El libro de Boba Fett: Una galaxia muy al Oeste
Por si no os habíais dado cuenta, en La Retrovisión nos
encanta todo lo que tiene que ver con Star Wars, aunque es innegable que en los últimos tiempos
alguna decepción que otra también nos hemos llevado. Para los que no lo hayáis visto,
uno de los primeros artículos que publicamos se refería al Universo Expandido
de La Guerra de las Galaxias, y es precisamente en este universo imaginario, el
cual se está convirtiendo poco a poco en parte del canon, en el que se desarrolla la trama de
la última serie de acción real de Star Wars, El libro de Boba Fett (Jon Favreau y David Filoni, 2021), que
acaba convirtiéndose en una velada temporada dos y medio de The Mandalorian, último
sonado éxito de la franquicia, en una serie sobre Boba Fett en donde lo que
menos acaba importando, por raro que suene, es el propio Boba Fett.
En la trama de El libro de Boba Fett, vamos a ver dos líneas
temporales muy bien diferenciadas. La primera de ellas, en el pasado, comienza
literalmente momentos después de la última aparición del cazarrecompensas en la
sagrada trilogía, cuando es engullido por el Sarlaac en una digestión de un
millar de años. Efectivamente, llevábamos lustros esperando ver esa escena. La
segunda línea temporal, que corresponde al presente, se desarrolla
inmediatamente después de los acontecimientos narrados en la segunda temporada
de The Mandalorian, con la llegada de Boba Fett a Tatooine para reclamar su lugar
como Daimio (señor del crimen) de Mos Espa, enviuelto en sus más o menos mundanas
tribulaciones.
Star Wars siempre perteneció al género de la Space Opera en
el que de alguna épica forma las acciones de gente sencilla marcaban la
diferencia desencadenando sucesos que acaban teniendo consecuencias de trascendencia a escala
galáctica. Las trilogías principales centradas en la epopeya del alzamiento,
caída y resurgir de la familia Skywalker, así lo atestiguan. La diferencia con
esas, es que tanto The Mandalorian como El Libro de Boba Fett son pequeñas
historias que comparten un mismo universo de existencia, pero en las que el hecho de que
no tengan que transcender a un nivel tan grandilocuente les otorga esa
refrescante libertad creativa y desarrollo de nuevos personajes más allá de los
trillados protagonistas de las películas principales. Sin la necesidad de estar a merced de
unas líneas argumentales férreas dictadas por directivos de Disney para la saga principal, los creadores pueden
desarrollar su propia historia a su gusto, y pueden sacarse de la manga
personajes como Djinn Djarin (aka Mando, el Mandaloriano), o recuperar un secundario
perdido pero fascinante como Boba Fett.
“Soy un hombre sencillo que se abre camino a través de la galaxia. Como mi padre antes que yo.”
Boba Fett
Con esa libertad consiguen además dar una vuelta de tuerca al
género, que se da por supuesto al compartir el mismo universo, pero que va más
allá convirtiendo las historias de Mando y Boba en un auténtico Space Western de pistoleros comparables al hombre sin nombre de Clint Eastwood (el
propio Mando) y con sabor a las historias de Sergio Leone, situadas ahora en una galaxia
muy, muy lejana, con la recuperación de otros personajes como Cad Bane.
Como puntos flacos, se le puede achacar a la historia de
Boba Fett que el desarrollo de la serie es un tanto extraño, pues si bien sus
primeros episodios se centran totalmente en las vicisitudes del
cazarrecompensas con una chocante experiencia a lo Bailando con Lobos (Kevin Costner, 1990) con
los moradores de las arenas, la posterior historia una vez Boba se aposenta en
Tatooine no deja de ser algo anodina y decepcionante en cuanto al insípido conflicto
que propone. De ahí a despellejar a Boba tachándolo de calvo, viejo, gordo y
feo como en otras críticas se ha escrito va un trecho, pero ciertamente no
despierta gran emoción.
Es en esta cuesta anticlimática cuando vuelve Mando y el
show de Boba Fett se convierte en una excusa para su retorno, convirtiendo en los mejores de la serie los
episodios en los que Boba apenas aparece y pierde el protagonismo de su propia historia. Cosa indiscutiblemente extraña que ha servido de excusa fundada para levantar las iras de legiones de espectadores furibundos dispuestos a poner a caldo la última producción del universo Star Wars.
En mi opinión, lo que parece ser un problema que ocasiona
que la trama vaya a trompicones, con episodios en los que Boba aparece apenas unos segundos, no es más que una excusa para perpetrar una
especie de remake espacial de Los Siete Magníficos, con personajes que se van
uniendo a un heterogéneo grupo que en el último episodio deberá enfrentarse
a ese por otra parte poco carismático Sindicato Pyke (aún surte de incorporación de
Cad Bane a última hora).
Pese a su embrollado argumento y los bandazos, a mi me sigue
entusiasmando el enfoque alternativo de sus creadores, ya que es por estos
velados homenajes y la construcción de sus propios personajes y tramas en
ocasiones pilladas con pinzas que se notan a la legua las incursiones que seguro que Jon Favreau y David Filoni, creadores de los últimos éxitos del
universo Star Wars, debieron acometer en sus tiempos mozos contra el juego de
rol de Star Wars.
Ciertamente presiento su afición no solo a través de la conexión con La Fuerza que compartimos los viejos roleros, ni ya solo por el amor en la construcción de historias y personajes que tanto The Mandalorian como El Libro de Boba Fett destilan a lo largo de su trama, si no ya por pequeños detalles del lore de Star Wars más underground introducido como recompensas para regocijo del fandom más acerrimo e inapreciables para el espectador común que sin embargo dan lugar a momentos sublimes. Ya solo por el placer y felicidad que me produce ver semejantes guiños en pantalla, soy capaz de perdonar casi cualquier cosa. La vuelta del mandaloriano ha sido en esta ocasión inesperada, pero en La Retrovisión esperaremos impacientes su próxima aventura..
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