Retro, vicio y subcultura de los 70 a los 90s

sábado, 19 de febrero de 2022

El libro de Boba Fett: Una galaxia muy al Oeste

Por si no os habíais dado cuenta, en La Retrovisión nos encanta todo lo que tiene que ver con Star Wars, aunque es innegable que en los últimos tiempos alguna decepción que otra también nos hemos llevado. Para los que no lo hayáis visto, uno de los primeros artículos que publicamos se refería al Universo Expandido de La Guerra de las Galaxias, y es precisamente en este universo imaginario, el cual se está convirtiendo poco a poco en parte del canon, en el que se desarrolla la trama de la última serie de acción real de Star Wars, El libro de Boba Fett (Jon Favreau y David Filoni, 2021), que acaba convirtiéndose en una velada temporada dos y medio de The Mandalorian, último sonado éxito de la franquicia, en una serie sobre Boba Fett en donde lo que menos acaba importando, por raro que suene, es el propio Boba Fett.

En la trama de El libro de Boba Fett, vamos a ver dos líneas temporales muy bien diferenciadas. La primera de ellas, en el pasado, comienza literalmente momentos después de la última aparición del cazarrecompensas en la sagrada trilogía, cuando es engullido por el Sarlaac en una digestión de un millar de años. Efectivamente, llevábamos lustros esperando ver esa escena. La segunda línea temporal, que corresponde al presente, se desarrolla inmediatamente después de los acontecimientos narrados en la segunda temporada de The Mandalorian, con la llegada de Boba Fett a Tatooine para reclamar su lugar como Daimio (señor del crimen) de Mos Espa, enviuelto en sus más o menos mundanas tribulaciones.




Star Wars siempre perteneció al género de la Space Opera en el que de alguna épica forma las acciones de gente sencilla marcaban la diferencia desencadenando sucesos que acaban teniendo consecuencias de trascendencia a escala galáctica. Las trilogías principales centradas en la epopeya del alzamiento, caída y resurgir de la familia Skywalker, así lo atestiguan. La diferencia con esas, es que tanto The Mandalorian como El Libro de Boba Fett son pequeñas historias que comparten un mismo universo de existencia, pero en las que el hecho de que no tengan que transcender a un nivel tan grandilocuente les otorga esa refrescante libertad creativa y desarrollo de nuevos personajes más allá de los trillados protagonistas de las películas principales. Sin la necesidad de estar a merced de unas líneas argumentales férreas dictadas por directivos de Disney para la saga principal, los creadores pueden desarrollar su propia historia a su gusto, y pueden sacarse de la manga personajes como Djinn Djarin (aka Mando, el Mandaloriano), o recuperar un secundario perdido pero fascinante como Boba Fett.


“Soy un hombre sencillo que se abre camino a través de la galaxia. Como mi padre antes que yo.”

Boba Fett


Con esa libertad consiguen además dar una vuelta de tuerca al género, que se da por supuesto al compartir el mismo universo, pero que va más allá convirtiendo las historias de Mando y Boba en un auténtico Space Western de pistoleros comparables al hombre sin nombre de Clint Eastwood (el propio Mando) y con sabor a las historias de Sergio Leone, situadas ahora en una galaxia muy, muy lejana, con la recuperación de otros personajes como Cad Bane.




Como puntos flacos, se le puede achacar a la historia de Boba Fett que el desarrollo de la serie es un tanto extraño, pues si bien sus primeros episodios se centran totalmente en las vicisitudes del cazarrecompensas con una chocante experiencia a lo Bailando con Lobos (Kevin Costner, 1990) con los moradores de las arenas, la posterior historia una vez Boba se aposenta en Tatooine no deja de ser algo anodina y decepcionante en cuanto al insípido conflicto que propone. De ahí a despellejar a Boba tachándolo de calvo, viejo, gordo y feo como en otras críticas se ha escrito va un trecho, pero ciertamente no despierta gran emoción.




Es en esta cuesta anticlimática cuando vuelve Mando y el show de Boba Fett se convierte en una excusa para su retorno, convirtiendo en los mejores de la serie los episodios en los que Boba apenas aparece y pierde el protagonismo de su propia historia. Cosa indiscutiblemente extraña que ha servido de excusa fundada para levantar las iras de legiones de espectadores furibundos dispuestos a poner a caldo la última producción del universo Star Wars.

En mi opinión, lo que parece ser un problema que ocasiona que la trama vaya a trompicones, con episodios en los que Boba aparece apenas unos segundos, no es más que una excusa para perpetrar una especie de remake espacial de Los Siete Magníficos, con personajes que se van uniendo a un heterogéneo grupo que en el último episodio deberá enfrentarse a ese por otra parte poco carismático Sindicato Pyke (aún surte de incorporación de Cad Bane a última hora).




Pese a su embrollado argumento y los bandazos, a mi me sigue entusiasmando el enfoque alternativo de sus creadores, ya que es por estos velados homenajes y la construcción de sus propios personajes y tramas en ocasiones pilladas con pinzas que se notan a la legua las incursiones que seguro que Jon Favreau y David Filoni, creadores de los últimos éxitos del universo Star Wars, debieron acometer en sus tiempos mozos contra el juego de rol de Star Wars.

Ciertamente presiento su afición no solo a través de la conexión con La Fuerza que compartimos los viejos roleros, ni ya solo por el amor en la construcción de historias y personajes que tanto The Mandalorian como El Libro de Boba Fett destilan a lo largo de su trama, si no ya por pequeños detalles del lore de Star Wars más underground introducido como recompensas para regocijo del fandom más acerrimo e inapreciables para el espectador común que sin embargo dan lugar a momentos sublimes. Ya solo por el placer y felicidad que me produce ver semejantes guiños en pantalla, soy capaz de perdonar casi cualquier cosa. La vuelta del mandaloriano ha sido en esta ocasión inesperada, pero en La Retrovisión esperaremos impacientes su próxima aventura..

  

jueves, 17 de febrero de 2022

Yellowjackets: ¿Qué pasó en el bosque?

Volvemos a hablar de nuevo de series con este nuevo artículo de La Retrovisión dedicado a la primera temporada de Yellowjackets (Ashley Lyle, 2021), una serie de reciente aparición que mezcla elementos de varios géneros, desde el cine de adolescentes, al thriller y el terror, mezclado con tintes sobrenaturales por el momento apenas insinuados que se deberán explorar en lo que ya parece su segura siguiente temporada. Por lo menos lo que hemos visto hasta ahora promete, y algunas comparaciones con producciones míticas como Perdidos (J.J. Abrams, 2004) no se han hecho esperar.

En Yellowjackets, con su primera incursión como creadora de series, Ashley Lyle nos trae la historia de las integrantes de un equipo de futbol femenino de instituto, que, tras proclamarse campeón de New Jersey, su estado, sufre un accidente aéreo durante su viaje al torneo nacional, cayendo en algún lugar aislado de los salvajes bosques de Ontario en Canadá.




Como la historia se centra en el seguimiento de las (y los, ya que también tendremos un par de protagonistas masculinos como el entrenador del equipo y otros dos chavales) adolescentes supervivientes del accidente, probablemente nos vengan a la cabeza como comentaba comparaciones con Perdidos, pero más que eso lo que vamos a encontrar es un cruce entre El señor de las moscas (en cualquiera de sus versiones) y ¡Viven! (Frank Marshall, 1993), aderezado con los típicos dramas de adolescentes sobre amoríos, popularidad, identidad sexual y autoconocimiento propio.

La mezcla de elementos de géneros diversos en los que se mezcla la supervivencia con los clichés adolescentes, pese a lo desconcertante, funciona bien, y mezcla dos líneas temporales en las que por un lado vemos los esfuerzos del grupo enfrentándose a las penurias de la supervivencia tras el accidente, y por el otro a los mismos personajes en el presente, inmersos en una trama bastante confusa y rocambolesca de chantaje que sin embargo resulta adictiva y llena de sorpresas inesperadas.

Como se comentaba en la introducción, hay además algún atisbo de ciertos elementos con tintes sobrenaturales, que justifican más las  conexiones que podrían establecerse entre Yellowjackets y Perdidos. Si bien estos no son del todo desarrollados en la primera temporada, pinta a que podrán ser más protagonistas en la continuación, ya que si bien el final de la primera temporada es bastante autoconclusivo, deja la puerta abierta a saber más sobre determinados aspectos que se muestran durante la supervivencia de las chicas en el bosque pero que no son desarrollados: los salvajes rituales vistos desde el primer episodio, el significado de ese supuesto símbolo arcano grabado en los árboles y en la cabaña, o cierto suceso en el último segundo en relación al destino de uno de los supervivientes en el bosque.



El grupo de personajes protagonistas es cuanto menos diverso y curioso a la par que divertido, con personalidades muy diferentes que aunque abusen del cliché adolescente (la popular, la monja, la gótica…) tienen sus rasgos propios y resultan convincentes, destacando particularmente las construcciones de personaje, tanto en la línea temporal del pasado como en la del presente. Destaca en este sentido el desarrollo de Misty, Shauna y Nat, muy bien interpretadas tanto por sus actrices maduras (con el retorno de Christina Ricci y Juliette Lewis) como por sus otros alter egos adolescentes.

Quizás lo más cuestionable sean algunos giros inverosímiles en la trama y que mezclan además tantos hilos diferentes y tantos géneros, pues quien mucho abarca, al final poco aprieta, y esta primera temporada parece además ser más bien un prólogo de lo que veremos en las siguientes, pues ni siquiera se acaba de ver claro que es eso tan terrible que pudo pasar en el bosque y que aún arrastran y pueda afectar a la vida de los personajes en la madurez.



Destacando otras cosas buenas, lo que si es fantástica, además de la inquietante cabecera de música truculenta, es la selección de piezas para la banda sonora, mezclando desde temas de los ochenta como el Cambodia de Kim Wilde a composiciones para musicales como Cats o El fantasma de la Ópera.

Parece que Yellowjackets debe continuar creciendo para ir más allá del prólogo que acabamos de ver, más cercano a una introducción de personajes y contexto que a una historia al uso con su introducción, nudo y desenlace. Si por el momento la introducción realizada ha parecido interesante, esperemos que en su anunciada segunda temporada mantenga el ritmo y desarrolle todo aquello de lo que nos hemos quedado con ganas de saber más en La Retrovisión.

martes, 15 de febrero de 2022

Cadena Perpetua: Azul Zihuatanejo

Hoy en La Retrovisión vamos a reivindicar otra obra de culto con mayúsculas, una de las mejores películas de la historia del cine por méritos propios con uno de los mejores finales recordados. Estamos hablando de Cadena Perpetua (Frank Darabont, 1994), posiblemente una de las películas que más nominaciones haya recibido jamás y que injustamente menos premios haya ganado, pero es que 1994, en lo cinematográficamente hablando, fue un año para recordar.



Si gran parte del éxito de las adaptaciones "serias" sobre la obra de Stephen King se cimenta sobre su talento literario, en este caso no sólo podemos afirmar que nos encontramos ante un gran guion meramente por llevar la firma del escritor de Maine, sino también por la acertada adaptación del por aquel entonces recién saltado a la fama Frank Darabont, que sería conocido hasta nuestros días como director de la adaptación de otro cómic ilustre, The Walking Dead (Robert Kirkman, 2010).

Extraído de su obra "Las cuatro estaciones", un tratado sobre la amistad en sus diferentes matices en forma de novelas cortas (tres de las cuatro han sido adaptadas, incluyendo Cuenta conmigo y Verano de Corrupción a parte de ésta), Cadena perpetua (o Rita Hayworth y la redención de Shawshank, el original y sugerente título del relato) narra la historia de la amistad de sobre todo dos (Andy y Ellis) pero más hombres unidos ante comunes adversidades, de una forma magistral, dramática, emotiva y llena de pequeños momentos que la convierten en un pequeño tesoro al que adorar con avaricia.


“Andy no me impresionó cuando lo vi por primera vez. Parecía que un soplo de viento se lo podía llevar. Esa fue mi primera impresión de él.”

Ellis Redding


En mi opinión, sin desdeñar la magnífica dirección y puesta en escena, las características del relato y como se desenvuelven en su argumento durante la trama es algo que hereda de la propia obra de King, que aunque comercial (y no por ello menos buena, al menos en este caso) nos regala regularmente pasajes cargados de sinceridad, sensibilidad y belleza sobrecogedoras (como en otras obras como su Corazones en la Atlántida, otra colección de novelas cortas entrelazadas a la que me remito... simplemente emocionante). Cadena Perpetua ante todo es un canto a la esperanza.




De destacar son la serenidad y pasividad de Andy Dufresne y su calculadora inteligencia, la sinceridad de Ellis Reddind, Red, ante el comité de libertad condicional, la hipocresía del alcaide y la brutalidad de los guardias, o la perturbadora escena (una de las mejores de la cinta) protagonizada por el anciano Brooks liberado tras pasar su vida entre cuatro paredes. Todas ellas magníficas interpretaciones respaldadas por sus maravillosos diálogos, donde muchos de los personajes son humanizados hasta lo insospechado sin caer en la sensiblería tonta, aunque sea fácil acabar emocionado en más de una escena. Una cinta con grandes dosis de crudeza y brutalidad, pero un canto humanista a la vida y a la esperanza al mismo tiempo.


"Queridos amigos: ¡lo que han cambiado las cosas! ¡Y lo rápido que se mueve todo aquí fuera! Cuando era niño vi una vez un coche, pero ahora están por todas partes. Este maldito mundo va demasiado deprisa. La Comisión de Libertad Condicional me ha metido en una residencia de reinserción llamada 'El Cervecero' y me ha conseguido un empleo como dependiente en un supermercado. Es un trabajo muy duro, pero intento estar a la altura aunque mis manos me duelen casi todo el tiempo....Me parece que no le caigo muy bien al encargado. A veces, después del trabajo, voy al parque a dar de comer a los pájaros. Siempre pienso que quizá Jake aparezca para decirme 'Hola', pero nunca lo ha hecho. Esté donde esté, espero que le vaya bien y que haga nuevos amigos. Me cuesta mucho dormir por la noche. Tengo pesadillas en las que caigo al vacío. Me despierto asustado. A veces me lleva un buen rato recordar donde estoy. Quizá debería conseguir una pistola y atracar el supermercado para que me envíen de vuelta a casa y ya puestos podría pegarle un tiro al encargado para asegurar mi ingreso. Supongo que me estoy haciendo demasiado mayor para estas tonterías. No me gusta estar aquí. Estoy harto de estar siempre asustado, y he decidido marcharme. Dudo que nadie se moleste. ¿Quién va a echar de menos a un viejo salido de la cárcel?..."

Brooks


Como si con todo esto no bastase para convertirla en un verdadero clásico moderno y quizás en una de las mejores películas de la historia del cine, sobresale su preciosista fotografía y su emotiva banda sonora. Incomprensiblemente, fue un fracaso en la taquilla, aunque el tiempo la haya colocado en el lugar en que siempre debió estar, y es que creo que no conozco a nadie a quien no le haya gustado esta película.

Sobre el inmejorable final, citado como quizás uno de los mejores de la historia del cine, satisface profundamente y causa tremendo regocijo al paciente espectador presenciar como todos los cabos al final atan y como a cada cerdo le llega su San Martín. Así hasta el sacrificio de Brooks merece la pena, después de ese dramatismo perturbador, con esos flashes de su vida fuera de la prisión, en donde el mundo ha cambiado (se ha movido... que decía Roland Deschain en La Torre Oscura, también de King).



Pese a su inverosímil fracaso comercial e injusticia en sus nominaciones inmaterializadas (nada más y nada menos que a 7 Oscar, incluyendo a mejor actor y película), Cadena perpetua es una ganadora con todas las de la ley, que compitió en siete categorías de los premios Oscar de su año ante pesos pesados del calibre de Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994) y Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994), con los que aun así, mereció más de lo que obtuvo, es decir, nada, y es que estoy convencido que presentada en un año más asequible, se hubiera merendado a sus competidoras.

Para nosotros en La Retrovisión, Cadena Perpetua nos parece una de esas películas por las que pagaríamos por volver a ver por primera vez y poder disfrutar vorazmente de nuevo de cada minuto, una joya atemporal a la que adorar, hermosa como el azul del Pacífico de los sueños de Red en Zihuatanejo.


domingo, 13 de febrero de 2022

The Cockpit: La bestia de la guerra

La guerra… la guerra no cambia nunca, solo los muertos han visto el final de la guerra. Como en La Retrovisión tocamos todos los géneros, hoy me gustaría acercaros The Cockpit (Yoshiaki Kawajiri, Takashi Imanishi, Ryôsuke Takahashi, 1993) una espléndida miniserie (por no decir microserie) de animación japonesa consistente en una película formada por tres OVAs independientes, centradas en varias historias ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, curiosamente desde el punto de vista de los bandos perdedores, y dirigida cada una de ellas por un realizador diferente, en donde se nota la mano de maestros de la animación como Leiji Matsumoto, creador entre otros de personajes como el Capitán Harlock.




Las historias presentadas en The Cockpit ilustran la desesperación y el sinsentido de la guerra hacia el final de la contienda, cuestionando los peores aspectos del conflicto, como el fanatismo, el sacrificio inútil o la obediencia ciega al mal por el mal. El tono de cada uno de los relatos es en consecuencia pesimista y apesadumbrado, con las tres historias independientes con el único vínculo común de la Segunda Guerra Mundial, con una de ellas que gira en torno a la historia de la última misión de un piloto alemán más quemado con la guerra que la pipa de un indio, otra sobre el fanatismo y la inducción al sacrificio sin sentido de un kamikaze japonés y otra, quizás la más amable, sobre un grupo de tanquistas japoneses en algún lugar indeterminado del Pacífico.

The Cockpit configura así un curioso tríptico antibelicista realizado por tres directores diferentes que desarrollan su propia historia, que aunque completamente autónoma, gira en torno a diferentes facetas o acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, basados realmente en sucesos históricos más o menos demostrables, dejando cierta manga ancha creativa al “What if…?” de algunos de los sucesos presentados, por ejemplo en la historia del aviador, para mi sin duda la mejor de ellas en donde es palpable la mano y melancolía de las historias y personajes de Leiji Matsumoto.


“Si tuviera alas en la espalda, echaría a volar lejos de este mundo.”


Pese a que en mi opinión sea la primera la más destacable, cada una de las tres historias son interesantes y de buena calidad en general en cuanto a animación y argumento, siendo quizás algo más floja la de los soldados en el Pacífico. Todas ellas tienen en común también un sentimiento de dignidad en la derrota pese a que también muestren los aspectos más negativos del fanatismo y que la guerra nunca cambia, que saca lo peor del hombre y que nunca está justificada.




Entrando un poco en detalle, la historia del piloto alemán, al más puro estilo caballero del aire y as de la aviación, es a mi juicio la mejor como he comentado porque mezcla la evidencia histórica nada disparatada de la investigación alemana para el desarrollo de la bomba atómica con el romanticismo melancólico de héroe del aire del piloto de guerra alemán que sabe que la guerra está perdida pero tiene la oportunidad de pilotar la mejor máquina voladora de su tiempo... este es el primer avión a reacción de la historia, el Messerschmitt 262 cuya producción llegó demasiado tarde para que su uso pudiera marcar una diferencia decisiva en la guerra, que ya se había perdido.

Tanto en esa primera historia como en la del kamikaze (palabra que significa Viento Sagrado) japonés, los duelos aéreos, el fuego, las explosiones... son un espectáculo impresionante, sobresaliente animación tan característica de los años ochenta u noventa, que no se queda corta en cuanto a espectacularidad, fuego y acero, y crudeza, mostrando otros aspectos verdaderos y traumáticos como fue la instrucción de los pilotos (apenas niños) preparados para ser lanzados a la desesperada contra la flota americana que avanzaba hacia el corazón del imperio nipón. El fanatismo llevaba al convencimiento de que no había mayor honor que morir lanzándose a un honroso suicidio kamikaze contra el invasor a bordo de los aviones bomba flor de cerezo, que sin embargo no podían detener lo inevitable.




La última de las historias, aunque algo más introspectiva y reflexiva, se queda un tanto pobre comparada con las dos descritas y quizás sea por eso por lo que a mi juicio sea la menos destacable, aunque a la vez es la más optimista y amable de todas ellas. No por eso desmerece en su conjunto este tríptico que constituye tan curioso documento, corto y fácil de ver, que sin duda agradará tanto a aficionados al manga como a interesados en el último conflicto mundial por su curiosa mezcla. Sin duda por ello recomendamos The Cockpit encarecidamente en La Retrovisión. 


viernes, 11 de febrero de 2022

Estamos muertos: Instituto a Hyosan

Tras el éxito de El juego del calamar (Hwang Dong-hyuk, 2021) y como continuación al fenómeno de las producciones coreanas incidiendo en el género zombi como fue ya Tren a Busan (Yeon Sang-ho, 2016) o Kingdom (Kim Eun-hee, 2019), hoy en La Retrovisión analizamos la nueva propuesta Z de la industria oriental, presentada en forma de nueva serie titulada Estamos Muertos (Lee Jae-Gyu y Kim Nam-Soo, 2022), y centrada en la expansión del brote de un virus artificial que convierte a sus infectados en zombis.

El centro de la acción nos trasladará a un instituto de Hyosan, una ficticia ciudad coreana que se convertirá en la zona cero de una plaga que se extenderá entre los estudiantes del instituto, dejando aislados a varios grupos de supervivientes que se las tendrán que ingeniar para luchar contra las hordas de otrora alumnos compañeros convertidos en furiosos zombis rápidos al más puro estilo Tren a Busan (producción coreana que es incluso mencionada en la serie) para poder escapar y sobrevivir.




Normalmente el origen del virus suele ser lo de menos, aunque aquí lleva implícito un mensaje crítico contra el bullying en los centros educativos y la indiferencia que de seguro muchas veces produce en los que deberían ponerle remedio, pues en nuestra historia el virus es creado por uno de los profesores de ese instituto, un genio loco que harto de asistir a los abusos de los que es víctima su pusilánime hijo sin que nadie haga nada al respecto, decide tomarse la justicia por su mano convirtiendo a su propio hijo en un zombi mediante un virus de su propia creación.

Pese a lo rocambolesco de la creación del virus que provocará el estallido de furia en Hyosan, Estamos Muertos ciertamente presenta duras escenas no solo ya del abuso cometido contra el hijo de nuestro profesor de ciencias virólogo, si no de los mismos abusones contra otros alumnos a través de palizas, maltrato psicológico, agresiones sexuales o incluso inducciones al suicidio. Realmente contrasta el a veces general tono infantil de los demás momentos entre los alumnos que no son unos abusones con las escenas más duras perpetradas por auténticos psicópatas al más puro estilo Dead Rising, videojuego de la misma temática zombi lleno de psicópatas que en medio del caos de otro estallido zombi dan rienda suelta a su locura.



A cada episodio es tal la sensación de caos y discontinuidad entre escenas o tramas de diversos grupos de supervivientes dentro y fuera del instituto que parece que sean estas sean independientes y no haya una conexión aparente entre ellas. Cada grupo afronta el brote en sus propias circunstancias, sobreviviendo con sus propios medios, en unos episodios demasiado largos (de algo más de una hora) conforme a los estándares occidentales en los que a veces el ritmo lento y las diferencias culturales son palpables.

Si el tono alterna entre lo infantil y lo brutal, el grupo de personajes supervivientes no podría estar más estereotipado y en cierta forma es bastante plano ciñéndose a su rol. En base a clichés, desde el principio identificaremos a los abusones, los empollones, los atletas, los profesores, los policías, los bomberos y los alumnos más o menos bondadosos, o por lo contrario, los que son unos auténticos desaprensivos. De esta manera, no nos encariñaremos demasiado con ninguno de ellos, y quizás sea lo mejor, porque lo que si que es verdad es que el guion no se anda con reparos en hacer que vayan cayendo como moscas conforme avanza la historia.




Pese a la intercalación de ritmos narrativos demasiado lentos que hacen tan largos los capítulos con otros frenéticos en los momentos de más tensión, quizás sea de lo más interesante como se presenta la escalada del incidente desde algo meramente local a un evento que puede llegar a poner en peligro no solo a la ciudad sino a todo el país. A destacar también el personaje del cabecilla de los abusones, un antagonista al estilo del Padre Isidro de la novela de género zombi Los Caminantes de Carlos Sisi que pareciera haber sido plagiado de sus páginas.

En conclusión, una propuesta aceptable como para aprobarla en nuestra Retrovisión, pero lejos de la intensidad de la que sin duda dio pie a este subgénero zombi coreano, como fue en su dia el lanzamiento de Tren a Busan.


miércoles, 9 de febrero de 2022

Aliens: Jamás me cansaré de ver esta película

Estoy bastante seguro de que si tuviera que hacer una lista de mis diez películas favoritas no sabría muy bien realmente cuales elegiría ni en qué orden, pero si que tengo muy claro cual sería la que ocuparía la primera posición, pues Aliens (James Cameron, 1986) es la película de mi vida, la película que nunca me cansaré de ver y que en verdad procuro ver al menos una vez al año con la misma atención y fascinación que la primera vez. Es la película perfecta, la excepción que demuestra que segundas partes no tienen por qué ser malas, y que incluso en algunos aspectos pueden superar a sus originales.



En realidad, Alien (Ridley Scott, 1979), como historia original con guion de Dan O’Bannon y Ronald Shusett que dio lugar a la saga, no es del todo comparable con su secuela por tratarse de géneros que aunque están conectados por la ominosa presencia del celebrado xenomorfo, son totalmente diferentes. Si en la primera visita al horror espacial nos encontrábamos ante lo que indiscutiblemente es considerado hoy en día como una obra maestra del cine de terror psicológico y claustrofóbico (En el espacio nadie puede oír tus gritos), la que nos ocupa ahora es (si no la mayor) una obra maestra del cine de acción Sci-Fi con tintes de terror que ahondan en la naturaleza del propio monstruo con la presentación del desarrollo de su ciclo de vida, lo que lo convierte en una criatura aún más verosímil. Ciertamente, desde esta perspectiva, y siendo ambas obras maestras en sus respectivos géneros, sería injusto calificar de superior a una u otra.


“Muy bien, nenes. ¿Qué estais esperando? ¿El desayuno en la cama? Otro glorioso día. Un día en el cuerpo de marines es como un día en el campo. Cada comida es un banquete. Cada paga, una fortuna. Cada formación, un desfile. Me encanta el cuerpo.”

Sargento Apone, Marines Coloniales de las Américas Unidas



Es maravillo como se establece la continuidad entre las dos historias pese a pertenecer a géneros tan diferentes, creando la ilusión de que a través de Ellen Ripley a lo que asistimos es a una continuación lógica de las consecuencias de la destrucción de la Nostromo tras su visita a LV426. En esta primera parte de la secuela, la teniente más famosa de la historia del cine encarna la paranoia, la obsesión, la pérdida, a veces el histerismo y siempre el miedo a lo que ella sabe porque ha vivido y los estúpidos burócratas que se niegan a creer en su relato tratándola de perturbada. James Cameron, guionista además de director de la secuela, es extremadamente inteligente sacándose de la manga a Amanda, hija perdida de Ripley que servirá para dar una emocional perspectiva a la relación entre Newt y Ripley.



Ciertamente la película tiene tres tramos muy fácilmente distinguibles, siendo el primero descrito este del rescate de Ripley y su reincorporación al mundo tras 57 años de hibernación forzosa. La segunda parte nos presenta a los marines coloniales de las Americas Unidas, en lo que puede solo calificarse como una modélica construcción de personajes cuya personalidad y evolución será desarrollada durante el metraje, y que constituyen el más aguerrido pelotón de culos inquietos que jamás haya molado más: Apone, Hicks, Hudson, Vásquez, Ferro, Ghorman, Bishop, Drake e incluso el infame Carter Burke constituyen el heterogéneo grupo que más frases memorables por minuto de metraje haya generado jamás, presentándose como personajes creíbles con motivaciones propias y una personalidad y evolución coherente a las circunstancias de cada momento, en lugar de simple carne de cañón en la que se han convertido estos grupos en otras películas de la propia franquicia como puede ser Alien: Covenant (Ridley Scott, 2017)


“Lo mejor es largarse y hacer saltar todo esto por los aires. Es la única forma de asegurarse.”

Cabo Dwayne Hicks


Efectivamente, siendo una película coral, los demás personajes no son meros acompañantes si no que están a la altura de la protagonista tanto interpretativamente como en cuanto a su construcción y evolución, tanto por lo que respecta a los marines, como a Bishop (sintético, pero no estúpido) con la inicial reticencia de Ripley, como con el propio Burke (el buen tipo de la compañía) o Newt, a la que quizás deberían poner al mando.



En el tercer tramo de metraje, este elenco de tan variados personajes protagoniza una épica sinfonía de acción desenfrenada como nunca antes fue vista contra un enemigo implacable y abrumador, creando un deleite visual de puro entretenimiento y espectáculo en una sucesión de estragos en el que las cosas no paran de ir de mal en peor, colocando a los personajes constantemente al límite en un in crescendo sostenido de continuos clímax tanto de cada uno de sus personajes como de la narrativa global.


“Creeme, preferiría no ir. Puede que sea sintético, pero no estúpido.”

Bishop



Aliens es, en definitiva, con su épico guion repleto de frases memorables y personajes inolvidables, una gran reivindicación de que el cine más comercial, como fue el cine de acción de los ochenta, puede ser también grande, especialmente si se revisita además en su versión del director con media hora de metraje adicional que revela detalles de la trama para un mayor disfrute. Historia del cine con mayúsculas, obra de referencia y de cabecera en La Retrovisión.


domingo, 6 de febrero de 2022

Feria: Cultos inconfesables

Hoy en La Retrovisión hablaremos de la reciente producción patria ofrecida como nuevo contenido de la plataforma Netflix, Feria, la luz más oscura (Agustín Martínez y Carlos Montero, 2022), un thriller con tintes sobrenaturales en el que destaca la calidad de su producción y acierto de sus localizaciones y fotografia.

El Cultos Innombrables (Unaussprechlichen Kulten) es uno de los libros mencionado en el círculo de relatos de los Mythos de Cthulhu cuya presencia en la trama no desentonaría en absoluto en la nueva serie de Agustín Martínez y Carlos Montero, y es que estamos de enhorabuena ya que el universo lovecraftiano parece estar más de moda que nunca, y si no hace mucho hablabamos de su huella en otra reciente producción de Netflix, Archive 81 (Rebecca Sonnenshine, 2022), el baboso rastro tentacular de los Mythos está también muy presente en Feria, la luz más oscura.




Y no solo semejanzas con Archive 81 vamos a encontrar, pues en esta por supuesto el cainismo español va a estar presente y nos vamos a encontrar con situaciones que nos recordarán a otra reciente y celebrada producción, como fue 30 Monedas (Álex de la Iglesia, 2020) con su dosis de vecinos visilleros y habladurías que tanto nos recordarán a ese pueblo remoto de España en donde se desencadenaron fuerzas sobrenaturales al estilo de las que se intuyen en Feria.

El inicio de la trama nos sitúa en la noche de la víspera de San Juan en un pequeño pueblo andaluz durante el año 1995. La línea temporal principal se alterna con algunos flashbacks en blanco y negro veinte años antes, en donde iremos descubriendo la serie de sucesos que se desarrollaron anteriormente en la cercana mina durante 1975. La acción empieza a caminar cuando al amanecer del día de San Juan aparecen 23 muertos en un misterio suceso acaecido a las puertas de las citadas minas.

Conforme se desentrama la acción, por capas, como las cebollas de Sandy Petersen que citábamos en la reseña de Archivo 81, según la mejor forma en la que tienen que ir desenvolviéndose las historias de horror cósmico como esta, más semejanzas con Archivo 81 iremos percibiendo en el sentido de la sucesión de elementos lovecraftianos que se irá desplegando: de nuevo nos encontraremos con sectarios y cultos inconfesables, maldiciones familiares, así como la obsesión de abrir portales a otras dimensiones rasgando el velo que protege nuestra realidad de horrores incomprensibles al entendimiento humano.



Si bien pese los saltos temporales entre la línea de tiempo de sucesos actuales y la de veinte años atrás la acción es bastante lineal, en ocasiones la trama se torna algo intrincada debido al gran número de personajes y es difícil de seguir a veces, no estando del todo claras las motivaciones de algunos de los personajes o sus verdaderas intenciones hasta los episodios finales, así como los objetivos del culto en si y su motivación para invocar al que llaman Rey Solitario, la primigenia entidad lovecraftiana antagonista de la serie.

Vaya con todo el cariño a los lectores andaluces por delante, pero otro hecho que a mi me ha dificultado el seguimiento ha sido el marcado acento andaluz de algunos de los personajes, a los que costaba en ocasiones entender lo que decían (¡bien se hubieran agradecido unos subtítulos en algunas escenas!)

Obviando tal dificultad, cabe destacar que Feria luce muy profesional, con una gran factura técnica, y fotografía de estilo cinematográfico a la altura de cualquier serie americana. El buen uso del blanco y negro en la línea temporal del pasado da un toque elegante y distinguido que permite diferenciar muy bien uno y otro tiempo, y la selección de localizaciones es de lo más interesante, con la elección del pintoresco pueblo de Zahara de la Sierra, en la provincia de Cádiz, como localización principal.



Si lamentablemente uno de los puntos débiles de las series españoles suele ser las interpretaciones, el caso de Feria demuestra que pueden existir honrosas excepciones, ofreciendo en esta buenas actuaciones de todos los personajes en general, destacando las interpretaciones de Eva (Ana Tomeno) y Sofía (Carla Campra), que son capaces de llevar prácticamente todo el peso de la serie sobre sus hombros. Mención también destacable de unos notables efectos especiales.

Si algún pero hay que buscarle, sobra la trama lésbica metida con calzador, en lo que parece un omnipresente requerimiento para cualquier serie deba ser ofrecida por la plataforma Netflix. Algunos quizás también podrían encontrar la conclusión un tanto insatisfactoria y precipitada, en un (para mi) anticlímax bastante cuestionable. No obstante notable propuesta que demuestra que no solo de series americanas vive el espectador, y que con ganas y empeño también en este país se pueden materializar propuestas interesantes.


sábado, 5 de febrero de 2022

Cazafantasmas, Más Allá: Volver a ser niños otra vez

Siguiendo en la línea de La Retrovisión de comentar recientes estrenos emparentados con viejos éxitos de la época dorada del cine de acción y ciencia ficción que fueron los ochenta, hoy comentaremos la última entrega de los Cazafantasmas, con Cazafantasmas, Más Allá (Ghostbusters: Aferlife, Jason Reitman, 2021). Está claro que ante la actual falta de ideas de la industria cinematográfica, tirar de éxitos pasados es una tendencia cada vez más acentuada, que transmite una cada vez más evidente agonía de la industria del cine comercial en favor de los contenidos para las plataformas… ¡desafortunados tiempos nos ha tocado vivir!



Pesimismo aparte sobre el futuro de la industria del celuloide, sin duda uno de los largometrajes más esperados en las postrimerías del pasado año 2021 fue el retorno de los Cazafantasmas, pero de los buenos, los originales, los que vimos de niños por última vez ya en los lejanos ochenta, y no ese fallido intento de suplantación perpetrado en 2016 (Ghostbusters, Paul Feig, 2016) por cuatro señoras cuyas aventuras causaron más sonrojo que sensación.

Es palpable que el mayor acierto de esta última entrega de los cazadores de lo paranormal es no solo conectar la nueva historia con los personajes originales, si no rodear toda su trama de esa aura tan ochentera que nos permite soñar con volver a ser niños durante el rato que dura la película. No obstante tiene fallos e incluso aquí el recurso fácil y la falta de imaginación es evidente: a parte de las agradecidas referencias a las entregas anteriores, que no dejan de ser nostálgicas y establecen un vínculo de continuidad de la nueva historia con las anteriores, se da también un abuso relacionado con el antiguo mal al que los protagonistas deberán enfrentarse, apartado en el cual se hubiera agradecido una mayor originalidad, perdonable no obstante por la nostalgia y porque dé pie a decir aquello de qué se debe contestar si te preguntan si eres un Dios.


“¿Eres un Dios?”

Gozer la Gozeriana


Hablando de los protagonistas, este es quizás otro posible motivo de decepción, pues pese a lo que se pudiera pensar (y un poco así se publicitara, en un alarde de publicidad engañosa) los Cazafantasmas originales no aparecen prácticamente hasta el clímax final. Como viene siendo habitual en estas producciones, con Finn Wolfhard en su reparto como protagonista original de Stranger Things (Hermanos Duffer, 2016) incluido, los protagonistas son un heterogéneo grupo de niños y adultos entre los que los primeros, especialmente si son chicas, son siempre los más inteligentes.



Siendo benévolo y obviando algunos de los defectos ya mencionados,
la nueva aventura de los Cazafantasmas es un espectáculo tan disfrutable como el de antaño, que sabe vincular las viejas proezas de sus precedentes con la actualidad, y cuyos efectos especiales ya sea en asquerosos entes ectoplásmicos, demonios venidos de otra dimensión o rayos de protones salidos de mochilas nucleares portátiles continúan luciendo con la misma o mayor espectacularidad que la de entonces.

No obstante, su conclusión produce un agridulce sentimiento al reencontrarnos con unos envejecidos Peter Venkman (Bill Murray), Ray Stantz (Dan Aykroyd) y Winston Zeddemore (Ernie Hudson) así como con un difunto Egon Spengler (Harol Ramis), que nos devuelven a la realidad y nos hacen conscientes de hasta qué punto nuestra infancia e inocencia se perdió para siempre para no volver jamás… si acaso solo de vez en cuando en unos minutos mágicos en los que podemos volver a soñar en ser niños.

jueves, 3 de febrero de 2022

Kamikaze: La influencer del nihilismo

En la entrada de hoy hablaremos de una de las últimas series de HBO que ha pasado prácticamente desapercibida para crítica y público y que sin llegar a ser un must no deja de valer la pena su revisión. Es lo que tiene vivir con una mujer, se fija en cosas que seguramente a mi me pasarían totalmente desapercibidas y este fue el caso de Kamikaze, sus palabras, “una serie que creo que te gustará”.

Cada vez es más frecuente ver producciones europeas en las grandes plataformas, ya sea por las dichosas cuotas nacionales o por que su calidad bien lo valga, y este es justamente el caso de Kamikaze, una producción danesa en formato de miniserie de 10 episodios que aborda las vicisitudes de una joven influencer enfrentada a la inesperada y repentina muerte de toda su familia en un accidente aéreo.



La serie retrata el personal descenso a los infiernos de Julie (Marie Reuther) la hija superviviente de una acomodada familia danesa que de un día para otro se queda sola en el mundo con mucho tiempo y dinero que invertir en su particular duelo existencialista, y es que ya lo decía Nietzsche, lo que no te mata te hace más fuerte, y no hay mayor nihilista en potencia que un milleanial con un móvil y nada que perder.

No hay duda que el éxito de las premisas de Kamikaze se fundamenta en el carisma de Marie Reuther, su joven actriz principal y la que lleva todo el peso de la serie a sus espaldas de una forma encomiable. Si la interpretación de esta pussy crazy pudiera haber degenerado en una payasada inverosímil y superficial con otro tono, el enfoque intimista y concentrado en los sentimientos y la perspectiva de Julie le hacen mucho bien.




Kamikaze no deja de ser una historia sobre el duelo y como se afronta, si bien de una forma un tanto afectada y de alguien con unas posibilidades fuera del alcance de la mayoría de los mortales, para llegar a la aceptación y a la esperanza redentora de vida como conclusión a esa desesperación inicial. En este periplo Julie vivirá excéntricas situaciones en las que desplegará todo un abanico de tendencias autodestructivas y/o suicidas, experiencias algunas de ellas tan tórridas, prácticamente rayanas en el porno, que hacen difícil mantener la compostura ante la atractiva Marie Reuther.

Julie es la antiheroína de su propio drama elitista, que quizás esconda una velada crítica a la educación actual de los jóvenes y a su falta de independencia cuando no comodidad. Estaremos de acuerdo en que ser joven tener dinero, revolcarse en el lujo, no tiene por qué hacer menos deprimente o llevadero el tránsito por las diferentes fases de duelo, pero tampoco es excusa para ser en ocasiones una verdadera perra que usa a los demás personajes que se cruzan con ella en objetos de usar y tirar.



En todo caso, una original propuesta con algunos altibajos y un desenlace un tanto sorprendente que conlleva un motivo de esperanza para su protagonista (porque así fue como decidió tomarlo, pero viendo la montaña rusa emocional por la que se mueve Julie en todo momento tal podría haber sido lo contrario y no hubiera roto tampoco el tono de su dramática epopeya personal de autodestrucción). 

Como veredicto de La Retrovisión afirmaría que estamos ante un olvidable producto que pasará sin pena ni gloria que sin embargo deja con ganas de ver y saber más sobre los futuros trabajos de su protagonista, la atractiva Marie Reuther.


martes, 1 de febrero de 2022

Matrix Resurrections: Cerrando por derribo

Pasado apenas un mes desde el lanzamiento de Matrix Resurrections (Wachowski Sisters, 2021), en el artículo de hoy hablaremos del regreso de una de las más celebradas sagas de los noventa con esta su más que probable última entrega. Si Matrix (Wachowski Brothers, 1999) en su primera entrega introdujo conceptos revolucionarios como el del tiempo bala, copiados en otras producciones como Equilibrium (Kurt Wimmer, 2002) con la que en ocasiones se la compara, no es que tardara mucho en degenerar una franquicia que se perdería irremediablemente en sus posteriores entregas en su propia mitología ininteligible.

Han tenido que pasar prácticamente veinte años desde el sitio de Zión y los hermanos Wachowski han tenido que cambiar de sexo para poder volver a Matrix, con metachistes y chascarrillos incluidos que indican hasta qué punto este retorno puede haber sido decisión de las hermanas o de la presión de la Warner, avariciosa productora que sin embargo se ha pegado el batacazo del siglo con la recaudación de una película que ya es considerada un sonoro fracaso comercial.





Lo mejor de ponerse a ver una película de la que no albergas ninguna esperanza tiene sus ventajas. Es la némesis del hype. Si al final incluso resulta que lo que se esperaba un fiasco antológico resulta que no es para tanto y es mínimamente visible, el efecto puede ser el contrario, lo que igual es dudosamente pasable puede parecer más que aceptable. Creo que esa es la experiencia que he vivido con Matrix Resurrections, cuando en realidad es un quiero y no puedo… y eso siendo benévolo ya que tengo dudas hasta del quiero, y conforme pasan los días más irritante me parece el espectáculo presenciado.

Si la primera me pareció en su día una revolución y obra maestra y la segunda ya la denosté en su tiempo con ojoplática mirada, esta cuarta entrega me produce sentimientos encontrados que al principio parecían empujarme a una reconciliación con la franquicia en la primera parte de la cinta, pero que desde el inicio de su segunda parte hasta el final demuestra estar con las mismas que hace ya veinte años vimos que se cargaban la idea original.



Quizás el mérito de esta nueva entrega sea el conseguir dar una vuelta de tuerca al concepto de reboot, derivando más a los terrenos del metacine que cual sueño a lo Antonio Resines convierte a los protagonistas de la primigenia trilogía en meros espectadores desconocedores de sus logros pasados contra las máquinas, sumidos en una nueva caverna de Platón ajena a la realidad.

En este sentido lo mejor de la película es sin duda su primera parte, con ese cachondeíto de que no se sabe muy bien lo que está pasando y por dónde van los tiros. Aun así, bajo la resurrección aún se huele el grasiento olor a refrito por muchas ganas que se pongan y mucha nostalgia que de entrada pueda amortiguar esa falta de expectativas de la que hablaba al principio, y así es que poco a poco todo va colapsando bajo su propio peso.


“No creo en el destino porque odio pensar que no soy yo quien controla mi vida.”

Sr. Anderson


Si la reproducción de escenas de otras entregas desde un punto de vista diferente al principio podía haber tenido su gracia como revisitación metafísica, es a partir de cierto momento en el que empiezan a aparecer fragmentos y personajes de las otras entregas sin venir mucho a cuento que se acaba con esa inicial frescura.



Plagada de entelequias, perdiéndose en tecnicismos y tomando sus propias carreteras secundarias que esconden una falta total de un sólido argumento, no hay forma de montar un nuevo relato consistente que no vaya más allá de la sobreexplotación de los lugares comunes ya conocidos con una pincelada aquí y allá de algunas nuevas ideas que pese a poder ser interesantes nunca son desarrolladas de forma satisfactoria.

Hasta la acción me acabó produciendo una pereza somnolienta (esto es completamente real… por poco no aguanto despierto al final) y es en eso una vez más en lo que acaba degenerando esta última entrega sin un argumento claro de Matrix: cansina acción sin sentido prolongada hasta la extenuación en una historia que no parece importar a nadie y que cuyo clímax, en cuanto se produce cierra la película como si hubiéramos presenciado un eterno prólogo de algo más que está por venir.

Pues conmigo que no cuenten, pero eso si, está claro que un día los gatos dominarán el mundo, avisados quedáis todos los seguidores de La Retrovisión, a la Catrix me remito.