Euphoria: Smalltown Boys
No estaba yo muy convencido de ponerme a ver una serie sobre adolescentes de la que lo poco que sabía remitía a los temas trillados en este tipo de series, tópicos de siempre desde producciones como Sensación de Vivir (Darren Star, 1990) y que se repetirán hasta el fin de los tiempos: sexo, adicciones, problemas y microdramas varios… es decir, lo mil veces visto anteriormente. Quizás me acabó de animar el hecho de que el sello de la HBO suele prometer series de calidad (o al menos solía...), y que si todo el mundo tanto hablaba de Euphoria (Sam Levinson, 2019) por algo sería.
Euphoria es una serie en la que los personajes son lo de
menos, no son los protagonistas, sino que en realidad cada personaje no es más
que una especie de avatar que representa lo ruin y oscuro, ya sea un vicio,
tara o llámesele como quiera: adicción al sexo, las drogas, la gula, la
lujuria, la agresividad, los malos tratos… que son los verdaderos
protagonistas de la historia llevados cada vez más al exceso hasta su extremo…
porque que la serie se llame Euphoria no puede ser debido más que a que todo lo
que se muestra es una hiperbólica exageración.
Como saturación por exageración, tiene el mérito de que es
una serie que se hace sentir, vaya que si se siente, como un puñetazo en la
cara cargado de “What the fuck?” (y pollas, muchas pollas) que no deja
indiferente. Lo que aún no acabo de discernir es si el sentimiento que me
produce o como me hace sentir me gusta o no, o en todo caso si eso es
relevante, porque lo que importa es que como diría Ash en Alien, “admiro su
pureza”: desde su perspectiva de continua hipérbole, Euphoria es explícita,
cruel, cruda, brutal y honesta a su manera… pero tan bonita (y con musicón) que literalmente
hace que mole todo aquello que no debería, interesante conflicto.
La manera en que tiene de desgranar las miserias de cada uno
de los personajes desde su más tierna infancia, en ocasiones como apología de
en lo que se acaban convirtiendo como adolescentes que parecen en el mejor de
los casos dejados de la mano de sus progenitores, es tan descarnada y en
ocasiones desagradable que ciertamente puede saturar emocionalmente: es como
alguien que te obliga a ver algo que realmente no querrías o no deberías, o ni
siquiera deberías saber que existe, pero que una vez lo descubres no puedes dejar de
mirar, porque está mal, porque produce un extraño e incómodo picor en el lóbulo
frontal de tu cerebro.
Ya decía antes que no es que se muestren por primera vez los temas en los que se centra en una serie de (que no para) adolescentes, y quizás la intención de HBO en principio era hacer sombra al fenómeno que supuso en su primera temporada 13 Reasons Why (Brian Yorkey, 2017), pero es que la analogía comparativa de Euphoria a la serie de Hannah Baker sería como poner frente a frente la Matanza de Texas con los Teletubbies, y creo que no hace falta que diga cual sería cual.
En cuanto al montaje, realización y fotografía, mucho se ha
hablado ya, y si, la fotografía es particularmente maravillosa. Particularmente,
si toda la serie fuera como el cuarto episodio de la primera temporada (Los que
van de duros 2ª parte, el de la feria) vería la serie aún más embobado: planos
contrapicados, primerísimos planos, explosiones de colores y fuegos
artificiales en el cielo, las luces de las atracciones, bonitos travellings
circulares sobre la cama de Rue en vertical… un alucinógeno set para una serie
que se torna a ratos un tanto surrealista mientras cada personaje lleva su cruz.
“No era la violencia lo que le asustaba. Era saber que, no importaba lo que él hiciera, ella lo seguiría amando.”
Rue
Ciertamente da para llegar a pensar que como es posible tal concentración de personajes adictos, manchados, tocados por alguna tara de forma constante en un espacio tan reducido como un pequeño pueblo americano perdido, ya que es algo que puede poner en entredicho la verosimilitud de los personajes (que no al fin de la historia que prácticamente es lo de menos) pero desde la perspectiva de que lo que se muestra no es tanto un relato continuo (que también) si no la evolución, degeneración y consecuencias de los vicios, verdaderos protagonistas, no es tan extraño.
A nivel interpretativo mucho se habla de Rue (Zendaya), pero
quien de verdad lo peta y me tiene totalmente fascinado con su caracterización
e intempestiva actividad nocturna es Hunter Schafer (Jules), activista dentro y
fuera de la pantalla de los derechos LGBT y con una de las historias más
turbias y deprimentes dentro del show.
Para concluir, supongo que es un consuelo y buena noticia saber que la vida de los adolescentes reales no se parece en nada a lo que se muestra en Euphoria (por lo menos la mía nunca fue tan movida), ni debe serlo porque al fin y al cabo, como ya he mencionado, estos adolescentes son un mero vehículo para hablar en general del lado oscuro e instintos más bajos que todos albergamos secretamente, verdaderos protagonistas del polipremiado show de Sam Levinson que no dejará indiferente a nadie.
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