Conan: Lo que no te mata te hace más fuerte

Posted by Dani on martes, marzo 23, 2021 with No comments

Conan (John Milius, 1982) es perfecta. Así de rotunda es mi opinión sobre la obra de adaptación dirigida por John Milius para el personaje creado en los años treinta por el escritor estadounidense Robert E. Howard, contemporáneo y amigo por cierto de otro grande, Howard Phillip Lovecraft.

“En aquellos tiempos, cuando los océanos separaron el Atlantis, y surgió el amanecer de los soles de Aries, hubo una época increíble en la que Conan estaba destinado a llevar la joya de la corona de Aquilonia sobre unas tierras en peligro. Sólo los suyos fueron los que muy particularmente pudieron contar su saga. Yo quiero contar todo sobre aquella época de suma aventura...”

Voz en off - Conan

Perfecta no porque no diga yo, si no porque tiene todos los ingredientes precisos que la convirtieron no ya solo en el modelo de cine de aventuras épico de espada y brujería en el que otras obras menores (y en ocasiones malas) se inspirarían, si no en una de las mejores películas de los ochenta trascendiendo su propio género, y en una obra de culto de lo mejorcito (con permiso de Terminator) del repertorio de su protagonista.

Y es que efectivamente, fue Conan la cinta que lanzó al estrellato a un hasta entonces casi desconocido Arnold Schwarzenegger que a lo sumo había participado con pequeños papeles en olvidables producciones como Cactus Jack (The Villain, 1979) e incluso antes en otras con el pseudónimo de Arnold Strong, en un claro intento de obviar su impronunciable apellido. Conan apareció como el personaje escrito a medida para este Mister Olympia (1975), campeón de culturismo: un superhombre de Nietzsche parco en palabras, que no llora, pero que toma aquello que quiere (“cuando quieres algo, lo ves, vas y lo coges”) y cuyo lema de vida es “aplastar enemigos, verlos destrozados y oír el lamento de sus mujeres”.

Y es que el hecho de que la cinta de John Milius sea tan venerada es porque más allá de ser el referente del cine épico de aventuras refleja una filosofía y profundidad inéditas en el género, en el que no solo ya cada personaje del primero al último tiene su razón de ser, sino que desarrolla una cosmovisión propia basada en la más pura filosofía nihilista. Esta impregna la obra de una brutalidad pragmática y directa difícilmente rebatible, y es que no se anda con rodeos: en este caso el desarrollo lineal, simple, directo y brutal es una virtud.

Con una factura técnica cinematográfica impecable y fotografía que ha estado cuidada al mínimo detalle para dar resultado a una obra irrepetible, la mencionada filosofía se desarrolla desde el primer minuto y la lapidaria entrada con la cita de Nietzsche: “lo que no te mata de hace más fuerte”. Y en eso consiste gran parte de la primera mitad del metraje, con un guion perpetrado por un joven Oliver Stone que se forjaba una carrera en Hollywood, y revisado finalmente por el propio John Milius (por suerte, ya que muchas de las escenas que hoy conocemos mucho hubieran cambiado, sobre todo porque Stone quería ambientar la trama en un futuro post-apocalíptico plagado de mutantes) impregnado de ese nihilismo pero regado también de su propia mitología (Crom, el culto a Set, los titos paganos, las espadas sagradas y el culto al secreto del acero, las orgías, los reyes de antaño, su propia versión del mito de Prometeo…).

“El fuego y el viento vienen del cielo, de los dioses del cielo, pero Dios es Crom, Crom que vive en la tierra. Antes los gigantes vivían en la tierra, Conan, y en la oscuridad del caos engañaron a Crom y le arrebataron el enigma del acero. Crom se irritó, y la tierra tembló. El fuego y el viento derribaron a aquellos gigantes y arrojaron sus cuerpos a las aguas. Pero en su ira, los dioses olvidaron el secreto del acero y lo dejaron en el campo de batalla. Nosotros lo encontramos. Sólo somos hombres, ni dioses ni gigantes, sólo hombres. Y el secreto del acero siempre ha llevado consigo un misterio. Tienes que comprender su valía Conan, tienes que aprender su disciplina. Porque en nadie, en nadie de este mundo puedes confiar, ni en un hombre, ni en una mujer, ni en un animal. En esto sí puedes confiar..."

Padre de Conan - Conan

Protagonistas principales y secundarios apuntalan así mismo este simple pero efectivo guion. Todos los personajes, desde sus protagonistas al más secundario tienen su razón de ser y rasgos en los que no se necesita profundizar para componer un elenco de lo más variopinto en el que ningún carácter es prescindible. Algunos de ellos son llanamente memorables como Thulsa Doom (James Earl Jones), un atípico antagonista devoto de la búsqueda del conocimiento, un místico, un maestro ascético , una “fuente de la que tu manas”, que deja escenas para el recuerdo con ese parsimonioso deleite e hipnótica mirada de ojos verdes en la que a media vuelta decapita a la madre de Conan (si, interpretada por Nadiuska), con el niño aún cogido de la mano (en el que se bromea siempre con que quizás sea el mejor papel de Jorge Sanz).

Y si Thulsa Doom sobresale junto a sus lugartenientes por razones de peso, pues pocas veces se da la circunstancia de que el malvado sea más carismático que el propio protagonista, no menos épicos son algunos otros compañeros: Valeria (Sandahl Bergman, una mujer fuerte), la contraparte femenina de Conan, Subotai (Gerry López, ladrón… ¡y arquero!), el Mago (Mako, los dioses te maldigan) o el rey Osric (Max von Sydow) con su prostituida hija, rescate de la cual al fin es entorno al que gira el argumento (serpientes… ¡por todas partes!).

Conan es además una película muy ligada a España, no solamente porque su estreno mundial se realizó en Madrid (como plato fuerte final de la ceremonia de los Fotogramas de plata de 1982) sino porque además muchas de sus localizaciones de rodaje se realizaron aquí: cerca de Segovia, en el particular paisaje de la ciudad encantada de Cuenca (“entra… aquí hay fuego…”) o en el desierto de Tabernas de Almería donde se grabó la mítica escena del Árbol del Infortunio. Hasta tiene gracia que se hable del reino hiborio de Zamora (civilización, ¡antigua y malvada!) teniendo en cuenta todas las ubicaciones patrias.

Más allá del guion, las localizaciones o sus personajes, mención aparte merece la mayor joya de la obra de John Milius, su banda sonora, una partitura digna de una ópera wagneriana que puede llenar minutos y minutos de metraje sin que se pronuncie una palabra, ni que falta haga. Simplemente con la fuerza evocadora de su triunfal épica de fanfarrias y coros en oscuros lenguajes paganos, no en vano la creación de Basil Poledouris es considerada por méritos propios como una de las mejores y más influyentes piezas de la historia del cine, con temas absolutamente arrolladores como Riders of Doom con sus coros, o esos mismos inquietantes coros entonando los cánticos del tema de la orgía en el que Thulsa Doom se transforma en serpiente. La banda sonora se desenvuelve, así, como un elenco de inspiradas piezas que sirven a la perfección y realzan la potencia visual de la cinta fotograma a fotograma. Música hecha con amor por y para encajar a la perfección con el metraje.

Pese a todas las virtudes aquí expuestas, la crítica profesional en su día la denostó. Algunos detractores podrán hablar de que la obra es un conjunto coral fallido que si se sustenta es gracias a la genialidad individual de algunos de sus creadores: Milius, Howard, Poledouris… o que la caracterización de Conan no es fiel a los cómics o relatos originales de Robert E. Howard. Argumentarán en ese sentido que se hace un retrato más bien estúpido del cimmerio (cosa con la que no estoy de acuerdo en absoluto) limitado por las supuestamente escasas dotes interpretativas de Arnold. Incluso que se quiere dar una pátina de pretensiones y profundidad a lo que siempre había sido un personaje más bien marginal y buscavidas tanto en los relatos originales (bastante gore) de los años treinta como en cómics que popularizaron más el personaje en los años sesenta…

El primer largometraje de lo que debía ser una trilogía sobre el personaje de Robert E. Howard, continuó dos años más tarde con la olvidable Conan el Destructor (1984), cuyo estrepitoso fracaso de crítica y taquilla acabaron con la franquicia, estando Arnold además embarcado ya en otros proyectos como Depredador (1987). El atentado perpetrado por Jason Momoa (Conan el Bárbaro, 2011) como intento de reflotar la franquicia seguramente la acabó hundiendo del todo, y aunque nunca perderé la esperanza de acabar viendo de nuevo al austríaco encarnando a un anciano Conan (Conan Rey, la hipotética película que el propio Schwarzenegger asegura que quiere protagonizar), cada vez me parece menos posible que acabe viendo la luz… “pero esa es otra historia”.

Más allá todas las críticas, de las continuaciones fallidas y de las improbables secuelas, mi opinión personal de adolescente alienado (ya que la mantengo desde entonces) es que la obra de Robert E. Howard representada en el largometraje de John Milius constituye la plasmación perfecta en celuloide del concepto del superhombre de Nietzsche y sus instintos, un hombre liberado de las ataduras de la moral que se mueve por sus propios impulsos, al que se interpone un místico antagonista que busca el conocimiento más allá del secreto del acero.

¿Y vosotros queridos retrovidentes, qué opináis? ¿Amáis tanto como yo la cinta de aventuras épicas del intrépido cimmerio o no os parece para tanto? Esperamos vuestros comentarios opinando sobre este último artículo de La Retrovisión, y os esperamos en próximas entregas… ¡que Crom os sea propicio!

Categorías: , , ,