Feria: Cultos inconfesables
Hoy en La Retrovisión hablaremos de la reciente producción patria ofrecida como nuevo contenido de la plataforma Netflix, Feria, la luz más oscura (Agustín Martínez y Carlos Montero, 2022), un thriller con tintes sobrenaturales en el que destaca la calidad de su producción y acierto de sus localizaciones y fotografia.
El Cultos Innombrables (Unaussprechlichen Kulten) es uno de los libros mencionado en el círculo de relatos de los Mythos de Cthulhu cuya presencia en la trama no desentonaría en absoluto en la nueva serie de Agustín Martínez y Carlos Montero, y es que estamos de enhorabuena ya que el universo lovecraftiano parece estar más de moda que nunca, y si no hace mucho hablabamos de su huella en otra reciente producción de Netflix, Archive 81 (Rebecca Sonnenshine, 2022), el baboso rastro tentacular de los Mythos está también muy presente en Feria, la luz más oscura.
Y no solo semejanzas con Archive 81 vamos a encontrar, pues
en esta por supuesto el cainismo español va a estar presente y nos vamos a
encontrar con situaciones que nos recordarán a otra reciente y celebrada
producción, como fue 30 Monedas (Álex de la Iglesia, 2020) con su dosis de
vecinos visilleros y habladurías que tanto nos recordarán a ese pueblo remoto de
España en donde se desencadenaron fuerzas sobrenaturales al estilo de las que se
intuyen en Feria.
El inicio de la trama nos sitúa en la noche de la víspera de San Juan en un pequeño pueblo andaluz durante el año 1995. La línea temporal principal se alterna con algunos flashbacks en blanco y negro veinte años antes, en donde iremos descubriendo la serie de sucesos que se desarrollaron anteriormente en la cercana mina durante 1975. La acción empieza a caminar cuando al amanecer del día de San Juan aparecen 23 muertos en un misterio suceso acaecido a las puertas de las citadas minas.
Conforme se desentrama la acción, por capas, como las
cebollas de Sandy Petersen que citábamos en la reseña de Archivo 81, según la mejor forma en
la que tienen que ir desenvolviéndose las historias de horror cósmico como
esta, más semejanzas con Archivo 81 iremos percibiendo en el sentido de la
sucesión de elementos lovecraftianos que se irá desplegando: de nuevo nos
encontraremos con sectarios y cultos inconfesables, maldiciones familiares, así
como la obsesión de abrir portales a otras dimensiones rasgando el velo que
protege nuestra realidad de horrores incomprensibles al entendimiento humano.
Si bien pese los saltos temporales entre la línea de tiempo
de sucesos actuales y la de veinte años atrás la acción es bastante lineal, en
ocasiones la trama se torna algo intrincada debido al gran número de personajes
y es difícil de seguir a veces, no estando del todo claras las motivaciones de
algunos de los personajes o sus verdaderas intenciones hasta los episodios
finales, así como los objetivos del culto en si y su motivación para invocar al
que llaman Rey Solitario, la primigenia entidad lovecraftiana antagonista de la
serie.
Vaya con todo el cariño a los lectores andaluces por
delante, pero otro hecho que a mi me ha dificultado el seguimiento ha sido el
marcado acento andaluz de algunos de los personajes, a los que costaba en
ocasiones entender lo que decían (¡bien se hubieran agradecido unos subtítulos
en algunas escenas!)
Obviando tal dificultad, cabe destacar que Feria luce muy
profesional, con una gran factura técnica, y fotografía de estilo cinematográfico
a la altura de cualquier serie americana. El buen uso del blanco y negro en la
línea temporal del pasado da un toque elegante y distinguido que permite
diferenciar muy bien uno y otro tiempo, y la selección de localizaciones es de
lo más interesante, con la elección del pintoresco pueblo de Zahara de la
Sierra, en la provincia de Cádiz, como localización principal.
Si lamentablemente uno de los puntos débiles de las series
españoles suele ser las interpretaciones, el caso de Feria demuestra que pueden
existir honrosas excepciones, ofreciendo en esta buenas actuaciones de todos
los personajes en general, destacando las interpretaciones de Eva (Ana Tomeno)
y Sofía (Carla Campra), que son capaces de llevar prácticamente todo el peso de
la serie sobre sus hombros. Mención también destacable de unos notables efectos
especiales.
Si algún pero hay que buscarle, sobra la trama lésbica metida con calzador, en lo que parece un omnipresente requerimiento para cualquier serie deba ser ofrecida por la plataforma Netflix. Algunos quizás también podrían encontrar la conclusión un tanto insatisfactoria y precipitada, en un (para mi) anticlímax bastante cuestionable. No obstante notable propuesta que demuestra que no solo de series americanas vive el espectador, y que con ganas y empeño también en este país se pueden materializar propuestas interesantes.
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