Summer of 84: Los 80 ya no son una década, sino una idea

Posted by Dani on sábado, enero 22, 2022 with No comments

Que este blog  de La Retrovisión nuestra de cada día tenga como temática sobre los setenta, ochenta y noventa no significa que se centre exclusivamente en cualquier tipo de obra producida en esas épocas, y de hecho ya hay algún que otro post referido a cosillas actuales.  No obstante, lo cierto es que el ejemplo del que vamos a hablar en el artículo de hoy tiene una pequeña trampa, ya que pese a ser una película bastante reciente, veremos que es una producción que contiene todos los elementos para ser considerada una obra de culto ochentera, pues no es nada más ni nada menos que como una película de los ochenta, pero rodada hace solo tres años, y es que como el título indica, los ochenta han dejado de ser una década para convertirse en algo así como un concepto idealizado (y en ocasiones prostituido).

A la sombra de la actual moda de recuerdo constante de los queridos ochenta, ha surgido un subgénero de productos que de forma más o menos afortunada rememoran generalmente de una forma idealizada esa época. Quizás el caso más conocido y exitoso será la serie de Netflix Stranger Things (los hermanos Duffer, 2016), pero ha habido otras producciones recientes como Super 8 (Steven Spieberg, 2011) o la que nos ocupa en este artículo, Verano del 84 (Summer of 84, Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell, 2018) que siguen ese mismo principio de lo que vendría a ser el New Retro Wave (NRW) en el campo de la música.



El caso de Summer of 84 al tratarse de una película bastante independiente, prácticamente indie, no es tan conocido como el de la omnipresente Stranger Things, pero constituye tal delicia de sucesión de clichés ochenteros enlazados con tanto amor, que parafraseando al “More human tan human” de Blade Runner, se podría decir de la cinta de terror y misterio de Anouk Whissell, François Simard y Yoann-Karl Whissell que es “Más ochentera que los ochenta”.


“Hasta los asesinos en serie son vecinos de alguien.”

Graham Verchere


Para trillado el propio argumento, con esa fijación ochentera por el vecino tan vista en películas de culto como Noche de Miedo (Tom Holland, 1985), y la fascinación por los asesinos en serie: durante el verano de 1984 están desapareciendo niños en un tranquilo pueblo costero en el que vive Davey, un adolescente aficionado a las teorías conspirativas, que sospecha que su vecino, Mackey, un agente de policía, es en realidad un asesino en serie. Será así como con la ayuda de sus tres mejores amigos, Davey comenzará una investigación que se vuelve muy peligrosa conforme la verdad emerge a la luz.



Pero es que no es el argumento lo más atractivo de esta cinta, si no esa nostalgia y el sentimiento que nos produce el rememorar un idealizado y olvidado verano de los ochenta que realmente nunca vivimos (ni aunque realmente como servidor ya existiéramos en el 84). No será casualidad tampoco que 1984 fuera quizás el verano de los ochenta por excelencia, año en el que se estrenaros producciones como Conan o los Cazafantasmas. La conexión mental es como ese acertado comentario que leí una vez acerca de una de estas nuevas y maravillosas baladas de New Retro Wave: se siente como estar sentado en la arena caliente de una playa (probablemente de Miami) sintiendo la brisa en tu rostro bajo la luz dorada de un melancólico atardecer de finales de verano.

Es el sentimiento lo que produce que Summer of 84 cale tan hondo, por lo que esta relación entre banda sonora y metraje viene muy a cuento. Sin duda es uno de los puntos fuertes que ayuda a plasmar esta onírica atmósfera de idealización ochentera es la música de Le Matos, grupo canadiense de música electrónica New Retrowave colaborador habitual de los creadores de Summer of 84. ¿Y es que quién no puede enamorarse con la visión de Tiera Skovbye ejerciendo de DJ con los acordes de Cold Summer de Le Matos? Sin dejar de mencionar también el tema principal del malvado vecino Mackey.




Y pese a los idealizados ochenta, no todo es tan plácido ni inofensivo como parece, y es que como ya he comentado en otras ocasiones, no hay terror más terrible que el de lo cotidiano, y justo delante de nuestra puerta pueden esconderse los monstruos más terribles a los que no deberíamos provocar si no queremos exponernos a las posibles consecuencias de unos años ochenta crepusculares que también contenían una buena cantidad de sombras… aquí también plasmadas en su inquietante conclusión, que demuestra que al fin y al cabo no todo era tan feliz y ya entonces los monstruos si existían.



Por estas razones, Summer of 84 es una cinta muy lograda, que destila amor por los ochenta y que posiblemente sea una de las más infravaloradas películas de terror de los últimos tiempos, eclipsada sin duda por producciones más simpáticas como Stranger Things, sin un lado oscuro verdadero como la del verano del 84, por lo que escribir sobre esta joya canadiense se me antoja, como poco, un digno ejercicio de difusión entre los retrovidentes que ayude a poner su propuesta donde le corresponde y darla más a conocer.


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