda una legión de mis mejores tropas les esperan. Oh, mucho me temo que el blindaje deflector estará en perfecto funcionamiento cuando lleguen tus amigos...”

    Emperador Palpatine - El Retorno del Jedi


  • Era de la Nueva República (5 - c. 24 DBY): El vacío de poder dejado por el Imperio es ocupado por la heredera de la Alianza Rebelde, la Nueva República, cuyo objetivo es restaurar la forma de gobierno que había regido la galaxia durante milenios, así como restaurar la Orden Jedi con Luke Skywalker, uno de los últimos Jedi, convertido en su maestro para difundir lo que había aprendido de Yoda. Pese al triunfo de la Alianza Rebelde, el Imperio no desaparece de un día para otro, y controla aún vastas regiones de la galaxia dominadas por caciques (moff) locales y señores de la guerra. La Nueva República como gobierno ya legítimo sigue combatiendo al Remanente Imperial en su lucha por la liberación de múltiples mundos. Muchas de las mejores novelas del Universo Expandido, así como muchos cómics, se ambientan en este periodo y dieron lugar a los principales sucesos de los primeros años de la Nueva República y a la creación de algunos de los más memorables personajes, destacando sin duda al Gran Almirante Thrawn como uno de los adversarios más formidables de la Nueva Republica, la historia del cual daría para escribir un artículo aparte y que fue devuelto al canon gracias a su aparición en Star Wars Rebels (alabada sea la Fuerza, era demasiado bueno para descartarlo para siempre así como así).Con novelas entre geniales, muy buenas, y otras no tanto (por no decir con algunas mediocres tirando directamente a malas), este periodo destaca también por la primera aparición de otros personajes como Mara Jade, la misteriosa agenda llamada Mano del Emperador, o Natasi Daala, la brillante almirante amante de Tarkin, como otros grandes antagonistas que tendrían una gran evolución y recorrido dentro de las historias del Universo Expandido. En esta era de transformación de la Alianza Rebelde en un gobierno consolidado en forma de Nueva República, se suceden además hechos tan destacables (aunque esperados) como la boda de Han y Leia o el nacimiento de sus hijos: Jacen, Jaina y Anakin, que muy difícilmente podrán volver a ser algún dia parte del canon oficial… o finalmente, la boda entre Luke y Mara.

  • “Un Imperio en guerra consigo mismo es tan débil como un Imperio en anarquía, y no tengo ningún interés en gobernar un caparazón vacío”

    Almirante Natasi Daala


  • Era de la Nueva Orden Jedi (c. 24 - 37 DBY): Es a partir de la era de la Nueva Orden Jedi cuando los hechos empiezan a desmadrarse en el Universo Expandido, dando una vuelta de tuerca bastante controvertido con el que no todos los seguidores hasta entonces de las nuevas aventuras del universo iniciado por George Lucas estarían de acuerdo. De hecho todo este periodo cubre temporalmente el arco argumental más extenso del Universo Expandido, que es el que comprende la invasión de una raza alienígena llamada yuuzhan vong, venida más allá de los confines de la galaxia y que pone en entredicho la misma naturaleza de la Fuerza, pues se trata de seres ajenos a esta, cuya tecnología no se basa en máquinas inertes si no en entes vivos y cultivados con el objeto de convertirse en naves, armas o todo tipo de utensilios biológicos. Los yuuzhan vong como nueva amenaza, se descubren como una raza absolutamente despiadada que no tiene ningún tipo de reparo en devastar mundos completos sin despeinarse, llegando a tomar Coruscant, el planeta capital de la galaxia, durante los hechos narrados en las más de veinte novelas que componen este arco argumental. No haré spoiler de hechos muy heavies que ocurren a lo largo de más de veinte novelas que cubren años de guerra contra la raza alienígena, pero decir que poco menos no queda títere con cabeza sería en el mejor de los casos quedarse corto. Por algunos de esos hechos “what the fuck” al mejor estilo Juego de Tronos y la recuperación o evolución de algunos personajes míticos como el imperial Gilead Pellaeon, puede decirse que bastantes de las novelas que conforman este monstruoso arco argumental tienen su interés, pero cierto es también que algunas otras no son más que relleno.

  • “No es su galaxia. Simplemente la han infestado por un tiempo. Hemos llegado a poner fin a la infección, en nombre del glorioso Yun-Yuuzhan.”

    Guerrero Yuuzhan Vong


  • Era del Legado (37 DBY – Sin final definido): Esta era describe los años de reconstrucción tras la devastación provocada en toda la galaxia por la guerra yuuzhan vong. Durante la guerra, habían surgido también discrepancias en la nueva Orden Jedi sobre cual había de ser el papel de estos respecto a la guerra y la lucha contra los vong, hecho que provocó diversas corrientes de pensamiento al respecto representadas por importantes caballeros Jedi como Kyp Durron y Jacen Solo. Lo que teóricamente debía ser un nuevo periodo de paz duradera tras una larga guerra que había asolado la galaxia, dio paso a un nuevo imperio galáctico y el resurgir de la Orden Sith. La familia Skywalker sigue siendo protagonista, cerrando así el círculo iniciado con el alzamiento del primer imperio.

En conclusión, somos muchos los que nos tomamos en su día como un atropello la decisión de Disney de acabar con este rico universo con la excusa de la libertad creativa. Por suerte, esa posición parece que está siendo reconsiderada mediante la reincorporación al canon de algunos personajes y sucesos, pero aún y con eso, la vuelta de muchos de ellos será muy difícil. Personalmente no pierdo la esperanza de que muchas de las historias que valían la pena del Universo Expandido se recuperen por ejemplo en forma de series televisivas a lo universo paralelo con el sello de Star Wars Legends. El capítulo de Star Wars Rebels sobre El Velo de la Fuerza podría ser una pista sobre ello… ojalá.

Como me apetece escribir en este blog otros artículos sobre Star Wars en general y el Universo Expandido en particular, creo que era necesaria esta introducción. ¿Y tu retrovidente, conocías ya el Universo Expandido de Star Wars ¿Cuáles son tus historias favoritas y cuales querrías que se recuperaran en el canon? ¿Crees que algún día veremos series de televisión recuperándolas como leyendas de Star Wars? ¡Dinos lo que piensas!

miércoles, 24 de marzo de 2021

Evasión o Victoria: El partido de la muerte

¿Qué tal si hoy hablamos de futbol? ¡Es broma! Pero como tengo por costumbre de hacer de vez en cuando, el otro día volví a escoger una nueva película clásica a retrovidear y la seleccionada esta vez fue Evasión o Victoria (Victory, John Huston, 1981), una mezcla a priori imposible entre cine bélico y hazañas deportivas, por lo que en honor a la verdad este artículo si que va a parecer una crónica balompédica.

Justamente ahora que estoy enfrascado en la escritura de estos artículos cada vez que reviso una película que encaja con la temática de La Retrovisión, se me ocurrió tras su visionado realizar el ejercicio de buscar y leer algún comentario de otros blogueros que hubieran escrito sobre esta atípica cinta bélica. Algo sorprendente es que más allá de las opiniones que se pueden encontrar en páginas generalistas como FilmAffinity, otra de las menciones que encontré que más me llamaron la atención fue en un blog de otro cinéfilo de opinión totalmente negativa sin paliativo alguno.

Sin ser tampoco ninguna maravilla, una crítica de tanta dureza me pareció igualmente inmerecida. Curiosamente, más que en webs de cine, de Evasión o Victoria se habla bien en blogs deportivos, donde la cinta de John Huston es celebrada por su acertado retrato del deporte que ilustra y en donde se habla más en detalle de los jugadores profesionales que participaron en la película y su relación con otros actores como con Michael Caine, con el que hicieron buenas migas (y wiskis al anochecer).

Sin duda puedo estar de acuerdo que en comparación a otras obras del ya veterano por aquel entonces John Huston, como El tesoro de Sierra Madre (1948), La reina de África (1951) o El hombre de Mackintosh (1973)… Evasión o Victoria no puede dejar de considerarse como una caprichosa obra menor. Estas obras, más de corte personal o centradas en una historia que por alguna razón su realizador quiere contar, suelen ser bastante a menudo maltratadas y despreciadas por público, crítica o ambos.

Salvando las distancias, pues realmente detrás de la propuesta de John Huston había un claro interés comercial que trataba de explotar la figura de Pelé y el notable crecimiento de aficionados al fútbol que se estaba produciendo a principios de los ochenta en los Estados Unidos, el caso de Evasión o Victoria me puede recordar a otros como el de Tormenta Blanca (White Squall, 1996) de Ridley Scott, película de un director ya consagrado y que podía permitirse ya hacer lo que le viniera en gana.

Que a John Huston se le antojase dirigir una película bélico-deportiva cuando en realidad no tenía mayor interés personal por el futbol, vino dado por su amistad con “O Rei” Pelé, sin la cual Evasión o Victoria nunca hubiera existido. Lo bueno, es que posiblemente sea de las pocas películas de temática futbolera dignas de ser vistas, o que por lo menos en cierta forma captura de una forma encomiable el ambiente entorno al deporte rey, razón por la que es tan bien recordada.

Como productora a financiar la aventura, la Paramount Pictures dio su beneplácito al excéntrico proyecto de Huston al darse cuenta del seguro filón en taquilla que la presencia de Pelé garantizaría. Siendo por aquella época Huston una de las últimas leyendas del Hollywood clásico, al director, ya prácticamente jubilado, se le dio licencia para rodar lo que hoy en día equivaldría a una película de amigotes, con una única condición impuesta por la Paramount: que un pujante Sylvester Stallone se uniera al reparto… así que lo único que había que hacer era buscarle un papel.

Resolviendo esa pequeña exigencia de guion, se trataba de hacer una película con Pelé como estrella del reparto (con permiso de Stallone y los veteranos Caine y Sydow), así que solo faltaba encontrar una buena historia que diera algo de épica a la cinta. Et voilà… los hechos reales alrededor de un partido de futbol que tuvo lugar entre prisioneros y soldados durante la Segunda Guerra Mundial se perfilaba como el contexto perfecto. Aunque eso sí, esta versión sería narrada de una forma inverosímilmente edulcorada, en una de esas cintas bélicas de antaño en las que se presentaba a los nazis como individuos más o menos razonables.

“Las naciones deberían resolver sus diferencias en un campo de futbol; sería más civilizado.”

Coronel von Steiner - Evasión o Victoria

La historia real entorno a la que gira el argumento de la película, se refiere al llamado Partido de la Muerte, celebrado el 9 de Agosto de 1942 en el estadio Zenit de Kiev entre un equipo de prisioneros de guerra (FC Start) y otro formado por soldados de la guarnición alemana de la Luftwaffe (Flakelf). Lo más destacable, es que los que componían la alineación del FC Start no eran unos prisioneros de guerra cualquiera, sino que este estaba formado por veteranos del Dinamo y el Lokomotiv de Kiev, jugadores profesionales antes de la invasión alemana de la Unión Soviética que se vieron obligados a tomar las armas ante la invasión alemana y acabaron siendo capturados y presos durante la ocupación.

En una liguilla que se jugaba en la Ucrania ocupada, durante semanas y pese a la malnutrición que padecían, los miembros del FC Start habían ganado todos los partidos que habían jugado contra guarniciones locales. El 6 de Agosto de 1942 ganaron al Flakelf, un equipo compuesto por miembros de la guarnición de la Luftwaffe, y estos pidieron una revancha que se jugaría tres días después, el 9 de Agosto, en el estadio Zenit de Kiev.

Bien claro se dejó a los jugadores del FC Start que las represalias serían brutales si esta vez no se dejaban ganar por el equipo alemán, pues esas victorias representaban un intolerable desafío que podía socavar la moral alemana. Que el partido de vuelta fuese a ser pitado por un oficial de las Waffen-SS ya deja clara la flagrante falta de imparcialidad.

Lejos de dejarse amedrentar, los jugadores del FC Start decidieron jugar como siempre, proponiéndose jugar de la forma que habían ganado a todos los rivales con los que se habían cruzado hasta el momento en esa inocente liguilla de guarniciones. Así, pese al juego agresivo de los alemanes y las faltas cometidas por estos desde el primer minuto (evidentemente ignoradas por el árbitro comprado), el FC Start consiguió de nuevo imponerse al Flakelf por 5-3, y las consecuencias no se hicieron esperar.

Pocos días después de la finalización del partido, muchos de los jugadores fueron detenidos y torturados por la Gestapo bajo falsas acusaciones de espionaje y pertenencia al NKVD (el servicio de inteligencia soviético), para ser a continuación enviados al campo de concentración de Syrets. En aquel lugar, solo tres de los jugadores participantes en el Partido de la Muerte sobrevivirían hasta la liberación.

Fue después de la guerra con la divulgación del relato del Partido de la Muerte por los supervivientes del FC Start, que esta historia se convirtió en un ejemplo de dignidad deportiva y resistencia que sería popularizada y recordada como tantas otras historias tras el final de la contienda hasta que fuera llevada al cine. A este respecto poco se sabe, pero es que Evasión o Victoria fue en realidad un remake, pues la película húngara Match en el Infierno (Zoltán Fábri, 1961) fue la primera en llevar a la gran pantalla esta historia.

Quizás como homenaje a los hechos reales, John Huston en su cinta se llega a hacer eco de los jugadores reales del Dinamo de Kiev, que son “rescatados” del campo de prisioneros de guerra en el Este en el que se encontraban recluidos para ser fichados como jugadores de la alineación del equipo de naciones aliadas que deberá enfrentarse a la selección alemana. Triste aspecto con los que aparecen estos, como sutil referencia a las calamidades sufridas por las que apenas tienen fuerzas ni para mantenerse en pie.

Con tan funesta inspiración, Evasión o Victoria no deja de ser una edulcorada fábula épica que recuerda vagamente los hechos reales en la que está basada. En la ficción la historia empieza cuando Von Steiner (Max von Sydow), un caballeroso y digno oficial de la Wehrmacht que, casualidades de la vida había sido jugador profesional de futbol antes de la guerra, visita un campo de prisioneros de guerra aliados que más que una cárcel parece un club de campo.

Siguiendo con la cadena de casualidades, Von Steiner observa jugar al futbol a los prisioneros, y como el mundo es un pañuelo, justamente reconoce entre ellos a un antiguo contrincante del terreno de juego, John Colby (Michael Caine), con el que tras entablar una palabras recordando sus tiempos de gloria, decide que montar un partido de futbol entre soldados alemanes de la guarnición y los prisioneros del campo sería una genial idea para levantar la moral y estrechar lazos. Lo más normal del mundo, vaya.

Argumento totalmente inverosímil donde los haya, pero es que así eran antes algunas películas bélicas sobre la Segunda Guerra Mundial, con escasez de tremendismo, pero llenas de respetables oficiales prusianos y argumentos como este rayanos en el absurdo. Esta combinación, impensable hoy en día por su incorrección política, ha dado lugar a disparates como esta Evasión o Victoria, o como a Los violentos de Kelly (Kelly’s Heroes, Brian G. Hutton, 1970) por citar otra perlita de cine totalmente irreverente.

El caso es que al buen prusiano, tal como era de esperar, el asunto se le acaba yendo de las manos al comentarlo con sus superiores, que ni hartos ni perezosos ven una fantástica oportunidad propagandística en organizar un partido a bombo y platillo en el que se demuestre la superioridad racial alemana en un partido frente a las naciones aliadas con cuanto más público mejor... y es que de propaganda el III Reich sabía un rato.

Así, lo que lo que iba a ser una pachanga entre prisioneros y soldados del campo se acaba convirtiendo en el partido del siglo, que demostrará de forma indiscutible la superioridad aria, y que se jugará en el estadio olímpico Yves-du-Manoir (estadio de Colombes en realidad) en París ante nada menos que 50.000 espectadores (extras enrolados a base de bocadillos gratis y falsas promesas de gloria vestidos a lo fiebre del sábado noche… ¡compruébese observando en detalle las escenas en primer plano del público y su poco guerrillero atuendo!).

Siendo el partido el momento cumbre del metraje que todos estábamos esperando, el dilema sobre escapar a media parte o quedarse a humillar a los malditos boches en una segunda parte en la que habrá que tirar de épica, se planteará gracias a los esfuerzos previos de Robert Hutch (Sylvester Stallone) por contactar con la Resistencia Francesa. Robert Hutch… bufón del grupo y anticristo del balón, un canadiense que no tiene pajolera idea de futbol y cuyo único interés consiste principalmente en escapar del campo como sea.

Lo cierto es que el personaje de Stallone desentona con la piña formada por la soldadesca aliada como si de un pulpo en un garaje se tratara, y es que la forzada e impuesta participación del potro italiano en el reparto se manifiesta en un papel que destaca más como un pegote en el guion que como una trama que sea necesaria para la historia, con rocambolescas situaciones que justifiquen una participación impuesta que realmente no era imprescindible para contar la historia… pero aun así lo queremos igual.

Sea como sea, es gracias a los escarceos de fuga de Robert Hutch con sus entradas y salidas del campo de prisioneros (hilarante escena de cabeza flotante a la salida de las duchas), que se fragua un plan de evasión grupal tras entrar este en contacto con la Resistencia Francesa: un escape de todos los jugadores aliados a la media parte del encuentro directamente desde el vestuario del equipo visitante del parisino estadio…

Un plan con el que en principio estaban todos de acuerdo, es cuestionado por el pique generado durante la primera parte del encuentro, lo que lleva al equipo aliado a decidir entre aprovechar la oportunidad para huir, o intentar dar la vuelta al desmotivador resultado de la primera parte con las consecuencias que ello conlleve, es decir, elegir entre evasión… o victoria (¡Y vaya spoiler el título original! ¿O quizás no hubo ni una cosa ni la otra?)

El resultado final de tan inverosímil argumento, acaba siendo algo que solo puede ser calificado de un aún emocionante y encantador disparate: el oficial alemán Von Steiner (Max von Sydow) ignorando la ortodoxia política aria y aplaudiendo la chilena cumbre de Pelé, el público de Colombes entonando la Marsellesa, la camiseta del equipo aliado calificada como una de las más bellas que ha vestido nunca un equipo de futbol… son flashes demasiado épicos como para ser olvidados a la ligera, con una conclusión tras el 4-4 con el mandatorio minuto de gloria de Stallone tras el que se deja a la imaginación del espectador si realmente la evasión fue finalmente posible.

Uno de los apartados más destacables de Evasión o Victoria, es su reparto, no solo por la presencia de grandes de la interpretación como Michael Caine o Max von Sydow, sino por la participación en el metraje de estrellas del fútbol de la época como Bobby Moore, Paul van Himst, Osvaldo Ardiles, Kazimierz Deyna o el mismísimo Pelé, como maestro coreógrafo futbolístico, entre otros.

En referencia a las coreografías, no puedo dejar de citar aquí la escena en la que Pelé, aún manco previa entrada rompe piernas de la industria pesada alemana que diría Andrés Montes, se mea a lo Maradona en la Mano de Dios a todo el equipo alemán para acabar anotando uno de los goles más épicos del encuentro, a culminar con el otro momento de lucimiento de Stallone, que acaba desatando la locura con un empate que sabe a victoria.

Pero cuidado, porque quizás el partido aún no haya terminado, y es que el español Jaume Collet-Serra, afincado en Hollywood y director de Sin identidad (2011), Infierno azul (2016) o El pasajero (2018), se postularía como realizador del posible remake planeado para este año 2021... Pese al morbo que me produce pensar en ver a Messi o Cristiano en el lugar de Pelé, cada vez tengo más claro que la falta de nuevas ideas lleva una y otra vez por el afán de hacer caja a profanar clásicos con remakes totalmente innecesarios, con agravante añadido de que en este caso estaríamos hablando ya del remake de un remake…

¿Y a vosotros retrovidentes que os parece la película de John Huston? ¿Creéis tanto como yo que un remake de este clásico de la épica deportiva es totalmente innecesario u os puede el morbo de ver a Messi y Cristiano en el mismo equipo como parte de la nueva alineación del equipo aliado? Déjanos tus comentarios y dinos a quien te gustaría ver en una nueva versión de Evasión o Victoria, ¡nos vemos en la próxima entrada de La Retrovisión!

martes, 23 de marzo de 2021

Conan: Lo que no te mata te hace más fuerte

Conan (John Milius, 1982) es perfecta. Así de rotunda es mi opinión sobre la obra de adaptación dirigida por John Milius para el personaje creado en los años treinta por el escritor estadounidense Robert E. Howard, contemporáneo y amigo por cierto de otro grande, Howard Phillip Lovecraft.

“En aquellos tiempos, cuando los océanos separaron el Atlantis, y surgió el amanecer de los soles de Aries, hubo una época increíble en la que Conan estaba destinado a llevar la joya de la corona de Aquilonia sobre unas tierras en peligro. Sólo los suyos fueron los que muy particularmente pudieron contar su saga. Yo quiero contar todo sobre aquella época de suma aventura...”

Voz en off - Conan

Perfecta no porque no diga yo, si no porque tiene todos los ingredientes precisos que la convirtieron no ya solo en el modelo de cine de aventuras épico de espada y brujería en el que otras obras menores (y en ocasiones malas) se inspirarían, si no en una de las mejores películas de los ochenta trascendiendo su propio género, y en una obra de culto de lo mejorcito (con permiso de Terminator) del repertorio de su protagonista.

Y es que efectivamente, fue Conan la cinta que lanzó al estrellato a un hasta entonces casi desconocido Arnold Schwarzenegger que a lo sumo había participado con pequeños papeles en olvidables producciones como Cactus Jack (The Villain, 1979) e incluso antes en otras con el pseudónimo de Arnold Strong, en un claro intento de obviar su impronunciable apellido. Conan apareció como el personaje escrito a medida para este Mister Olympia (1975), campeón de culturismo: un superhombre de Nietzsche parco en palabras, que no llora, pero que toma aquello que quiere (“cuando quieres algo, lo ves, vas y lo coges”) y cuyo lema de vida es “aplastar enemigos, verlos destrozados y oír el lamento de sus mujeres”.

Y es que el hecho de que la cinta de John Milius sea tan venerada es porque más allá de ser el referente del cine épico de aventuras refleja una filosofía y profundidad inéditas en el género, en el que no solo ya cada personaje del primero al último tiene su razón de ser, sino que desarrolla una cosmovisión propia basada en la más pura filosofía nihilista. Esta impregna la obra de una brutalidad pragmática y directa difícilmente rebatible, y es que no se anda con rodeos: en este caso el desarrollo lineal, simple, directo y brutal es una virtud.

Con una factura técnica cinematográfica impecable y fotografía que ha estado cuidada al mínimo detalle para dar resultado a una obra irrepetible, la mencionada filosofía se desarrolla desde el primer minuto y la lapidaria entrada con la cita de Nietzsche: “lo que no te mata de hace más fuerte”. Y en eso consiste gran parte de la primera mitad del metraje, con un guion perpetrado por un joven Oliver Stone que se forjaba una carrera en Hollywood, y revisado finalmente por el propio John Milius (por suerte, ya que muchas de las escenas que hoy conocemos mucho hubieran cambiado, sobre todo porque Stone quería ambientar la trama en un futuro post-apocalíptico plagado de mutantes) impregnado de ese nihilismo pero regado también de su propia mitología (Crom, el culto a Set, los titos paganos, las espadas sagradas y el culto al secreto del acero, las orgías, los reyes de antaño, su propia versión del mito de Prometeo…).

“El fuego y el viento vienen del cielo, de los dioses del cielo, pero Dios es Crom, Crom que vive en la tierra. Antes los gigantes vivían en la tierra, Conan, y en la oscuridad del caos engañaron a Crom y le arrebataron el enigma del acero. Crom se irritó, y la tierra tembló. El fuego y el viento derribaron a aquellos gigantes y arrojaron sus cuerpos a las aguas. Pero en su ira, los dioses olvidaron el secreto del acero y lo dejaron en el campo de batalla. Nosotros lo encontramos. Sólo somos hombres, ni dioses ni gigantes, sólo hombres. Y el secreto del acero siempre ha llevado consigo un misterio. Tienes que comprender su valía Conan, tienes que aprender su disciplina. Porque en nadie, en nadie de este mundo puedes confiar, ni en un hombre, ni en una mujer, ni en un animal. En esto sí puedes confiar..."

Padre de Conan - Conan

Protagonistas principales y secundarios apuntalan así mismo este simple pero efectivo guion. Todos los personajes, desde sus protagonistas al más secundario tienen su razón de ser y rasgos en los que no se necesita profundizar para componer un elenco de lo más variopinto en el que ningún carácter es prescindible. Algunos de ellos son llanamente memorables como Thulsa Doom (James Earl Jones), un atípico antagonista devoto de la búsqueda del conocimiento, un místico, un maestro ascético , una “fuente de la que tu manas”, que deja escenas para el recuerdo con ese parsimonioso deleite e hipnótica mirada de ojos verdes en la que a media vuelta decapita a la madre de Conan (si, interpretada por Nadiuska), con el niño aún cogido de la mano (en el que se bromea siempre con que quizás sea el mejor papel de Jorge Sanz).

Y si Thulsa Doom sobresale junto a sus lugartenientes por razones de peso, pues pocas veces se da la circunstancia de que el malvado sea más carismático que el propio protagonista, no menos épicos son algunos otros compañeros: Valeria (Sandahl Bergman, una mujer fuerte), la contraparte femenina de Conan, Subotai (Gerry López, ladrón… ¡y arquero!), el Mago (Mako, los dioses te maldigan) o el rey Osric (Max von Sydow) con su prostituida hija, rescate de la cual al fin es entorno al que gira el argumento (serpientes… ¡por todas partes!).

Conan es además una película muy ligada a España, no solamente porque su estreno mundial se realizó en Madrid (como plato fuerte final de la ceremonia de los Fotogramas de plata de 1982) sino porque además muchas de sus localizaciones de rodaje se realizaron aquí: cerca de Segovia, en el particular paisaje de la ciudad encantada de Cuenca (“entra… aquí hay fuego…”) o en el desierto de Tabernas de Almería donde se grabó la mítica escena del Árbol del Infortunio. Hasta tiene gracia que se hable del reino hiborio de Zamora (civilización, ¡antigua y malvada!) teniendo en cuenta todas las ubicaciones patrias.

Más allá del guion, las localizaciones o sus personajes, mención aparte merece la mayor joya de la obra de John Milius, su banda sonora, una partitura digna de una ópera wagneriana que puede llenar minutos y minutos de metraje sin que se pronuncie una palabra, ni que falta haga. Simplemente con la fuerza evocadora de su triunfal épica de fanfarrias y coros en oscuros lenguajes paganos, no en vano la creación de Basil Poledouris es considerada por méritos propios como una de las mejores y más influyentes piezas de la historia del cine, con temas absolutamente arrolladores como Riders of Doom con sus coros, o esos mismos inquietantes coros entonando los cánticos del tema de la orgía en el que Thulsa Doom se transforma en serpiente. La banda sonora se desenvuelve, así, como un elenco de inspiradas piezas que sirven a la perfección y realzan la potencia visual de la cinta fotograma a fotograma. Música hecha con amor por y para encajar a la perfección con el metraje.

Pese a todas las virtudes aquí expuestas, la crítica profesional en su día la denostó. Algunos detractores podrán hablar de que la obra es un conjunto coral fallido que si se sustenta es gracias a la genialidad individual de algunos de sus creadores: Milius, Howard, Poledouris… o que la caracterización de Conan no es fiel a los cómics o relatos originales de Robert E. Howard. Argumentarán en ese sentido que se hace un retrato más bien estúpido del cimmerio (cosa con la que no estoy de acuerdo en absoluto) limitado por las supuestamente escasas dotes interpretativas de Arnold. Incluso que se quiere dar una pátina de pretensiones y profundidad a lo que siempre había sido un personaje más bien marginal y buscavidas tanto en los relatos originales (bastante gore) de los años treinta como en cómics que popularizaron más el personaje en los años sesenta…

El primer largometraje de lo que debía ser una trilogía sobre el personaje de Robert E. Howard, continuó dos años más tarde con la olvidable Conan el Destructor (1984), cuyo estrepitoso fracaso de crítica y taquilla acabaron con la franquicia, estando Arnold además embarcado ya en otros proyectos como Depredador (1987). El atentado perpetrado por Jason Momoa (Conan el Bárbaro, 2011) como intento de reflotar la franquicia seguramente la acabó hundiendo del todo, y aunque nunca perderé la esperanza de acabar viendo de nuevo al austríaco encarnando a un anciano Conan (Conan Rey, la hipotética película que el propio Schwarzenegger asegura que quiere protagonizar), cada vez me parece menos posible que acabe viendo la luz… “pero esa es otra historia”.

Más allá todas las críticas, de las continuaciones fallidas y de las improbables secuelas, mi opinión personal de adolescente alienado (ya que la mantengo desde entonces) es que la obra de Robert E. Howard representada en el largometraje de John Milius constituye la plasmación perfecta en celuloide del concepto del superhombre de Nietzsche y sus instintos, un hombre liberado de las ataduras de la moral que se mueve por sus propios impulsos, al que se interpone un místico antagonista que busca el conocimiento más allá del secreto del acero.

¿Y vosotros queridos retrovidentes, qué opináis? ¿Amáis tanto como yo la cinta de aventuras épicas del intrépido cimmerio o no os parece para tanto? Esperamos vuestros comentarios opinando sobre este último artículo de La Retrovisión, y os esperamos en próximas entregas… ¡que Crom os sea propicio!

miércoles, 17 de marzo de 2021

Cuanto peor vayan las cosas, mejor le irá a usted

Érase una vez que hubo uno de los más famosos y exitosos directores del Hollywood del cine de aventuras de los años ochenta, que pese a ser el creador junto a su amigo George de algunos de los personajes más famosos de la historia del celuloide, sentía que estaba desperdiciando su talento, puesto que estaba destinado a algo más grande, a algo que debía servir para dar voz y testimonio definitivo del que fue el sufrimiento de un pueblo entero, un sufrimiento al que se conocería como Holocausto, sobre el pueblo elegido al que él pertenecía.

Hablo efectivamente de Steven Spielberg, rey Midas junto a George Lucas de una industria en la que ya desde los tempranos ochenta e incluso antes, daría lugar a grandes éxitos del nuevo cine como Tiburón, E.T, la franquicia de Indiana Jones o posteriormente la de Parque Jurásico. Su cine, caracterizado por ser un creativo entretenimiento familiar de evasión, no era pese a su éxito lo suficientemente trascendente para su creador, y tras algunas incipientes incursiones más o menos afortunadas (el enfoque de su película 1941 de 1979 es cuanto menos discutible) al conflicto bélico que definió el orden mundial del siglo XX, los noventa iban a ser la década en la que se volcase en proyectos de tal magnitud.

“No olvidarán pronto el nombre de Schindler. Hizo algo extraordinario, algo que nadie más hizo; llegó aquí sin nada, una maleta e hizo, de una empresa en quiebra una gran fábrica.”

Oskar Schindler - La Lista de Schindler

Es así como empezó a fraguarse el proyecto de La Lista de Schindler (1993) como tributo a los judíos de Oskar Schindler, largometraje por el que recibiría el Óscar a Mejor Película y Mejor director. Este a su vez se basó en la excelente novela El arca de Schindler (Thomas Keneally, 1982). Como comentaba, pese a que este no sería el primer acercamiento de Spielberg entorno a la Segunda Guerra Mundial (destacando ya en los ochenta, esta si de forma positiva, El Imperio del Sol, en 1987), la Lista de Schindler sería en palabras del rabino de Spielberg “el regalo a su madre, a su pueblo y en cierto sentido a sí mismo”.

La historia real de Oskar Schindler (1908-1974), que hacia el final de la guerra consiguió salvar a unos 1.200 judíos polacos, es representada por Spielberg en blanco y negro como el símil de la ausencia de color como representante de la misma ausencia de vida en sí que produjo el Holocausto, si bien algunas chispas de color como la famosa niña del abrigo rojo o la llama (de las velas iniciales y en realidad de cualquier llama que aparece en la película, fijaos) dan pie a metáforas con otras interpretaciones similares.

En esta historia hay tres partes claramente diferenciadas, que, si bien están escritas, interpretadas y dirigidas con indudable maestría en lo que sin duda constituye una de las obras cumbre del director, no están por ello faltas de justificada controversia. Así, de entrada, se nos presenta a un carismático Oskar Schindler (Liam Neeson), pícaro buscavidas mujeriego y elegante galán (lo que vendría siendo un auténtico fucker, vamos…), un contrabandista oportunista pero con corazón de oro a lo Han Solo con el que resulta imposible no simpatizar pese a su inicial filiación nazi y falta de escrúpulos en explotar personas para enriquecerse: ni más ni menos sus intenciones iniciales consisten en aprovechar la tragedia de la guerra y la caída en desgracia de los judíos como mano de obra esclava para enriquecerse lo máximo posible, para lo que no dudará en atraer hacia su magnética influencia toda la pléyade de jerarcas nazis que se convertirán en sus clientes.

Toda esta primera parte quizás sea la más amable del largometraje y puede resultar controvertida en tanto a mostrar una incluso demasiado edulcorada visión de la vida en el gueto de Varsovia, teniendo en cuenta sobre todo que es mostrada en cierta forma (y contrapuesta a su visión) a través de los ojos de un alemán (aunque sería más correcto puntualizar de un checo de etnia alemana) explotador de judíos.

Algunas de las escenas en cuanto a su ingenuidad resultan cómicas por el propio carácter de Oskar (el casting de secretarias, la visita inesperada de su esposa…) y otras estereotipan el mito del “eterno judío”: liante, fullero (esa escena de la iglesia y el betún en botes de cristal), trapichero, estraperlista… incluso dispuesto a beneficiarse pasando a formar parte del propio sistema de maltrato de sus congéneres (como sería el caso del policía judío Marcel Goldberg, no exento de claroscuros).

Por eso no dejo de ver todo este primer acto como una presentación sobre como las personas son capaces adaptarse a cualquier circunstancia, antes de que las cosas se vayan totalmente de madre, cosa que nadie quizás creía posible (ni los propios judíos), ante el dilema que la solución final proponía, si estos debían ser mano de obra esclava, o lo impensable (el exterminio), era la ilógica barbarie que se impondría.

Evidentemente conforme avanza la historia, el tono grave de la cinta va in crescendo y las situaciones más ligeras dan paso a la más cruda realidad tal y como se produjo de acuerdo con el testimonio de los propios supervivientes de Schindler y del Holocausto en general. El punto de inflexión para Oskar Schindler y su actitud respecto a lo que está ocurriendo a los judíos se produce precisamente con la visión de la niña con un abrigo rojo caminando sola por las calles del gueto durante su evacuación (y no será la última vez que la vea), e Itzhak Stern (Ben Kingsley), contable de la fábrica Emalia, empieza a actuar cada vez más como contrapunto que influye en la conciencia de Oskar. En este segundo acto la relación entre Oskar y Goeth (o Göth, Ralph Fiennes) es la que cobra mayor protagonismo, y en donde hechos cada vez más brutales, comienzan a sucederse con impropia naturalidad… y aún así Oskar aún habla de Goeth como ese encantador granuja mujeriego que tanto le recuerda a él mismo.

“Un hombre roba algo, le conducen ante el emperador, se hecha al suelo ante él, le implora clemencia... él sabe que va a morir, pero el emperador le perdona la vida, a ese miserable y deja que se vaya. Eso es poder, Amon... eso es poder.”

Oskar Schindler - La Lista de Schindler

Conforme la guerra va a peor, la espiral de locura aumenta (recuérdense aquí fatídicas escenas como la de la exhumación de cadáveres y soldados enajenados disparando a las piras en llamas) y la supervivencia es más difícil, pero Oskar está ya totalmente comprometido con los trabajadores de su fábrica, y si al principio su única motivación era ganar dinero a toda costa, su suerte final por querer salvar a tantos como sea posible será la ruina. Destacables e inquietantes escenas en ese segundo acto con las que nos encontramos son por ejemplo la del rescate in extremis de Hellen Hirsch (Embeth Davidtz) a la carta más alta, o esa inesperada visita al infierno y a las duchas de las mujeres de Schindler de la que milagrosamente salen indemnes.

La conclusión, más fabulística e idílica de lo que probablemente fue la realidad, retrata el final de la guerra y el empeño de Oskar junto a algunos colegas empresarios colaboradores (representando los “otros Schindler”, muchos otros empresarios, funcionarios o diplomáticos que no fueron tan famosos como Schindler pero que colaboraron en la salvación de cientos de vidas) en librar del horror a cuantas más personas mejor hasta el punto de llevarse las fábricas de los campos (con el absurdo coste que representaba) e instalarse en su Zwittau (República Checa) natal. Incluso en los momentos finales el corrosivo sentido del humor de Oskar sigue presente: “si alguna vez producimos un solo proyectil que se pueda disparar me llevaré un disgusto”.

Como criminal de guerra, pues en sus propias palabras: “Me he aprovechado de la esclavitud. Soy un criminal: a media noche ustedes serán libres y yo un perseguido” … al anunciarse la rendición incondicional de Alemania, Oskar debe huir con lo puesto ante la llegada del Ejército Rojo. Como despedida, un solo anillo hecho con el oro de los dientes postizos de Simon Jeret, uno de los judíos de Schindler, con una inscripción del Talmud: “Quien salva una vida, salva al mundo entero”, que lamentablemente se perdió entre los asientos del coche en el que Oskar partía hacia su exilio. El cierre en color con los supervivientes reales d ellos judíos de Schindler, algunos de los propios retratados en la obra de Spielberg acompañados por el actor que los interpreta, es el broche de oro final de homenaje a Oskar, enterrado como hombre justo en Monte Sion, el cementerio católico de Jerusalén.

Todo el metraje va íntimamente ligado a la ya inolvidable banda sonora, fruto de la colaboración de John Williams, un ya legendario y habitual colaborador de las películas de George Lucas y Steven Spielberg, entre otros, con el violín del intérprete israelí Itzhak Pearlman, descendiente de judíos polacos emigrados sobre las mitad de los años treinta a lo que sería el estado de Israel. De entre los siete premios Óscar ganados por la película, uno de ellos corresponde efectivamente a su banda sonora.

En conclusión, si bien el Holocausto ya se había mostrado con anterioridad en todo su abominable esplendor en otras producciones precedentes como Shoah (Claude Lanzmann, 1985, posiblemente la más conocida producción anterior a la Lista de Schindler) o El Triunfo del Espíritu (Robert M. Young, 1985, con unos enormes Willem Dafoe y Edward James Olmos), el mérito de Spielberg como influenciador de masas, fue acercarlo al gran público teóricamente con todo su realismo (si bien ya he hablado de cierta controversia o ingenuidad en ciertos momentos), hecho que se comprueba además con la aparición de obras posteriores que inciden en el tema con una mayor crudeza: La vida es bella (1999), La Zona Gris (2001), El niño del pijama de rayas (2008)…

¿Y a ti que opinión te merece la cinta del rey Midas de Hollywood? ¿Tuviste ocasión de vivir su estreno en el cine? Sabemos que algunos de nuestros retrovidentes ya tienen una edad (como este mismo que escribe…) y tuvieron la suerte de ver en primicia obras de culto hoy en día. Déjanos tus comentarios, y nos vemos en la próxima entrega de La Retrovisión.

lunes, 15 de marzo de 2021

One Hit Wonders

Dícese con esta expresión anglosajona, a todo aquel título musical único, ya sea de solista o grupo, que consiguió llegar al número uno de las listas de su tiempo para luego desaparecer para siempre jamás de la faz de esos tablones de éxito. En mi opinión algo fascinante, teniendo en cuenta que lo difícil pareciera que fuese llegar con un tema al número uno por primera vez cuando quizás el público no conocía a determinado cantante o grupo, pero son casos más frecuentes de lo que cabría esperar, y que muestran una y otra vez como el meteórico ascenso de desconocidos artistas acaba convirtiéndose muchas veces en fulgurantes descensos a los infiernos del olvido.

En algunos casos se trata de grupos que tras haber alcanzado el éxito con su primera canción, nunca fueron capaces ni siquiera de volver a acercarse a las primeras posiciones de una lista de éxitos musicales, aunque no son pocas las veces en que literalmente esos cantantes o grupos fueron únicamente capaces de producir una genial canción. La verdad no osaría opinar sobre qué caso es más raro, si fueron genios, visionarios o fue cuestión de suerte. Da que pensar que algunos simplemente tenían algo que decir y eso fue todo… no más temas y en muchos casos olvido absoluto de míticas canciones que hoy a duras penas cuesta recordar pero que si escuchamos todos (o casi) conocemos.

“Término utilizado a propósito de un artista o grupo musical cuya popularidad o éxito se debe únicamente a una sola canción.”

Wikipedia

Si bien esto era algo que venía pasando desde los años sesenta, fue durante los setenta y sobretodo en los ochenta en que el fenómeno se intensificó, sembrando estilos como el de la música disco de un rosario de incunables éxitos indiscutibles que sin embargo fueron flor de un día, precisamente un poco lo que viene a significar esa expresión de one hit wonder. Y el fenómeno por supuesto ha continuado hasta nuestros días, pudiendo encontrar ejemplos tan bizarros del pop nacional como Macarena (Los del río, 1992) o Asereje (Las Ketchup, 2002) con sus abrumadoras coreografías, a otros más recientes como el del Somebody that I used to know (Gotye, 2011).

Lo más fascinante de todo, es que pese a esos fugaces éxitos, son canciones más presentes en el imaginario colectivo que quizás otras de cualquier otro intérprete de mayor éxito o mayor calidad artística… véase si no como perviven los obscenos ejemplos de abominable arte pop nacional expuestos que conquistaron el mundo… ¡pero si hasta Obama bailaba el Aserejé! También es cierto que otras aún prevalecen y son reconocidas porque constituyeron la masterpiece del blockbuster de turno… normalmente estas son mis preferidas, y es que en gustos musicales tengo debilidad por las rarezas, y concretamente en la música disco, electrónica y dance hay muchas de estas joyas.

Listas de las cien, cincuenta o hasta diez mejores canciones One Hit Wonder de la historia hay muchas. En ellas se puede comprobar lo que comentaba que es un fenómeno que empezó en los tardíos años cincuenta y que ha alcanzado nuestros días. Siendo este un espacio retrovisivo (o más exactamente retroauditivo en esta caso) centrado en la década inmediatamente anterior y posterior a los ochenta (la de mi nacimiento para más datos), citaré algunas de mis preferidas… no serán tantas como cien.

Empezando por la revuelta década de los setenta en los que empezaba a triunfar la música disco, encontraríamos dos temazos de este estilo que todo entendido del One Hit Wonder debería apreciar: la inefable Kung Fu Fighting (Carl Douglas, 1974) y el largamente versionado, pero original, Ring My Bell (Anita Ward, 1979). Sobre Carl Douglas, más que un exótico karateka (o kungfuteka… suponiendo que tal cosa exista) oriental, se trataba de un jamaicano que por méritos propios podría haber sido contemporáneo de Leonardo Dantés, mientras Anita Ward era una maestra de escuela a la que se le apareció la virgen con este éxito… sobre ella nunca más se supo. Mención aparte en esta década merecen las canciones de bandas sonoras, otro de los nichos de proliferación de los One Hit Wonder, y es que 1977 no solo fue el año del estreno de Star Wars, sino también de Rocky y su inmortal Gonna Fly Now (Bill Conti, 1977).

Es sin embargo es en los ochenta donde encontramos ya la droga dura, los sonidos poperos, disco y electrónicos más míticos, himnos que retumban hasta nuestros días y que nos ponen aún el vello de punta. Por poner algunos ejemplos, en los sonidos más electrónicos encontramos temazos como el totalmente instrumental de Crockett de la icónica serie Miami Vice (Jan Hammer, 1985) hasta otros más próximos al pop como Tainted Love (Soft Cell, 1981) por citar algún representante del New Wave que representarían tantos otros.

De lleno en el pop de los ochenta nos encontramos las canciones más míticas, temas como Comme on Eileen (Dexys Midnight Runners, 1982), I'm Not Scared (Eighth Wonder, 1987), el inmortal Take on me (A-ha, 1985), el emotivo Bette Davis Eyes (Kim Karnes, 1981) o las ya más conocidas e inolvidables canciones de Alphaville (Big In Japan, Forever Young, Victory of Love…) o las del mismísimo Black (Wonderful Live o Everything is coming up roses), si bien estos no pueden ser calificados ya de One Hit Wonders. No puedo dejar de mencionar una de mis preferidas retomando el hilo de las canciones de películas: Goodbye Horses (Q Lazzarus, 1988) como tema principal de El silencio de los Corderos (Jonathan Demme, 1991)… Y paro, porque hay muchas más que me dejo pero que como muestra de los ochenta ya me vale porque si no, no acabaría nunca.

Ya en los noventa, y como opinión personal, creo que no sería arriesgado decir que en el oscuro género del dance, bakalao y música de discoteca en general encontraríamos seguramente muchos títulos que podrían ser calificados de One Hit Wonder y que se han esfumado en los abismos del tiempo y el espacio. En este género, artistas con el perfil de Corona, Haddaway, Everything but the girl, Aqua y otros oscuros intérpretes encajarían perfectamente en esa definición… si bien otros como los gloriosos artistas como Gala, 2 Unlimited, La Bouche, Capella, Culture Beat, Captain Hollywood Project… pese a sus múltiples éxitos, quizás solo sean recordados ya por los nostálgicos de la época.

Por citar algún memorable título de los noventa perteneciente a estos géneros más de batalla, me quedaría con temas como One of us (Joan Osborne, 1995), Your Woman (White Town, 1997), I’m the Scatman (John Scatman, 1995) o What is love (Haddaway, 1993) que merecen ser rescatados del olvido. Ya que aquí ha salido la referencia, de bakalao ya hablaremos largo y tendido en otro artículo algún otro día.

Seguro que me dejo muchos y muy celebrados One Hit Wonder de alguna de las décadas comentadas. ¿Cuáles echas a faltar? Déjanos tus comentarios con tus títulos favoritos, seguro que he olvidado muchos que merecen la pena y merecen ser recordados.

lunes, 8 de marzo de 2021

Los Inmortales: Una mirada crítica

Vaya por delante que Los Inmortales (Highlander, 1986) es una de esas películas de los ochenta, como tantas otras, que me entusiasma, y que he visto en más ocasiones de las que puedo recordar y revisiono de vez en cuando… de hecho hoy ha sido esa última revisión, hecho que me ha motivado a escribir esta entrada en La Retrovisión.

“Del amanecer de los tiempos venimos. Hemos ido apareciendo silenciosamente a través de los siglos hasta completar el número elegido. Hemos vivido en secreto luchando entre nosotros por llegar a la hora del duelo final, cuando los últimos que queden, lucharán por el premio. Nadie jamás ha sabido que estábamos entre vosotros...hasta ahora.”

Juan Sánchez-Villalobos Ramírez - Los Inmortales

Reflexionando tras este último visionado, he llegado a la conclusión que Los Inmortales (Highlander, 1986) tiene muchas cosas buenas, como la música de Queen, la bella fotografía de las tierras altas de Escocia o esas escenas retrospectivas sobre la vida de Connor McLeod (Christopher Lambert) que no dejan de ser curiosas, pero siendo honestos, no es de las películas que mejor han envejecido y también plantea muchas más preguntas de las que responde, lo cual hace que su clímax no resulte todo lo satisfactorio que debiera, o que por lo menos deje una sensación de que podría haber sido aún mejor invirtiendo un poco más de esfuerzo en su producción.

Evidentemente no es algo de lo que me haya dado cuenta ahora, y entre sus defectos más obvios salta a la vista que, técnicamente, algunos de sus efectos especiales a día de hoy chirrían bastante: los bloques de piedra de la morada de Connor que caen rodando se ven de forma bastante evidente de cartón piedra, y esos efectos grandilocuentes de explosiones y rayos a golpe de espada resultan ya demasiado inverosímiles y forzados, pero eso no es nada más que el reflejo del mal del paso del tiempo.



Por otra parte, y lo que más daño le hace, es que su enfoque es totalmente lineal aunque intercale los flashbacks que nos explican la historia de Connor, y su desarrollo demasiado casual como si no hubiera un épico trasfondo de seres inmortales que de forma inexorable se ven cada vez más atraídos a la destrucción mutua. Es como si la historia aceptase por si misma su falta de pretensiones, cosa que por otro lado le favorece, pero al mismo tiempo la mina con una falta de profundidad de la que siendo honestos pecaban muchas otras obras de culto de los ochenta.

Hechos tan fantásticos como el que existan seres, que en palabras de Juan Sánchez-Villalobos Ramírez (Sean Connery) nacen diferentes, no reciben ninguna explicación, si acaso la misma de por qué sale el sol por las mañanas o por qué brillan las estrellas. Parece que existe una lucha entre representantes del bien como podría ser el propio Ramírez y Connor, y representantes del mal, aunque el único personaje mostrado como realmente malvado es el Kurgan, sobre el cual tampoco se conoce mucho de su origen. Y hay un premio… la lucha concluirá cuando solo quede uno que haya prevalecido sobre los demás en una lucha mortal, pero parece algo confuso también en qué consiste ese premio o quién lo entrega o por qué, y si acaso realmente el vencedor se ha hecho con él.

“Soy Connor MacLeod del clan MacLeod. Nací en 1518 en la aldea de Glenfinnan en las orillas del lago Shiel. Y soy inmortal.”

Connor McLeod - Los Inmortales

Abundando entre otras cosas no del todo satisfactorias, encontramos el desequilibrio entre los sentimientos que transmiten algunos de sus personajes. Siempre me queda una sensación agridulce entre el preciosista retrato que se consigue pergeñar con la bucólica vida de Connor y Heather (su malograda esposa, interpretada por Beatie Edney, escena ante la cual nunca puedo evitar soltar lagrimones como puños) con la indiferencia que me produce la protagonista femenina (Roxanne Hart como Brenda Wyatt, quien de hecho no es especialmente recordada por ningún otro papel). Mientras esa romántica estampa que transmite tan bien la tristeza del paso del tiempo para un inmortal que ve como pierde a quien ama, en una de las que quizás constituya una de las más tiernas a la vez que deprimentes escenas de la historia del cine a lomos de la potente voz de Freddie Mercury con la emotiva “Who wants to life forever”, la protagonista femenina, o para ser justos, sus escenas en el presente, no transmiten apenas ninguna emoción.

Esas lagunas de nivel están presentes en la propia selección del reparto. El carisma de personajes totalmente claves como el de Ramírez (Sean Connery) o ese acertado y logrado contrapunto malvado, el Kurgan (Clancy Brown), son los que soportan todo el interés de la historia y los que hacen que aún a día de hoy su visionado siga mereciendo la pena. Son estos verdaderos protagonistas los que se contraponen a personajes de relleno totalmente planos como el de la propia protagonista femenina, o totalmente innecesarios como el de alguno de los policías o compañeros inmortales como Sunda Kastagir (Hugh Quarsie), si bien aún la suya constituye una escena simpática para presentar el próximo sacrificio al Kurgan.



Honestamente ni el propio Christopher Lambert, quien da vida a Connor McLeod, fue nunca un gran actor, y si se salva es porque es el protagonista, si bien su interpretación no es ni mucho menos memorable (con un repertorio de caras que van de serio a cabreado y meditabundo)… el guion, o por lo menos su historia, si, pero incido, sobre todo, gracias a personajes como Ramírez en primer lugar como esa figura iniciática de maestro revelador de la verdadera naturaleza de Los Inmortales, y del Kurgan, como despreciable ser que debe ser a toda costa eliminado para que el bien prevalezca.

Por ser esta una visión crítica, no significa que no valore o desmerezca las cosas buenas del largometraje, que las tiene y muchas también. Algunas ya comentadas, como la figura de Ramírez en otra gran actuación del siempre carismático Sean Connery, que posiblemente se encontraba en uno de sus mejores momentos interpretativos tras abandonar la saga Bond (Nunca digas nunca jamás, curiosa película no oficial de la saga dirigida por Irvin Kershner que hizo volver a Connery al papel en 1983) y que rodaría después la mítica El nombre de la rosa (Jean Jacques Annaud, 1986) o la también largamente celebrada Los Intocables de Elliot Ness (Brian de Palma, 1987). Otras cosas buenas abundar en las cualidades interpretativas del reparto, la caracterización del Kurgan (Clancy Brown) como malvado mítico que por su estética tanto pudiera haber competido con el T-800 interpretado por Arnold Schwarzenegger (The Terminator, 1984).

Y no solo ahí están sus bondades. La preciosa fotografía de las tierras altas de Escocia, en donde se rodaron todas las escenas de la vida pasada de Connor McLeod, ofrece un excelente contrapunto a la oscura y sucia modernidad del Nueva York del Madison Square Garden (en cuyo parking se rodó el primer duelo mortal a espada) y las más amables tomas sobre el puente de Central Park (de las pocas escenas diurnas en la gran ciudad junto con la del zoológico).



Por otro lado, y siguiendo con los puntos fuertes de la cinta, las escenas retrospectivas de la dilatada vida inmortal del protagonista desde el siglo XVI, constituyen una original perspectiva que a momentos sirve de válvula de escape a los momentos más dramáticos, y constituyen por si solas pequeños relatos autocontenidos con una equilibrada y necesaria comicidad, que enlazan en ocasiones con sucesos o personajes del presente, como la dulce Rachel (Sheila Gish), la última persona a la que Connor se permitió en cierta forma amar.

Es quizás este el leitmotiv más acertado y el mensaje más potente de la cinta más allá de la frenética acción que transmite Los Inmortales. Mientras que lo normal es temer a la muerte, el verdadero temor de los inmortales consiste en vivir, con la carga que ello conlleva sobre perder a los que aman y quedan atrás, pensamiento manifestado tanto por Connor y transmitido magistralmente mediante las magníficas escenas con Heather, como por Ramírez y sus tres mujeres, mención especial a su querida princesa japonesa.

Es precisamente transmitiendo esos sentimientos donde más brilla la música de Queen (Freddie Mercury), con un tema principal, Who Wants to Live Forever (parte de A kind of Magic, 1986) como estandarte de ese pesar y dicotomía de la inmortalidad: ¿Quién quiere vivir para siempre? ¿Y para qué, siempre joven perdiendo a la amada que muere en tus brazos? La música de Queen en general, y esta canción en particular, es nada más y nada menos que lo mejor del largometraje y si esa canción en concreto va como anillo al dedo a la escena de Heather es porque fue escrita tras el visionado del corte de esa escena, consiguiendo una pieza irrepetible que la enmarca de forma magistral (y que ha sido versionada por otros grandes cantantes como Sarah Brightman).



En conclusión, todas las bondades aquí descritas y el potente mensaje que transmite aún Los Inmortales (Highlander, 1986), bien merecen aún a dia de hoy su visionado. Es un producto de su tiempo y de ahí algunas de sus carencias: algunas adquiridas por el paso del tiempo que no le han hecho del todo justicia y otras como su falta de profundidad en algunos aspectos por su falta de pretensiones que resulta en un arma de doble filo, pero que innegablemente por sus méritos pasados y su mensaje vigente la convierten en un clásico de los ochenta de todo derecho.

¿Y tú qué opinas? ¿Has tenido ocasión de revisitarla últimamente? Déjanos tus comentarios y dinos como de bien o mal crees que ha envejecido este clásico de los ochenta.