Aliens: Jamás me cansaré de ver esta película
Estoy bastante seguro de que si tuviera que hacer una lista de mis diez películas favoritas no sabría muy bien realmente cuales elegiría ni en qué orden, pero si que tengo muy claro cual sería la que ocuparía la primera posición, pues Aliens (James Cameron, 1986) es la película de mi vida, la película que nunca me cansaré de ver y que en verdad procuro ver al menos una vez al año con la misma atención y fascinación que la primera vez. Es la película perfecta, la excepción que demuestra que segundas partes no tienen por qué ser malas, y que incluso en algunos aspectos pueden superar a sus originales.
En realidad, Alien (Ridley Scott, 1979), como historia original con guion de Dan O’Bannon y Ronald Shusett que dio lugar a la saga, no es del todo comparable con su secuela por tratarse de géneros que aunque están conectados por la ominosa presencia del celebrado xenomorfo, son totalmente diferentes. Si en la primera visita al horror espacial nos encontrábamos ante lo que indiscutiblemente es considerado hoy en día como una obra maestra del cine de terror psicológico y claustrofóbico (En el espacio nadie puede oír tus gritos), la que nos ocupa ahora es (si no la mayor) una obra maestra del cine de acción Sci-Fi con tintes de terror que ahondan en la naturaleza del propio monstruo con la presentación del desarrollo de su ciclo de vida, lo que lo convierte en una criatura aún más verosímil. Ciertamente, desde esta perspectiva, y siendo ambas obras maestras en sus respectivos géneros, sería injusto calificar de superior a una u otra.
“Muy bien, nenes. ¿Qué estais esperando? ¿El desayuno en la cama? Otro glorioso día. Un día en el cuerpo de marines es como un día en el campo. Cada comida es un banquete. Cada paga, una fortuna. Cada formación, un desfile. Me encanta el cuerpo.”
Sargento Apone, Marines Coloniales de las Américas Unidas
Es maravillo como se establece la continuidad entre las dos historias pese a pertenecer a géneros tan diferentes, creando la ilusión de que a través de Ellen Ripley a lo que asistimos es a una continuación lógica de las consecuencias de la destrucción de la Nostromo tras su visita a LV426. En esta primera parte de la secuela, la teniente más famosa de la historia del cine encarna la paranoia, la obsesión, la pérdida, a veces el histerismo y siempre el miedo a lo que ella sabe porque ha vivido y los estúpidos burócratas que se niegan a creer en su relato tratándola de perturbada. James Cameron, guionista además de director de la secuela, es extremadamente inteligente sacándose de la manga a Amanda, hija perdida de Ripley que servirá para dar una emocional perspectiva a la relación entre Newt y Ripley.
Ciertamente la película tiene tres tramos muy fácilmente
distinguibles, siendo el primero descrito este del rescate de Ripley y su
reincorporación al mundo tras 57 años de hibernación forzosa. La segunda parte
nos presenta a los marines coloniales de las Americas Unidas, en lo que puede
solo calificarse como una modélica construcción de personajes cuya personalidad
y evolución será desarrollada durante el metraje, y que constituyen el más
aguerrido pelotón de culos inquietos que jamás haya molado más: Apone, Hicks,
Hudson, Vásquez, Ferro, Ghorman, Bishop, Drake e incluso el infame Carter Burke
constituyen el heterogéneo grupo que más frases memorables por minuto de
metraje haya generado jamás, presentándose como personajes creíbles con motivaciones
propias y una personalidad y evolución coherente a las circunstancias de cada
momento, en lugar de simple carne de cañón en la que se han convertido estos
grupos en otras películas de la propia franquicia como puede ser Alien:
Covenant (Ridley Scott, 2017)
“Lo mejor es largarse y hacer saltar todo esto por los aires. Es la única forma de asegurarse.”
Cabo Dwayne Hicks
Efectivamente, siendo una película coral, los demás
personajes no son meros acompañantes si no que están a la altura de la
protagonista tanto interpretativamente como en cuanto a su construcción y
evolución, tanto por lo que respecta a los marines, como a Bishop (sintético,
pero no estúpido) con la inicial reticencia de Ripley, como con el propio Burke
(el buen tipo de la compañía) o Newt, a la que quizás deberían poner al mando.
En el tercer tramo de metraje, este elenco de tan variados personajes protagoniza una épica sinfonía de acción desenfrenada como nunca antes fue vista contra un enemigo implacable y abrumador, creando un deleite visual de puro entretenimiento y espectáculo en una sucesión de estragos en el que las cosas no paran de ir de mal en peor, colocando a los personajes constantemente al límite en un in crescendo sostenido de continuos clímax tanto de cada uno de sus personajes como de la narrativa global.
“Creeme, preferiría no ir. Puede que sea sintético, pero no estúpido.”
Bishop
Aliens es, en definitiva, con su épico guion repleto de
frases memorables y personajes inolvidables, una gran reivindicación de que el
cine más comercial, como fue el cine de acción de los ochenta, puede ser
también grande, especialmente si se revisita además en su versión del director
con media hora de metraje adicional que revela detalles de la trama para un
mayor disfrute. Historia del cine con mayúsculas, obra de referencia y de cabecera en La Retrovisión.
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